Club de Cuervos, 2ª temporada

Club de Cuervos, 2ª temporada

Por | 3 de enero de 2017

Club de Cuervos, la producción original de Netflix, la primera serie mexicana para el servicio de streaming, acaba de entregarnos su segunda temporada, en donde repite la fórmula de la primera entrega. Esta receta consiste en generar comedia a partir de la burla barata basada en las diferencias culturales entre distintos niveles socioeconómicos, además de una misoginia rampante en donde los personajes femeninos son maltratados de una manera grosera y engañosa. A pesar de que la saga de la familia Iglesias y su malogrado equipo de futbol cuenta con varias mujeres en posiciones protagónicas y algunos capítulos son dirigidos por mujeres, los guiones no dejan de exudar testosterona. En la superficie parece que la serie será aunque sea un poco progresista en cuestión de género, pero pronto saca a relucir el cobre y se muestra hasta anticuada.

Pensemos en el personaje femenino principal, Isabel Iglesias (Mariana Treviño), quien libra una lucha sin cuartel en contra de su hermano Chava (Luis Gerardo Méndez), refrito de aquel detestable mirrey de Nosotros los Nobles (Gary Alazraki, 2013), Javi Noble. Isabel empieza esta temporada al mando del equipo y debatiéndose entre darlo todo por la escuadra o empezar una vida familiar más intensa. En este debate tiene que tomar decisiones tajantes que no es común que se aborden en la televisión o la comedia mexicanas. La oportunidad de los productores era tremenda, pues podrían haber enfatizado el poder que tiene la mujer de hoy sobre su propio cuerpo. Sin embargo, la historia se va por el camino de la culpa e Isabel se convierte en un personaje trágico que obtiene, según la lógica moral del programa, lo que se merece. En el ínter recibe todo tipo de insultos por ser mujer, incluido un lastimero «Vieja malcogida» por parte de su hermano. Ahí donde los productores Gary Alazraki (Ciudad de México, 1977) y Michael Lam (Nueva York, 1975) pudieron haber hecho una crítica a la misoginia mexicana, buscaron la risa barata a costa de ese sexismo tan enraizado en nuestra psique.

Así como sucede con Isabel, las mujeres que deambulan por este festín de sexismo son vistas con ojos nada favorables. Las hay atractivas y con oscuros pasados, estereotípicas mandonas, estrellas porno que son juzgadas por su trabajo (ahí donde pudo haberse dado una discusión inteligente) y señoras motivadas siempre por el dinero. Por el contrario, los personajes masculinos, a pesar de todos sus errores, son vistos todos con complacencia, con el beneficio de la duda. Así, los jugadores del equipo pueden ser traicioneros pero se muestran heroicos cuando son llevados al límite. Chava, un junior insoportable y manipulador, en lugar de ser una caricatura es tratado como un posible héroe. Como en la más artera tradición de la comedia mexicana, las risas son a costa de las mujeres como entes sexuales, mientras que a los hombres se les da solamente una tarjeta amarilla y se les permite seguir jugando. Esto no se da con un afán crítico o de autorreflexión (como lo hace la mejor comedia), sino como una salida fácil.

Así como los chistes son a costa de las mujeres, Club de Cuervos (2015 a la fecha) también repite patrones clasistas en la televisión y el cine mexicanos, en donde las clases pudientes están llenas de virtudes y las populares son el semillero de todo vicio. Ha habido excelentes comedias que ejercen crítica social exacerbando diferencias de clases (desde cintas del periodo mexicano de Luis Buñuel hasta la televisión de Héctor Suárez, profunda ya vista a la distancia), pero no es el caso de Club de Cuervos, donde los millonarios son retratados como seres que pueden caer, pero que al final son virtuosos. Sus súbditos, por el contrario, son representados como personajes débiles o que pueden dar una puñalada por la espalda a la primera oportunidad. El caso más penoso es el del personaje llamado Hugo Sánchez, asistente de Chava, quien es tratado con dolo por los guionistas. El chiste se acaba demasiado rápido y Hugo Sánchez termina siendo el epítome de aquel vocablo tan insultante: «Gutierritos».

Así, Club de Cuervos es una serie entretenida, sí, pero que suelta puras balas de salva a la hora de ser aunque sea un poquito crítica. Una pena que éste sea el material de exportación para la audiencia global de Netflix. Aunque aquí vale la pena preguntarse si acaso es la única opción para cualquier productor que busque un éxito aunque sea modesto, si es el público el que exige esta comedia sexista y clasista, si es demasiado tarde para la autorreflexión televisiva.


César Albarrán-Torres es catedrático e investigador en la Swinburne University of Technology en Melbourne, Australia. Es crítico de cine y fue el editor fundador del portal de la revista Cine PREMIERE. @viscount_wombat