Fractales sobre la fragmentación fílmi

Fractales sobre la fragmentación fílmica 6

Por | 4 de julio de 2018

Ver a Paul McCartney haciendo el «Carpool Karaoke» con James Corden es una de las experiencias estéticas más potentes que he tenido este año. Me acordé de mi hermano, más joven que yo, llevando a los Beatles a una casa donde se escuchaba mayormente músicas latinoamericanas o piezas clásicas y revelando un cariño hacia el rock que mi papá había abandonado por un tiempo; de las horas de escucha que derivaron en que aprendiera, por fin, algo de inglés; de que el dominio del instrumento de McCartney y el hecho de que fuera zurdo, como yo, influyeron sin duda en que yo haya decidido ser un bajista-vocalista en mis primeras bandas… McCartney en su casa de la infancia, en una peluquería de Penny Lane… provocó que se me escapara una lagrimita. Es decir, me pasó lo que a ¿miles?, ¿cientos de miles?, ¿millones? de personas por, supongo que, todo el mundo.

El «Carpool Karaoke» de The Late Late Show with James Corden (2015 a la fecha) es un fenómeno hace años pero, sin duda, el segmento de 25 minutos donde aparece Paul McCartney ha sido el más exitoso hasta ahora. Esto se debe tanto al formato, como a la iconicidad del beatle y a la nostalgia. Con estas bases podemos aclarar la razón por la que el sketch fue, en efecto, una experiencia estética –al menos para mí–: reunió la belleza de lo banal, con la de las saudades y la de la música.

En otro orden de las cosas, este sketch ilustra con toda claridad una contradicción visible en internet: los contenidos más trascendentes –hasta el momento– arrastran algo de los medios y de la cultura anteriores a él. McCartney es una de las figuras más reconocibles del siglo XX, un siglo de medios verdaderamente masivos, que en los hechos ayudaban a conformar las ideas y sensaciones de identidad y de cosa pública, lo que no pasa, paradójicamente, con ningún contenido difundido por las redes sociales, captoras de cantidades de usuarios inimaginables para una cadena de televisión, una de radio, una sala de cine.

Usuario es una palabra clave. Indica a un sujeto activo pero aislado que comparte y a veces produce información. A diferencia de los usuarios de las redes sociales, los medios de comunicación anteriores, los medios masivos, tienen audiencias, amplios conjuntos desagregados de sujetos interpretantes.[1] Los medios masivos están muy relacionados con contenidos pensados para grandes audiencias, lo que las democratiza, las hace pueblo (δῆμος [dḗmos]) en un sentido simbólico antes que político. Los nuevos medios, o mejor dicho, el nuevo metamedio de comunicación que es internet, está conformado por plataformas –algunas de ellas y no sólo las redes sociales son macroplataformas– donde se distribuyen contenidos que llegan a usuarios adscritos a grupos de interés de todas las tallas concebibles. Los usuarios, además, están expuestos a contenidos de manera fragmentaria y azarosa. Y algunos de esos contenidos tienen un impacto muy amplio, tanto que logran conformar una suerte de audiencia en su sentido masivo, como el Carpool Karaoke con Paul McCartney.[2] Se trata mayormente de imágenes en movimiento[3] que empalman las lógicas de medios masivos/audiencias con las de internet/usuarios, una especie de conexión entre el pasado y el presente. De ahí que se trate de un fenómeno actual y melancólico.

Por el momento ese encuentro es la nueva masividad. Hay veces que los asuntos más interesantes son anticlimáticos.


[1] Aunque la vox populi consideraba (y considera) que las audiencias se embobaban frente a la televisión y así se volvían susceptibles de ser manipuladas, los estudiosos de los medios y de la comunicación saben hace mucho que en realidad las audiencias mantenían (y mantienen) papeles muy activos (interpretativos), independientemente de que estén arrellanadas en sillones o preparando la merienda, frente a los contenidos de los medios. Este no es el lugar para discutirla, pero, por ejemplo, la teoría de usos y gratificaciones apunta en ese sentido (un resumen, que incluye una lectura crítica, es la ficha que Tim O’Sullivan realizó al respecto en Conceptos clave de comunicación y estudios culturales, Amorrortu, Buenos Aires, pp. 363-366). La vox populi incluye también una crítica implícita a su propia idea: los enajenados siempre son los demás, unos demás totalmente abstractos, no quien los acusa de pasivos.
[2] Queda conocer algo parecido a un rating, que es una medida de lo público. En el momento en que redacto este pie de página (29 de julio de 2018 a las 6:56 a.m.) tiene 21,529,017 visualizaciones en el YouTube de The Late Late Show, pero eso no significa que todas las personas que lo vieron lo hayan hecho en ahí debido a la lógica de compartir en racimo de las redes sociales y de reproducir contenidos de otras plataformas del internet más clásico.
[3] La decisión de Facebook de priorizar las imágenes en movimiento sobre la palabra escrita debe tener mucho que ver, por cierto.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Escuela Superior de Cine y en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014). @eltalabel