Tutoriales (Fractales sobre la fragmenta

Tutoriales (Fractales sobre la fragmentación fílmica 7)

Por | 25 de julio de 2019

Sección: Ensayo

Temas:

Imagen del tutorial sobre cómo hacer ñoquis de Peaceful Cuisine (2016).

A pesar de que hace décadas sé cómo cambiar un sapo de wáter, la penúltima vez que acometí la tarea salió muy mal, en parte por falta de práctica –que es una manera elegante de llamar a la impericia–, en parte por el innegable decremento en la calidad de todo en el capitalismo basura del presente. Haciéndome responsable tanto de mi fracaso como de mi desconocimiento del estándar de calidad en los sapos entré a internet. Ahí encontré tanto el aparato más adecuado como un tutorial para instalarlo. Y, entonces, la última vez que instalé un sapo de wáter conseguí hacerlo con soltura, excepto por unas rebabas de resina epóxica que pude moldear con las manos antes de que se endurecieran con el agua –si es que se endurecen con el agua.

Conocemos mucho menos de lo que desconocemos, no sólo en el plano intelectual sino en todos los ámbitos del saber. Y si bien siempre ha habido maneras de averiguarlo o de pagar porque alguien resuelva problemas sin que aprendamos ningún método para solucionarlos, en estos días junto a los manuales hay tutoriales. En el caso arriba expuesto el manual, mayormente gráfico, era una guía infalible para instalar el sapo; pero el expertise que el plomero que me apareció en el buscador tenía sobre posibles problemas menores de instalación y sus mejores soluciones evitó que cayera en uno de los errores microscópicos ponderados por el especialista. La diferencia entre el esquema y la mostración comentada del hecho son radicales.

Tutorial es una palabra a la vez extraña y familiar. La Real Academia Española la define ambiguamente como adjetivo («Perteneciente o relativo a la tutoría o a la persona que ejerce el cargo de tutor») y con exactitud como sustantivo masculino («Manual de uso en soporte electrónico»). El diccionario de Oxford coincide en su acepción como adjetivo («Relacionado con un tutor o con la instrucción de un tutor»), y en una de sus dos acepciones como sustantivo («periodo de instrucción impartido por el tutor de una universidad o college ya sea a una sola persona o a un grupo muy pequeño» y «explicación impresa o en la pantalla de una computadora con fines de estudio privado»). El problema principal está en el concepto raíz de tutor, que, si bien, en español puede significar tanto la «Persona encargada de orientar a los alumnos de un curso o asignatura» como el «Profesor privado que se encargaba de la educación general de los hijos de una familia», comúnmente denota a la «Persona que ejerce la tutela». En inglés, en cambio, significa directamente «Profesor privado, típicamente el que enseña a un solo alumno o a un grupo muy pequeño» y este origen ha obligado a recurrir a las acepciones españolas subordinadas y a la creación por calco de un nuevo sustantivo que define a esos «manuales de uso en soporte electrónico» grabados por un «profesor privado [–más bien un especialista–] que típicamente le enseña a un solo alumno [–más bien internauta–]».[1]

Es difícil saber cuántos de estos tutores cobran por sus tutoriales –debe ser la mayoría–, cuántos obtienen otra cosa (autoridad, exposición), cuántos lo hacen desinteresadamente. En cambio, es fácil imaginar cuántas personas han recurrido gratuitamente a un tutorial porque lo hemos hecho prácticamente todos los que tenemos internet –que somos más o menos la mitad de la humanidad. Si lo anterior es cierto, los tutoriales son una de las formas más consumidas de las imágenes en movimiento, una forma documental, aunque no sean necesariamente documentales en forma, si hacemos caso, por ejemplo, a Bill Nichols, debido a que no tienen una intención autoral,[2] aunque sí comunicativa e incluso educativa.

No hay razón para estar de acuerdo con Nichols[3] ni para delimitar lo documental sólo al campo autoral, sobre todo cuando estamos ante una doble articulación que ha incrementado las posibilidades del documental desde que –a grandes rasgos–

1) el documental escapó de la televisión para insertarse en el subcircuito especializado dentro del circuito de festivales y cinetecas, lo que ha significado su legitimidad como vía expresiva y, por lo tanto, en apoyos económicos, inédita, digamos, a partir del año 2000, y en consecuencia ha multiplicado sus derroteros creativos (piezas como las realizadas por el Laboratorio de Etnografía Sensorial de Harvard, documentales que pertenecen a géneros como la memoria y la microhistoria, reconstrucciones históricas que entendieron que el legado de Peter Watkins es radicalizar lo que él creó en su obra temprana…), y

2) han aparecido todo tipo de registros documentales hechos por el pueblo llano, que van desde la captura de lo cotidiano y lo excepcional en lo cotidiano, hasta hechos políticos cercanos al periodismo como los testimonios ciudadanos en coyunturas históricas y, justamente, los tutoriales.

