Cine estadounidense de los 2000 (3/3): P

Cine estadounidense de los 2000 (3/3): Películas pop

Por | 9 de marzo de 2018

Los problemas que presentaron las dos partes anteriores de esta selección no son nada comparados con la enorme producción del cine más comercial de Estados Unidos.

Conscientes de la imposibilidad de seleccionar acertadamente, además de ocuparnos de un grupo de películas, decidimos marcar algunos procesos por los que está pasando el cine de Hollywood, algunos de ellos vinculados con el cine mundial. La seriación, las coproducciones globales, la distribución en China, la sustitución del star-system por los universos fílmicos, los intentos fallidos por buscar ampliar la experiencia fílmica y la generalización de la figura del zombi podrían estar cambiando desde antes de 2010 a la industria históricamente más importante. Y eso sin tomar en cuenta que ha habido una especie de simplificación de gran parte del cine para que sea comprensible para niños de 7 años, lo que ha afectado en gran medida la calidad narrativa de lo que vemos en pantalla.

Como siempre en estos casos queremos remarcar que la cercanía en el tiempo con lo que incluye esta lista nos obliga a considerar tanto las ideas como la selección que presentamos muy provisionales.

 

I. Procesos que anuncia (al menos en apariencia) el cambio de siglo…

 

El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, Peter Jackson, 2001-03)  

El Señor de los Anillos bien podría estar en una selección de cine neozelandés o británico además de aquí, en esta lista de cine estadounidense, donde es igualmente pertinente. La razón es que es una superproducción prácticamente global. Si bien es imposible determinar si es la primera película global de gran escala, lo cierto es que, por su impacto en la cultura popular, nos sirve como la punta del iceberg para hablar de uno de los procesos que están marcando el cine anglosajón en el presente: casi todas las películas y series de películas de mayor impacto requieren equipos esparcidos por el todo el globo y que forzosamente sean vistas en la mayor cantidad de países posible para recuperar sus gastos de producción.

Ahora bien, arriba apuntamos que El Señor de los Anillos es una película, cuando se trata de una serie de películas. Lo interesante es que tomarla como unidad es tan natural como no hacerlo. Ahora que empezamos a ver las series como unidades conceptuales y como proyectos de interés y de calidad vale la pena repensar qué tanto influyó la aparición de series de películas como esta, como Harry Potter (Heyday Films y Warner Bros, 2001-11) o como Matrix (The Matrix, Lana y Lilly Wachowski, 1999-2003), en contraste con series televisivas como Los Soprano (The Sopranos, David Chase, 1999-2007) o The Wire (David Simon, 2002-08), en la continuidad entre lo que antes eran los medios del cine y televisión.

Y bueno, independientemente de lo anterior, El Señor de los Anillos es una épica impresionante y el momento Legolas de cada película, extraordinario. Eso sin contar que hay una narrativa homoerótica muy potente, involuntaria según parece, pero única en Estados Unidos desde Ben-Hur (William Wyler, 1959).

 

Exterminio (28 Days Later, Danny Boyle, 2002)

Técnicamente Exterminio no debería pertenecer al listado presente pues ni su director, Danny Boyle, ni su elenco son estadounidenses. Aun así, esta coproducción entre Inglaterra y Estados Unidos sintetiza la fijación del nuevo milenio con el cine de zombis, subgénero que con las sagas de George A. Romero y Resident Evil (Paul W.S. Anderson, 2002-17), y la serie The Walking Dead (Robert Kirkman y Frank Darabont, 2010 a la fecha), ha hecho de los “muertos vivientes” las criaturas predilectas del imaginario colectivo en tiempos recientes.

La trama, sencilla, que a grandes rasgos muestra cómo los últimos humanos libres de una epidemia sobreviven ante la amenaza de los sanguinarios entes contagiados, se opone y complementa con la mirada hiperactiva y siempre rítmica de Boyle. Normalizando el recurso estético del uso del video para añadir un tono documental a la ficción, Exterminio convierte el escenario postapocalíptico en una mesa de disección de la condición humana cada vez más insensible. A partir de diálogos y de la sustitución de monstruos tradicionales por esperpentos pálidos y de ojos rojos, lo que vemos en realidad son personas matándose entre sí, enajenadas e incapaces de entrar en razón. Como menciona un cínico soldado con el que los protagonistas se cruzan en su escape: «Es lo mismo que pasaba antes de la plaga». La época de los zombis parece ser el tiempo en que estamos conscientes de que no hay nada más temible que nuestra propia especie.

