Terror japonés: 20 cintas fundamentales (1/2)
Por Jessica Fernanda Conejo | 16 de diciembre de 2016
El más allá (Kwaidan, Masaki Kobayashi, 1964)
Japón es uno de los territorios donde el género de terror ha encontrado uno de sus mejores aliados. Muchas de las películas ideadas en este país han sido replicadas en Estados Unidos o han servido de inspiración para encarnar relatos inquietantes que además proyectan malestares de las sociedades contemporáneas –como la relación entre el horror y la tecnología o la vuelta de la muerte para buscar venganza. Seleccionamos 20 cintas fundamentales para conocer uno de los discursos creativos más estimulantes de esta nación oriental. El orden es cronológico.
Puedes leer la segunda parte de esta lista aquí.
20. El más allá (Kwaidan, Masaki Kobayashi, 1964)
El famoso fantasma vengador del llamado J-Horror, la niña o mujer pálida de cabello negro, lacio y largo, tiene uno de sus antecedentes en las historias de espectros que fueron llevadas al cine tras la ocupación norteamericana en Japón. El más allá es, en este sentido, una cinta pionera. Esta colección de cuatro relatos están protagonizados por un fantasma diferente: una mujer de larga y lacia cabellera en “Pelo negro”, una yuki-onna en “La mujer en la nieve”, una corte familiar en “Hoichi”, y un hombre misterioso que se aparece en “En la taza de té”. Cada historia fue adaptada casi totalmente de los textos de Lafcadio Hearn, promotor inglés de la cultura japonesa en la transición del siglo XIX al XX. El más allá fue, en su momento, la película más costosa de la historia del cine en Japón, promocionada por los coloridos decorados pintados a mano por el propio director, y por ser una proeza del cinemascope.
19. Onibaba: El mito del sexo (Onibaba, Kaneto Shindō, 1964)
En contraste con la colorida y estilizada El más allá, Onibaba fue rodada en blanco y negro, y fuera del set, en locaciones naturales. Su banda sonora, plagada de tambores y gritos está ambientada en el periodo Nanbokuchō (siglo XIV). Entre algunas reminiscencias del teatro nō, Onibaba relata la vida de una mujer y su nuera, que han visto partir al hijo-esposo, respectivamente, a la batalla. Esperando su regreso se dedican a matar samuráis y robar sus armaduras para venderlas y sobrevivir. Cuando su vecino vuelve de la guerra y seduce a la nuera, ésta decide frustrar su relación. Una máscara demoníaca termina por llevar al límite el conflicto envuelto en lujuria, celos e ira. El destino final del personaje demoniaco revela la indignación que siempre manifestó el director tras el bombardeo atómico: Shindō se inspiró para su caracterización en las fotografías de las víctimas de la radiación en Hiroshima y Nagasaki, demostrando que si hay algo monstruoso en la sociedad es el impulso humano hacia la destrucción.
18. Kuroneko (Yabu no naka no kuroneko, Kaneto Shindō, 1968)
Cuatro años después de Onibaba, Kaneto Shindō realizó Kuroneko (gato negro), igualmente una historia de época (periodo Heian, siglo VIII-XII) protagonizada por suegra y nuera. Producto de la guerra civil, la presencia de soldados acosa el hogar de las mujeres; ambas son violadas y asesinadas antes de que los perpetradores quemen su casa, que se encuentra en medio de un bosque de bambú. Hacen un pacto con el inframundo para volver como espectros y cobrar venganza asesinando samuráis dentro de una mansión fantasma. El título de la película hace referencia a que un gato negro aparece merodeando alrededor de los cadáveres de las mujeres; más tarde su forma de matar a los samuráis se asemeja al de un gato que les roe las gargantas. El hijo-esposo de las mujeres vuelve a casa mientras se le encomienda acabar con los fantasmas. Cuando con su espada alcanza el brazo de una de ellas, éste toma la forma de la pata de un gato negro. Después del éxito de Onibaba, el filme de Shindō había sido seleccionado para presentarse en el Festival de Cannes, que fue cancelado por causa de los acontecimientos del 68 francés.
