Fractales sobre la fragmentación fílmica 4
Por Abel Muñoz Hénonin | 6 de septiembre de 2017
Sección: Ensayo
Temas: Edición de videosMemesVideos en internetVideos virales
Seguramente la práctica más radical de lo que ocurre en línea está en la reapropiación pop. Con esto me refiero a la reutilización y mezcla de partículas provenientes del acervo audiovisual universal. El ejemplo más abundante es el meme, pero también ocurre con imágenes en movimiento. Aquí hay un ejemplo reciente:
https://www.youtube.com/watch?v=z9V4czpLYxA
Lo particular del ejemplo no es que el audio de Dross haya sido inserto en El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back, Lucasfilm, 1980) sino que fue utilizado para toda una serie de gags, por, es de suponerse, varios agentes anónimos. Aquí un ejemplo más:
Por no dejar fuera un contraargumento pensemos en que el caso de Luna de Plutón (Dross Rotzank, 2015) sea una campaña publicitaria bien estructurada. De ser así no habría agentes anónimos sino un equipo remunerado tanto para crear una estrategia como para producirla. Sin embargo, de cualquier forma, hay una reapropiación pop. La cuestión es menos interesante si se trata de una campaña que si se trata de una especie de videomeme. Pero hay suficientes ejemplos como para considerar el fenómeno en sus implicaciones, que son mayormente políticas –me atrevo a decir que de manera involuntaria, pero políticas a fin de cuentas– en un contexto de ruptura.
¿Por qué? En primer lugar, porque en Occidente, toda apropiación cultural que viene del pueblo, escapa a los límites de la Ilustración. Probablemente una de las pocas cosas que sí caracterizan a la megacultura occidental –porque, en general, se trata de asuntos humanos más o menos genéricos asumidos como propios o únicos– es su estratificación cultural: hay un “alta cultura”, ardua, excluyente, intelectual, antiemotiva y solemne opuesta a muchas culturas populares y folklóricas –la distinción es falsa, aunque creo que expresiva– coloridas, emotivas, vulgares y sobre todo irónicas. En estas últimas es donde se están generando estos juegos dialécticos de manera natural: sus ejercicios de reapropiación son legibles por sí mismos a diferencia de las reapropiaciones sancionadas por el mundo del “arte”, que a menudo requieren tratados para comprenderse porque no se bastan en sí mismas.
Pero la dimensión política más grande de la reapropiación pop –y en este punto se empalman los memes y los videos– es que nos están enseñando cosas que no sabíamos de las imágenes, que están explorando un lenguaje desde su lógica interna. Todas las lenguas son creaciones colectivas, pero las imágenes no habían estado nunca antes verdaderamente al alcance de todos, al menos en teoría (no todo mundo tiene una computadora o un smartphone, y menos algún programa para editarlas).
¿Y cuál parece ser el aprendizaje en este punto? Curiosamente uno muy viejo: que es la combinación de elementos la que crea significado. En nuestros ejemplos secuencias de El Imperio contraataca o de Bob Esponja (Nickelodeon, 1999 a la fecha) con audios provenientes de fuentes distintas. Pero también que la imagen requiere de la palabra (escrita o hablada) o de algún otro discurso sonoro (música, por ejemplo) para completar su sentido. Y por último que el proceso de comunicación es más eficiente si la configuración icónica es reconocible.
Queda un cabo suelto: la ironía. Abordémoslo por oposición. ¿Se han fijado en cuán pocos de los “grandes artistas” del canon saben reír y saben hacer reír (en su obra)? La imagen del creador es o la del excéntrico engreído o la del insomne atormentado. La verdad es que son figuras tan profundas o tan absurdas como la de quien se carcajea con la boca llena por haber contado un chiste vulgar o quien sabe burlarse de su barriga y sus verrugas. Sólo que los primeros no lo saben –más bien no quieren saberlo– y los segundos sí. El internet, como espacio cómico, es un recordatorio de la banalidad de cualquier construcción cultural, un recordatorio surgido desde abajo. Y por eso opera como un ámbito político de ruptura.
Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Escuela Superior de Cine y en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014). @eltalabel
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