Los Ksi-Meritos y la estética del horro

Los Ksi-Meritos y la estética del horror

Por | 18 de abril de 2017

Sección: Opinión

Género:

Temas:

En The Stepford Wives (Bryan Forbes, 1975) Joanna Eberhart es una joven madre y esposa que se muda con su familia de la ciudad de Nueva York al tranquilo pueblo de Stepford, en Connecticut. Ella, una mujer que tiene otros intereses que poco tienen que ver con el de ser sólo ama de casa, se siente fuera de lugar al ver que ahora vive en una sociedad en el que las mujeres no sólo están cien por ciento dedicadas al hogar, sino que además lo hacen de manera impecable. Las mujeres de Stepford son intachables desde el punto de vista tradicional: usan vestidos que resaltan su feminidad, su maquillaje y peinados son perfectos, sus cocinas están más que pulcras, su comida es deliciosa.

El filme, basado en una novela de Ira Levin (autor también de El bebé de Rosemary) es en un principio una historia de suspenso y finalmente de horror: los hombres de Stepford han decidido cambiar a sus esposas por mujeres que se apegan más a su deseo, es decir, al modelo de ama de casa con aspecto intachable.

Traigo a colación la cinta de Forbes porque fue lo primero que se me vino a la mente cuando vi el comercial (¿es un comercial, es un videoclip?) que promociona uno de los juguetes fabricados por la marca mexicana Distroller. Esta compañía se volvió exitosa comercializando una imagen caricaturizada de la Virgen de Guadalupe acompañada con la frase “Virgencita plis” y actualmente también cuenta con una línea de muñecos de peluche llamados Neonatos. Una rama de estos últimos son los Ksi-meritos, los cuales conocí gracias al video de marras.

Éste inicia con una niña que saca de un baúl lo que parece ser una falda de tul rosa, y finalmente la vemos colocándose un mandil y varios collares de perlas; a escena entran otras niñas, todas están vestidas, maquilladas y peinadas como las mujeres de Stepford. Se encuentran sentadas en una cama jugando al té, cuando empieza una canción que básicamente describe las tareas que se tienen que llevar a cabo para cuidar a los Ksi-meritos. «Tengo que cuidar a mi Ksi-merito», dice la tonada mientras las niñas voltean a la cámara y comienzan a cantar también.

Esta narrativa –la de un grupo de niñas cantando una canción mientras cuidan a sus muñecos como si fueran bebés– no tendría nada de llamativo si sólo nos concentráramos en este estereotipo, es decir, el de las niñas que juegan ser mamás. Sin embargo, lo que resulta realmente inquietante de este comercial/videoclip es su estética, que lo emparenta, no sé si de manera intencional o no, con un filme de terror. Y es que al igual que las amas de casa de Stepford, las pequeñas mamás de los Ksi-meritos van al salón de belleza, cocinan y planchan la ropa («Aunque esté en el club o cocinando, en el súper o me esté peinando», dice una de las líneas de la canción).

Hacia el minuto 1:35 el asunto comienza a ponerse más tétrico: aparece en escena una mujer adulta acunando a un Ksi-merito, tal como lo han venido haciendo las niñas y luego, éstas realizan una formación en un ambiente semioscuro para repetir las tareas que deben hacer para cuidar al muñeco en cuestión: «Baño, vacuna, comida, repite. Baño, vacuna, comida», repite, en una especie de letanía que, de nuevo, no dejaba de parecerme extrañamente similar a lo que les sucedía a las mujeres de Stepford cuando se “descomponían”.

Después de esta escena pesadillesca, el video se transforma en algo así como una película de Busby Berkeley, con coreografías y tomas cenitales de las niñas intentando hacer figuras geométricas a manera de caleidoscopio.

Más allá de las muchas y justificadas críticas que pueden hacérsele al producto promocionado (los Ksi-meritos son bebés que requieren estar en una incubadora, ya que no han terminado de formarse –¿se trata de juguetes cuya idea principal es la de estigmatizar el aborto?–), en este caso lo que llama la atención es justamente el uso de recursos audiovisuales que funciona en dos niveles: el primero es aquel que sigue abonando a la perpetuación del estereotipo femenino del ama de casa perfecta, aquella cuyos intereses se restringen a las tareas domésticas, al cuidado de los hijos y a ser hermosa. Y, por otro lado, la hipérbole que se hace de dicho estereotipo, al grado de que su representación raya en la caricaturización y, por algunos momentos, en la imaginería del cine de horror.

Al tratarse de un video de tres minutos de duración, su canal natural de distribución es YouTube, donde a la fecha, acumula más de cuatro millones de visualizaciones. Desconozco si éste influyó de manera significativa en las ventas del juguete, pero no puedo dejar de pensar en cuál habrá sido el proceso creativo para llevar a cabo dicha idea. Porque si uno lo ve con mirada cínica, bien podría entenderse como una burla/crítica hacia los productos de Distroller, al explotar esos escenarios cursis en colores pastel, al llevar a un grado absurdo esos vestidos y peinados imposibles, al hacer que las niñas repitan una letanía como si fueran robots mientras realizan coreografías ridículas.

Tristemente, creo que quienes realizaron este video lo hicieron con el simple objetivo de vender más muñequitos. Pero qué divertido sería si no fuera así, si se tratara de algo planeado para hacernos pensar en una especie de secuela de The Stepford Wives, porque algo es cierto, esas niñas que cuidan a sus bebés de manera mecánica y obsesiva, definitivamente son material para una película de terror.


Rebeca Jiménez Calero es comunicóloga. Es profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se dedica a la traducción y edición de subtítulos para festivales de cine.