17. House (Hausu, Nobuhiko Obayashi, 1977)
Pionero del cine experimental del Japón de 1960, el también director de numerosos comerciales para televisión, Nobuhiko Obayashi, pidió ayuda a su pequeña hija para elaborar el guion de Hausu. A petición de la casa productora Tōhō, tenía el objetivo de idear una película inspirada en Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975). El resultado es un producto extrañísimo que mezcla un argumento simple, efectos especiales animados nada realistas que muchos llamarían “infantiles”, y un rencor escondido hacia los efectos de la radiación atómica en Hiroshima (ciudad natal del director). Kung Fu, Prof, Fantasy, Mac, Melody y Sweet son invitadas por su amiga adolescente Gorgeous a pasar el verano en la casa de su tía. Como en toda trama de casa embrujada, las protagonistas comienzan a ser víctimas de sucesos sobrenaturales que entre caricatura y gore se han convertido en emblemas de la cinta: una sandía que se convierte en cabeza voladora, teclas de piano que mutilan dedos y engullen cuerpos enteros, relojes antiguos que perforan vientres, etc. Algunos críticos la han calificado de “incomprensible”, otros la han colocado en las ediciones de DVD de los Masters of Cinema.
16. Flower of Flesh and Blood (Ginī Piggu 2: Chiniku no Hana, Hideshi Hino, 1985)
Esta película es la segunda de la serie Guinea Pig (varios autores, 1985-88), un conjunto de cintas gore y horror de los años ochenta que se hizo famoso a principios de 1990 cuando el actor Charlie Sheen contactó con las autoridades denunciándola como una película snuff. El realizador, que también es mangaka, se vio forzado a demostrar que el contenido de su filme era producto de una puesta en escena y efectos especiales. Actualmente la distribución en DVD de la película contiene un documental sobre su realización. El argumento está centrado en un hombre vestido de samurái que secuestra a una mujer en las primeras escenas de la cinta y se dedica el resto a despedazarla. La mujer se encuentra bajo el efecto de una droga que, además de mantenerla dormida, pareciera impedirle sentir dolor cuando el tipo le corta las manos, los brazos, las piernas, los intestinos, los ojos y la cabeza. Dos de los momentos más impactantes suceden cuando la mano recién mutilada de la mujer continúa apretando la mano de su carnicero y sigue moviéndose ya separada del cuerpo, y cuando la cabeza decapitada sale disparada por los aires a raíz de la caída de un hacha sobre el cuello de la víctima.
15. El aro (Ringu, Hideo Nakata, 1998)
En definitiva, el máximo boom del cine de terror japonés ocurrió a finales de los años noventa, cuando el guionista Hiroshi Takahashi, y el director Hideo Nakata, adaptaron la novela homónima de Kōji Suzuki para crear El aro. El argumento, deudor de la tecnofobia de finales de siglo, está basado en una cinta de video maldita, que “provoca” la muerte de quien la mira después de 7 días. La periodista Reiko Asakawa investiga el misterioso fallecimiento de su sobrina y sus amigos, que vieron la cinta en una cabaña vacacional antes de su consecuente fin violento. Tanto ella como su exmarido e, inesperadamente, su hijo de 6 años, miran la cinta siendo condenados a la maldición. Sadako, el “fantasma” de El aro, es una adaptación contemporánea de los famosos onryō (espíritus mayoritariamente femeninos que vuelven al mundo físico buscando venganza tras su muerte violenta), que consternó al público por no desaparecer aunque su asesinato fuese aclarado por la protagonista. Entre otras imágenes de la película, la escena en que Sadako se arrastra desde la televisión hacia el mundo “real”, es considerada una de las más terroríficas de la historia del cine.
