Reflexiones sobre Frida Sofía

Reflexiones sobre Frida Sofía

Por | 29 de septiembre de 2017

Pensar requiere tiempo.

A poco más de una semana del triste espectáculo titulado Frida Sofía podemos, quizá, empezar a sopesarlo.

En su aspecto más exterior, y más vano, está la espectacularización de la noticia, algo viejo, muy asentado en el periodismo del siglo XX. Ya en 1951 Billy Wilder lo abordó en El gran carnaval (Ace in the Hole) –Cadenas de roca en México, sólo que el título español tiene más relevancia para este argumento.

Cuando hay una cobertura larga e ininterrumpida de una noticia la información comienza a escasear. Eso marca un ritmo de repetición cíclica que puede ser útil para quien “llega más tarde” a la transmisión y que abre espacio a hacer tiempo mientras se consigue más información o más materiales. Hay otra opción, la de buscar una historia lacrimógena, que garantice una audiencia enganchada, porque inevitablemente los espectadores van a fatigarse del vacío informativo. Cuando se opta por esta opción se pasa de la información sobre lo sucedido e, idealmente, comprobado, al espectáculo en vivo y en presente, una especie de noticia-reality show que tiene los riesgos del impulso y que, en términos periodísticos, tiene también los riesgos de la subjetividad.

Elegir contar la historia de “Frida Sofía” era elegir esos riesgos. Y eso tiene dimensiones políticas también, tanto desde la dimensión del poder-espectáculo de Televisa, como desde la dimensión del juicio de los otros medios y de los ciudadanos. Pensemos detenidamente la cadena de información del suceso para evaluarlo tan objetivamente como sea posible. Con una advertencia: tomaremos por buenas, al menos en principio, las versiones de Televisa porque, por más que nos desagrade, no es culpable hasta que se demuestre lo contrario.[1]

1. Al parecer un vocero de la Marina dijo a media madrugada del 20 de septiembre pasado que habían tenido contacto con una niña sepultada en la escuela Rébsamen que se llamaba Frida Sofía. Para juzgar esto en su medida más exacta hay que tomar en cuenta, al menos, 1) que no sabemos cuántas horas llevaba el vocero o la persona que “escuchó” esto en la obra y que muy probablemente estaba fatigada, 2) que los militares –que merecen todo nuestro reconocimiento levantando escombros espalda con espalda con los ciudadanos– igual que cualquier otro rescatista deseaban honestamente rescatar personas con vida y 3) que las oficinas de comunicación de las fuerzas castrenses no tienen ciudadanos y eso vuelve muy torpe su comunicación con el público. También vale hacerse una pregunta sin fundamento, “sospechosista”: ¿alguien en la Oficina de Comunicación de Presidencia o de Gobernación influyó en esta noticia? A falta de información que la compruebe, la pregunta debe quedarse en el aire. Responderla en estas condiciones sólo sería teorizar el complot.

2. Danielle Dithurbide dio la noticia en vivo, y los presentadores de Televisa la reprodujeron hasta el cansancio, hasta el show vacío. ¿Qué elementos necesitamos para evaluar este punto? Que 1) Dithurbide llevaba demasiadas horas cubriendo la nota, probablemente sin dormir, 2) que como todo periodista estaba buscando la nota y que buscar la nota siempre, siempre, siempre tiene algo amarillista o espectacular, incluso en los medios más serios y reflexivos, y 3) que los presentadores no eligen los contenidos, sino que, justamente, sólo los presentan, son generalmente monigotes de buen ver y con carisma. Hace demasiado se sabe que los medios son estructuras más o menos piramidales donde los contenidos van subiendo desde la fuente hasta una cabeza que selecciona y aprueba qué bajará hacia el público. Alguien en Televisa, seguramente el Director de Noticias, o como se llame el cargo, decidió darle una cobertura especial a esta nota posible buscando tener el rescate en pantalla y mantener el rating desmesurado que el Canal 2 volvió a tener después de mucho tiempo a la baja relativa. Para juzgar esto hay que tomar en cuenta 1) que esta persona tiene como función –execrable, la verdad sea dicha– justamente atraer públicos, 2) que muy probablemente esta persona también estaba en un estado de estrés y cansancio y 3) que apostó por algo desde su oficina, a lo mejor sin tener información probada.

3. El 21 de septiembre en la madrugada el almirante Ángel Enrique Sarmiento Beltrán desmintió tanto la información como su origen. Después de lagrimear por 24 horas la opinión pública dio un vuelco. Los medios cubrieron el error de Televisa y sus presentadores dijeron que toda la información venía de la Marina. Hubo un linchamiento en redes a Denise Maerker. No vale la pena siquiera preguntarse por qué la gente se fue contra ella. Vamos, ¿quién se iba a ir contra López Dóriga o Loret de Mola? Nadie confía en ellos. En cambio Maerker tiene una carrera excepcional en el periodismo mexicano, que incluso logró salir ilesa tras años de trabajo en Televisa. Pero en el momento en que ella tomó el riesgo de convertirse en la sucesora de Jacobo Zabludovsky y Joaquín López Dóriga, seguramente convencida de que el cambio en Televisa iba para a ser para bien y de que ella podría aportar algo, se convirtió en un blanco fácil. Eligió serlo.

La cadena es muy compleja. Hay demasiados actores y demasiados asuntos que tomar en cuenta. Quedémonos con dos aspectos que están extrañamente relacionados. En primer lugar está el amarillismo por el que apostó la institución-Televisa: quemaron todos sus cartuchos por rating, esperando una niñita saliendo de los escombros. En segundo lugar están los espectadores que esperaban una niñita saliendo de los escombros y que desengañados llevaron un enojo justo a un linchamiento en redes de la cabeza más visible de la institución. El impulso es comprensible, refleja la opinión pública, y más aun, es un reflejo más del hartazgo de los mexicanos ante instituciones que mienten, que autorizan construcciones ilegales, que tienen operadores que desvían recursos…


[1] El sistema jurídico mexicano, a diferencia de casi todos los sistemas jurídicos del mundo, no reconoce la inocencia de entrada. De hecho parece que uno fuera culpable y tuviera que demostrar su inocencia. Se trata de un despropósito enorme. Lo más grave es que coincide con los linchamientos mediáticos y televisivos de México. Hay muchas cosas que tienen que cambiar. Yo propongo empezar utilizando la mayor medida de justicia que sea posible en este texto.


Ana María Henríquez es consultora en derechos mediáticos. Fundó y dirige la ONG Medio Medio, S.C.