 

Transformers (Hasbro, 2007 a la fecha)

Entendemos que se pudieran preguntar qué diablos hace Transformers aquí. Y bueno, sí, fuera de los dinobots en la cuarta película y de la aparición de Mikaela Banes ante los padres de Sam Witwicky, angustiados por su hijo, en la primera hay poco que decir de su contenido. Sin embargo, con Transformers el cine de Estados Unidos hizo su entrada triunfal en China, donde, a pesar de que se permite la exhibición de apenas un puñado de estrenos de Hollywood al año, películas que no necesariamente funcionan en América y Europa se están convirtiendo en fenómenos comerciales y culturales. Otro ejemplo es Warcraft (Duncan Jones, 2016). Como sea, el éxito de algunas producciones está provocando que las majors busquen filmar en locaciones y/o con actores del país asiático para tener mayores oportunidades de conseguir un lugarcito en esa cartelera.

 

Iron Man: El Hombre de Hierro (Iron Man, Marvel, 2008) 

El final de Iron Man cuando Tony Stark, cegado por su propia vanidad, confiesa ante la prensa que él está detrás de la armadura es un momento divertidísimo. Más allá de él no vamos a decir nada de la película ya que si la situamos en la sección de procesos es porque habla de uno muy, muy relevante: la aparición de los universos fílmicos. Probablemente ustedes ya hayan notado que los actores que participan en una película cada vez significan menos en lo que nos lleva al cine. Pues bien, Hollywood lo notó aproximadamente en 2005, cuando Sandra Bullock dejó de ser una apuesta segura en taquilla. En ese momento terminó el star-system –o quizá se desplazó a los realities y a internet– pero, como ya mencionamos, el dinero necesario para mantener a las majors en circulación tiene que recolectarse en todo el mundo y la salida al embrollo está en un tipo de series, los universos fílmicos, que por ahora están funcionando, al menos en los casos de Marvel, DC y Star Wars (Lucasfilm, 1977 a la fecha). No sabemos cuánta vigencia tengan, pero si desaparecen probablemente tengamos que empezar a concebir un mundo sin Hollywood.

 

Avatar (James Cameron, 2009)

Es probable que los pitufotes de Avatar hayan comenzado una nueva etapa, esta vez alegórica, en la autocrítica al militarismo estadounidense. Como sólo es probable dejemos el asunto en puntos suspensivos. Lo que sí fue muy relevante en Avatar es que con esa película se relanzó el cine en tercera dimensión, al principio con tanto éxito que directores de la talla de Wim Wenders, Werner Herzog y Jean-Luc Godard decidieron explorar el formato. Ahora, apenas unos años después, el cine en 3D es una posibilidad más o menos constante, aunque desangelada, en cartelera. Y si bien el relieve y la profundidad que ofrece como recursos estéticos son muy interesantes, parece que el cine seguirá siendo un fenómeno de dos dimensiones con intentos esporádicos por romper con la pantalla como superficie plana.


II. Algunas películas

 

Casi famosos (Almost Famous, Cameron Crowe, 2000)

Casi famosos, relato con algunos tintes autobiográficos del director Cameron Crowe, es la historia de un adolescente que logra escribir para la revista Rolling Stone. La película, que comienza como una sencilla carta de amor a la música, se convierte en una reflexión sobre los desencantos del mundo adulto, la artificialidad del show business, y la fuerza de ciertos vínculos frente a un mundo adverso y complejo. La construcción de los personajes secundarios, como la band aid Penny (Kate Hudson) y el crítico Lester Bangs (Philip Seymour Hoffman), está tan cuidadosamente detallada que, a pesar de no elaborar frente a pantalla sus historias personales, gozan de la profundidad necesaria para ser factores detonantes en el crecimiento del personaje principal. Casi famosos es una historia fresca, y optimista y entrañable donde, aun en medio de la crudeza del mundo real, sobrevive la esperanza.

 

Shrek (Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001)

El éxito de Shrek proviene de la conjunción de distintos elementos: la evidente crítica a los cuentos de hadas y el mundo Disney manifestada por medio de la intertextualidad, el ágil y simpático guión, y la creación de personajes vulnerables con inseguridades, deseos reprimidos y miedos. Dreamworks llevó esta película animada a nuevas dimensiones tomándose el tiempo de construir todo un universo que se alimenta tanto del imaginario de los cuentos de hadas como de la cultura pop. Otro de los grandes aciertos de la compañía fue el reclutamiento de actores populares como Mike Myers, Eddie Murphy y Cameron Diaz para realizar las voces de los personajes, por un lado explotando los beneficios publicitarios que esto traería y, por otro, reconociendo la importancia de invertir en la voz, aspecto hasta entonces relegado por muchos realizadores de películas animadas no musicales.

