Agnès de cartón

Agnès de cartón

Por | 14 de febrero de 2018

Ahí está Óscar, semidesnudo, reluciente. Esa figura esbelta y altiva que lo caracteriza está engrandecida esta noche, en la que acoge a sus anchas a los suertudos que este año han recibido el honor de aspirar a llevarse una copia suya –¡siempre una copia!– a casa.

No importa la orientación sexual, no importan los rumores que rodean a la estatuilla. El sueño dorado que representa un reconocimiento de la única y mismísima Academia es un deseo universal: todos quieren llevarse a Óscar a casa. O bueno, casi todos (aunque la Academia no lo admita).

Como cada año, para mantener vivas las fantasías que alimentan a Óscar y su industria, los elegidos en turno son convocados a tomarse una fotografía con el rey de la Academia. Entre sonrisas, quizás falsas, ¿o no?, se forman todos los pretendientes en turno delante de la cámara. Un acto suntuoso, en sintonía con el suspenso pecuniario que define al actuar de quien así como es encantador, es también un monstruo de tremendísimo poder.

A la distancia, la fotografía de los nominados de 2018 parece una versión ordinaria de este sublime simulacro: mejillas relucientes, vestimentas de gala, joyas centelleantes y zapatos bien boleados que ensalzan a los espíritus festivos. Las distintas tomas nos confirman lo contrario, no es una fotografía cualquiera de los nominados al Óscar: hay una intrusa en la foto, un recorte de cartón en tamaño humano que representa a la cineasta francesa Agnès Varda, quien no pudo asistir a la ceremonia. En torno al recorte de cartón, a lo largo de la noche, se organizan nuevas e insospechadas tomas fotográficas, tomas que nacen de la necesidad de ser retratado con quien parece la asistente más especial de la noche.  

El gesto, ideado en colaboración con el artista francés JR, codirector de la cinta nominada a mejor documental, Visages, villages (Agnès Varda y JR, 2017), podría pasar como un simple juego. Visto a la distancia, sin saber si en realidad hay una intención consciente de Varda y JR por generar algo semejante, la presencia de la Varda de cartón logra irrumpir en el espacio de poder de un territorio hegemónico como lo es Hollywood, desmantela las fachadas cosméticas y artificiales que caracterizan a la industria.

Cuando miro la fotografía de los nominados al Óscar en 2018, pienso en un dispositivo de (des)montaje por medio del cual el espíritu intrépido de la gran Agnès Varda, en complicidad con un travieso como lo es JR, logra desarticular los mecanismos de poder que reinan sobre una industria que ama el artificio. Lo que miro en la foto, en otras palabras, es una sola persona real rodeada por recortes de cartón: al estar contorneada por gestos que aprovechan su presencia para desprenderse de las ataduras del protocolo, el recorte de Varda cobra vida y, en consecuencia, acartona a quienes la rodean. La Varda de cartón demuestra que un par de impresiones de cartón pueden ser más poderosas que presupuestos cientos de millones de dólares. Es, tal vez, el acto supremo del montaje.


Pablo Martínez Zárate es artista multimedia y fundador del Laboratorio Iberoamericano de Documental de la Universidad Iberoamericana, donde también da clases. Dirigió los documentales Ciudad Merced (2013) y Santos diableros (2015). pablomz.info