14. Audition (Ōdishon, Takashi Miike, 1999)
«¿No puedes ir a ningún lado sin tu pie, verdad?», es una frase que resume el carácter de Asami Yamazaki (Eihi Shiina), una de las antiheroínas más memorables del cine japonés contemporáneo y principal figura de Audition. Como indica su título, la película relata la historia del casting que realiza el viudo Shigeharu Aoyama para seleccionar, supuestamente, a su futura nueva esposa. De entre las chicas que acuden a la audición, él se siente atraído por la sencilla y tímida Asami, que poco a poco va revelándose en impactantes cuadros. Destaca la escena de tortura más importante de la cinta, un ejercicio de montaje que demuestra que la violencia en el cine de terror japonés tiene una notable veta estética y formal que no necesita la presencia de ningún fantasma para horrorizar.
13. Blood: The Last Vampire (Hiroyuki Kitakubo, 2000)
Ambientado en la Guerra de Vietnam, este mediometraje de animación narra un episodio en la vida de Saya Otonashi, la llamada “última original”, o “última vampiro”, que es enviada a una escuela ubicada en la base militar estadounidense en Yokota, Japón, a velar por la seguridad de los estudiantes una noche de Halloween. Después de una contundente introducción en el transporte subterráneo, la chica vampiro se enfrenta a otros monstruos, llamados quirópteros, con su particular katana: un canal por el que circula su propia sangre que da muerte a sus enemigos. Su estilo oscuro y mortecino se complementa con el atrayente soundtrack y una crítica velada a la relación entre Japón y Estados Unidos. Existen varias secuelas: un manga, dos series, tres novelas (escritas por el director de animación Mamoru Oshii), videojuegos y una versión live action estrenada en 2008.
12. Pulse (Kairo, Kiyoshi Kurosawa, 2001)
Una de las campañas promocionales de Pulse subrayaba que antes de El aro y La maldición (Ju-On: The Grudge, Takashi Shimizu, 2004) ya existía Kiyoshi Kurosawa, y es que con algunas de sus entregas previas –Cure (Kyua, 1997), Charisma (Karisuma, 1999), el “pequeño Kurosawa” anunciaba que el terror podía tener una dimensión intelectual poco explorada en la era de la tecnología. Presentada en el Festival de Cannes, en Pulse se urde una compleja trama de aislamiento y opresión que privilegia la puesta en escena, la estructuración de los planos y la cinefotografía sobre el efectismo. En un Tokio preapocalíptico, un empleado de una tienda de plantas comienza a comportarse de forma extraña, sin salir de su apartamento durante varios días, y quitándose la vida delante de una de sus compañeras. Poco a poco presencias fantasmales detrás de puertas selladas con cinta roja, los “cuartos prohibidos”, empiezan a infiltrarse en la vida cotidiana. El portal entre los vivos y los muertos son las computadoras y el internet; sin embargo, lejos de un planteamiento superficial en contra de la tecnología, Kurosawa elabora una postura que reflexiona sobre la transformación del tiempo y el espacio, las relaciones intra e interpersonales que generan el vacío y la soledad. Las imágenes de Pulse son una sutil representación de los bordes desdibujados entre presencia y ausencia que se debaten en la desmaterialización de nuestro mundo.
11. Dark Water (Honogurai mizu no soko kara, Hideo Nakata, 2002)
Basada en la novela de Kōji Suzuki (autor de El aro), Dark Water narra la historia de Yoshimi, que intenta obtener la custodia de su hija, Ikuko, tras divorciarse. Con el fin de comenzar una nueva vida, la madre busca un apartamento que pueda pagar. Luego de conseguir un trabajo, así como una nueva escuela para su hija, en el techo del nuevo apartamento aparecen manchas de humedad y goteras de agua sucia. El líquido empieza a esparcirse al tiempo que se despliegan sucesos reveladores. Los problemas psicológicos que tuvo la protagonista por causa de su antiguo trabajo como correctora de novelas “sádicas y gráficas” complican el desarrollo de su personaje. Sin embargo, esto no es lo único que abre mohosos portales entre el presente, el pasado, los vivos y los muertos que no descansan en paz.
Puedes leer la segunda parte de esta lista aquí.
Jessica Fernanda Conejo es licenciada en Comunicación (especializada en Producción Audiovisual), maestra en Historia del Arte y doctorante en Ciencias Políticas por la UNAM. Es miembro del Seminario Universitario de Análisis Cinematográfico.
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