 

Casarse está en griego  (My Big Fat Greek Wedding, Joel Zwick, 2002)

Como su título en inglés lo sugiere, Casarse está en griego es una comedia romántica en la que los epítetos y exageraciones de los personajes terciarios juegan un papel tan o más importante que el de la historia del amor –apenas– prohibida entre los protagonistas. Notable en su momento por ser una producción independiente que arrasó en taquillas, la cinta presenta los esfuerzos que Toula, una chica de ascendencia griega, tiene que hacer para lograr la aceptación mutua entre su tradicional familia, e Ian, su prometido estadounidense. La historia escrita e interpretada por Nia Vardalos es un desfile de extravagancias de las que sólo los estereotipos más irreales de los migrantes serían capaces, y aunque en el 2016 se estrenó una secuela, Casarse… permanece como un compendio de elementos que el género parece haber dejado en siglo pasado: desde la caricaturización desvergonzada de las minorías hasta las iluminación cegadora de los sets.

 

Piratas del Caribe (Pirates of the Caribbean, Disney, 2003-17)

Con Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl, 2003) Disney presentó una película de aventura que se valía del humor y la acción para contar la historia del frívolo capitán Jack Sparrow en busca de su barco, el Perla Negra. Esta trama llena de situaciones fantásticas que rescata las narrativas mitológicas con, es la historia de un amor y una deuda que se cuenta entre secuencias de acción bien logradas y situaciones absurdas y cómicas. También significó el regreso y renovación de la Disney tradicional a las películas no animadas, antes de Marvel y Star Wars. No obstante, tras Piratas del caribe: El cofre del hombre muerto (Pirates of the Caribbean: Dead Man’s Chest, 2006) la franquicia confió en exceso en los recursos cómicos y narrativos, hasta el punto de repetir incansablemente la misma dinámica y convertir las últimas entregas en el reflejo de su protagonista: una leyenda olvidada que ahora es odiada, o al menos molesta. Tratando de conectarse con las primeras películas, la trama está llena de chistes flojos, situaciones repetitivas y personajes incipientes que no hacen más que reforzar la decadencia del pirata y la franquicia.

 

La Pasión de Cristo (The Passion of the Christ, Mel Gibson, 2004) 

Veinte siglos y casi un lustro después de que Poncio Pilatos decretara la muerte al autoproclamado Hijo del Hombre, Mel Gibson retoma las últimas horas de la vida de Cristo para otorgar un espectáculo de violencia a un público mainstream tan sediento de sangre como descreído. Con un ritmo detallado que hace sentir eternas las torturas romanas, La Pasión de Cristo es una exégesis poderosa que se centra en lo carnal más que en lo milagroso. Su impecable realización une al espectador y a un Jesús de celuloide que comparten el dolor fruto de las traiciones y el odio del prójimo. Una cinta abiertamente catequética y que en momentos abusa de elementos propios de producciones de serie B –por ejemplo, los niños zombis que acechan a Judas Iscariote después de haber aceptado las treinta monedas de oro–, La Pasión de Cristo  es un recordatorio de la fuerza emocional, e inclusive la espiritual, de la que el cine es capaz, fuerza que las instituciones religiosas están perdiendo y con ella, un sinfín de seguidores. Quizá como estertor de los que podrían ser los últimos días del cristianismo, la película fue impulsada a la vez por los sectores conservadores tanto del catolicismo, al que está adscrita, como de muchos otros cristianismos.

 

Napoleon Dynamite: Un verano peligroso (Napoleon Dynamite,  Jared Hess, 2004)

Conforme nos hemos alejado de la fecha de estreno de Napoleon Dynamite (2004) las especulaciones de por qué una cinta aparentemente insulsa se volvió un fenómeno pop parecen aclararse. La película debut del director mormón Jared Hess es un absurdo total en el que cuadro por cuadro el espectador encuentra elementos fútiles y espontáneos cuyo mayor propósito es ser vistos e incitar risas. La llama que el protagonista tiene como mascota, la peluca de su amigo Pedro, un club de movimientos manuales y los videos en los que el tío Don juega futbol americano solo, dan forma a un universo kitsch tan vacío e inclusive frustrante como los personajes que lo habitan. No obstante, por la facilidad con la que se pueden citar y descontextualizar la mayoría de sus secuencias y parafernalia sin que éstas pierdan su gracia, es posible considerar Napoleon Dynamite como un predecesor importante a la cultura del meme, esa corriente humorística que en años recientes ha permeado de las redes sociales a audiovisuales com The Office (Greg Daniels, 2005-13) o Comando especial 2 (22 Jump Street, Phil Lord y Chris Miller, 2014).