La doble articulación aquí presentada permite marcar la distancia entre los alcances de ambos campos: el documental festivalero apuesta por la autoría y la autoridad moral e intelectual del creador y por el público (limitado) del circuito donde se exhibe; el tutorial apuesta por partículas informativas de relevancia inmediata y pasajera, basadas en el saber hacer de un especialista y tienen un público indefinido (y potencialmente ilimitado). En el fondo esta articulación revela un campo en conflicto del conocimiento que comenzó con La enciclopedia.

Tomando ese punto de partida, La enciclopedia, Georges Simondon distingue, a muy grandes rasgos, tres etapas en la transmisión del conocimiento técnico:

– Primero, con la aparición, precisamente, de La enciclopedia (1751-72), todas las personas que pudieran leer tenían la posibilidad potencial de acceder a todo el conocimiento (europeo).

– Desarrollos posteriores como Instrucción para pastores y ganaderos (Instruction pour les bergers et pour les propriétaires de troupeaux, 1782), de Louis-Jean-Marie Daubenton, le dan más peso a los grabados que a las palabras. Con ello la «civilización de la palabra le abre espacio a la de la imagen». Asunto no menor debido a que «toda expresión verbal tiende a ser iniciática», mientras que «basta poder percibir para comprender la expresión esquemática».

– El proceso de divulgación de la técnica podría completarse con las imágenes en movimiento, que Simondon no entiende del todo en 1958, pero cuyo potencial prevé: piensa que las imágenes que transcurren en el tiempo son ideales para un mayor alcance de la información, pero se queda en la visión apocalíptica[4] de que el cine y la televisión sólo generan emociones.[5]

Y, pues bien, Simondon, tiene razón: la imagen es un sistema de comunicación mucho más eficiente que la palabra escrita y tiene la virtud de que no requiere un entrenamiento previo ni el acceso a lenguajes especializados. Aún más, tiene razón en el potencial de las imágenes en movimiento: las imágenes acompañadas de una explicación dan una cantidad de información inmediata, opcional y conjetural inaudita. Esta información visual-y-auditiva reúne los ámbitos de expresión populares por excelencia (el icónico y el oral) para extender el proyecto enciclopédico más allá de la enciclopedia: el conocimiento, en el tutorial, no es sólo accesible para todos, sino que es generado por todos.

Enciclopedismo e Ilustración, no tienen por qué ser lo mismo. La Ilustración, debido a su complejidad, muchas veces impostada, a sus grados, a su tradición encerrada en los libros, nunca ha sido universal. El conocimiento para todos, se esconde en los márgenes, ahora los márgenes del internet, adonde todo mundo tiene acceso por fin gracias a que pudo hacerse de las herramientas que permiten mezclar imágenes en movimiento con palabras y colgarlas en un lugar misterioso hasta que alguien necesite saber cómo poner un sapo de wáter, cómo aplicar una resina para joyería, cómo amarrarse las agujetas, cómo cortar un pepino…


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Escuela Superior de Cine, la Universidad Iberoamericana y el Centro de Capacitación Cinematográfica. Estudia el doctorado en Filosofía, Arte y Pensamiento Social en la Escuela Europea de Postgraduados. Coeditó con César Albarrán Torres el dossier “Latin American Cinema Today: An Unsolved Paradox” de Senses of Cinema 89 (diciembre 2018). @eltalabel


[1] Fuentes de referencia: Diccionario de la lengua española, versión iOS 1.6.1, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Madrid, 2016/2019; Oxford Dictionary of English, versión iOS 10.0.18, Oxford University Press, 2013/2019.
[2] Una de las preocupaciones fundamentales de Nichols es la voz (poética, narrativa, retórica o cualquier mezcla de las anteriores) del documentalista como seña de estilo, lo que indudablemente lo afilia a la tradición culta, donde la figura del creador ocupa un lugar pro y preminente. Ver, “What Gives Documentaries a Voice of Their Own” en Introduction to Documentary, Indiana University Press, Bloomington, 2017, pp. 48-68.
[3] Honor a quien honor merece, en la tercera edición de Introduction to Documentary –la ya citada–, Nichols se detiene brevemente en los fenómenos documentales internéticos aunque no los puede concebir fuera de la labor autoral aún (op. cit., pp. 114-115). Enfatizo el aún porque su libro es tanto una radiografía de la práctica documental como un ejercicio de rigor sobre la revisión, reevaluación y actualización del pensamiento propio.
[4] En el sentido que le da Umberto Eco: un apocalíptico es quien ve una amenaza a la alta cultura en toda expresión que no corresponde a sus valores. Ver la introducción de Apocalípticos e integrados (Debolsillo, 2017).
[5] Ver el apartado III (pp. 135-149) de “Les deux modes fondamentaux de relation de l’homme au donné technique”, primer capítulo de la segunda parte de Du mode d’existence des objets techniques (Aubier, París, 2012); todas las citas están en la página 139. (Hay edición española: El modo de existencia de los objetos técnicos, Prometeo, Buenos Aires, 2008). Este tratamiento esquemático no me permite discutir afirmaciones dudosas –incluso si contienen algo de verdad– como: «El Renacimiento constituye la primera manifestación del espíritu enciclopédico» (p. 137).