 

Virgen a los 40 (The 40-Year-Old Virgin, Judd Apatow, 2005)

Desde finales de los noventa, la masculinidad tradicional –aquella que equipara los cantidad de encuentros sexuales con mujeres a los puntos acumulados por un equipo deportivo en una temporada– ha sido objeto de crítica constante en el cine de Estados Unidos. Películas como Juno (Jason Reitman, 2007) o 500 días con ella (500 Days of Summer, Marc Webb, 2009) han fungido como un contrapeso necesario para balancear un panorama donde abundan churros que exponen una virilidad primitiva –la saga de Rápido y furioso (The Fast and The Furious, Universal, 2001 a la fecha) como máximo estandarte de éstas.

Con un dream-team de comediantes, Virgen a los 40 premia la sensibilidad de un hombre que, tras varios intentos fallidos por pertenecer a ese mundo de machos que le es ajeno, encuentra un amor sincero; todo esto sin dejar de lado un segundo el humor burdo inherente a las fraternidades de sujetos que, basándose en la testosterona, cumplen los estándares sociales.

Por su trayectoria interpretando personajes que con cada intento por lograr aceptación demuestran los rasgos por los que los segregan, Steve Carell parece haber sido la elección perfecta para el papel del protagonista, Andy. Su autenticidad en escena lo distancia, tanto en la cinta como en el ámbito de actoral, de Seth Rogen, Paul Rudd y Romany Malco, quienes imprimen con éxito tonos propios de las stoner flicks. Esta mezcla entre simpleza y crítica honesta vuelven a Virgen a los 40 un pastelazo distinto a lo que abundan en esta generación.

 

Borat: El segundo mejor reportero del glorioso país Kazajstán viaja a América (Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan, Larry Charles, 2006) 

Borat Sagdiyev es un periodista de Kazajstán que viaja a Estados Unidos para hacer un documental. Este icónico personaje de Sacha Baron Cohen se encuentra con personas reales generando choques culturales memorables. Borat, personaje exagerado y descarado en su manera de manifestar sus puntos de vista, permite exhibir la hipocresía estadounidense respecto a temas raciales y morales. Tanto el planteamiento como los resultados del ejercicio desembocan en una comedia que trasciende gracias a la ineludible y espontánea crítica social que realiza.

 

Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine,  Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006)

Pequeña Miss Sunshine es una road movie que, como se acostumbra en el género, culmina en una serie de aprendizajes para sus personajes. Sin embargo, la riqueza de esta cinta radica en la meticulosa construcción de los distintos miembros de la familia Hoover: Olive, una niña rara que sueña con ganar un concurso de belleza viaja con su abuelo que le ha ayudado a prepararse para la ocasión, su padre que se dedica a dar pláticas motivacionales pero en realidad es un fracasado, su tío que recientemente intentó suicidarse, su madre obsesionada con la unión familiar, y su hermano nihilista que ha dejado de hablar. El retrato de esta familia y sus dinámicas disfuncionales resulta ser una reflexión tan cómica como conmovedora sobre los sueños y las ilusiones, sobre la importancia de los vínculos por fracturados que parezcan.

 

V de venganza (V for Vendetta, Lana y Lilly Wachowski, 2006)

Tras la máscara de Guy Fawkes, V, un hombre sin identidad, encarna el difuso límite entre el bien y el mal y la idea maquiavélica de que “el fin justifica los medios” en V de Venganza. (V for Vendetta, 2006) Gracias a la complejidad moral de su comportamiento, su astucia, su locura y su ingenio, se posiciona como una figura heroica que, además de haber globalizado a Fawkes mediante la máscara, se ha convertido en el símbolo de revolución moderna para movimientos como Anonymous. La adaptación cinematográfica de James McTeigue con guión de las hermanas Wachowski de la novela gráfica de Alan Moore y David Lloyd, construye una profunda reflexión en torno al poder y la revolución mediante una trama ubicada en un mundo distópico fascista del que V ha sido víctima. El uso de elementos visuales y narrativos alusivos a hechos históricos nos da a entender que la ficción puesta en escena no está lejos de la realidad y la falta de una identidad para nuestro protagonista es una de las tantas formas de decirnos que todos podemos llegar a ser él.

 

Redacción: Santiago Gómez, Abel Muñoz Hénonin, Ana Laura Pérez Flores y Juanita Porras.
Agradecemos a César Albarrán Torres su asesoría y colaboración en esta serie.