Paquita Salas

Paquita Salas

Por | 3 de agosto de 2018

Hoy en mi ventana brilla el sol
y el corazón se pone triste contemplando la ciudad
Por qué te vas

Cuando Ana (Ana Torrent) y sus hermanas salen de casa en la secuencia final de Cría cuervos (Carlos Saura, 1976), la icónica canción «Por qué te vas» interpretada por la hispanobritánica Jeanette acompaña su recorrido por las calles de una Madrid con enormes carteles publicitarios en sus muros, con grafitis y pintas que inauguraban un nuevo diálogo entre sus habitantes, a un año apenas del final de un régimen militarizado que determinó el rumbo no solamente de la vida pública española, sino también del ámbito privado, como justamente expone la película de Saura.

Con otra Madrid como escenario, Paquita Salas (Brays Efe) también vive una especie de cambio de régimen, aun sin cambio de gobierno o de gran reordenamiento de los ámbitos “importantes” de la vida pública. Paquita se está quedando. En su trabajo como representante de talentos para los medios de comunicación, la cartera enflaca y su don de gentes es cada vez más obsoleto para una industria a la que sirvió un par de décadas y que ahora se comporta de una forma distinta.

A pesar de su habitual altiveza frente las adversidades, Paquita no puede esconder la melancolía que sale a relucir en los bares y las fiestas. La españolía que añora de ese aquel entonces se exhibe en los tragos que pide enfática y puntualmente de la ginebra malagueña Larios, que como muchas marcas locales en distintos países, ha cambiado de dueños más de una vez, debido al avasallador mercado internacional que se inmiscuye en las formas de consumir de todos los rincones posibles.

Que Larios sea propiedad de Beam Inc, de Suntori, o se use ya para limpiar mesas, a Paquita le viene guango porque es la ginebra de siempre. Y el gesto no es menor en una serie que, a pesar de dar espacio a quienes se «cagan en España», como la vasca Edurne Bengoetxea (Verónica Echegui), también aprovecha cada espacio mínimo para rendir tributo a grandes estrellas del cine y la televisión española (Paz Vega, Ana Obregón, Beatriz Luengo, entre muchas otras), ya sea a través de menciones o en breves apariciones a cuadro.

A «Los Javis» (Javier Ambrossi y Javier Calvo, [Madrid, 1984 y 1991 respectivamente]), como se le conoce popularmente a la pareja de directores y escritores de Paquita Salas (2016 a la fecha), poco parecen molestarles las contradicciones por las que muchos otros se rasgan las vestiduras: ellos aman la España de Rosalía, catalana que utiliza la técnica andaluza del cante jondo para hacer música pop, la España de Belén Esteban, su música pop, sus formas tan propias de pronunciar las palabras anglosajonas e incluso se atreven a decir que en su boda colocarán las banderas de España y de Cataluña juntas.

Probablemente es tema de otro texto a poner a debatir las contradicciones de Los Javis. Bien pueden considerarse sus atrevimientos como aportaciones para echar por tierra los prejuicios y las naturalizaciones en que se incurren en nombre de los conceptos de nación, soberanía o de cultura nacional, a través de sus formas tan paradójicamente españolas de abrazar la interacción entre sentidos de diferentes latitudes y sus procesos de identificación con el país de origen. Sin embargo, cabe también preguntarse si en dicha postura no hay una actitud de poca reflexión frente a la historia y un resquebrajamiento de las posibilidades de diálogo entre generaciones. Me inclino levemente más por lo segundo al preguntarme si no es precisamente esa España que imaginan (como imaginarios en el profundo sentido del término siempre han sido los Estados nacionales) Los Javis, la España que Paquita no entiende y la va dejando.

El estilo documental de la serie permite presenciar las carencias íntimas de una mujer que a sus cincuenta años se resiste al olvido y a la pérdida de las prácticas que, por más nimias que parezcan, le conceden sentido a su andares. Y es que a pesar de los esfuerzos (y a veces la necesidad) por jubilarlas, qué difícil es no querer un poco nuestras nefastas patrias, al menos en esas partes blandas, como son sus sonidos o sus sabores. Larios y torreznos para Paquita.

***

No puedo evitar deternerme, aunque sea brevemente, en el cuerpo de la protagonista. Paquita es una mujer cis, que roza los cincuenta años, con sobrepeso. ¿Podría ser su historia otra cosa y no comedia? Y antes de responder vale apuntar que a Brays Efe (Las Palmas de Gran Canaria, 1988) no lo eligieron: él se inventó el personaje como parte de una broma que han relatado Los Javis en distintas entrevistas. Para fortuna de quienes sostienen la dicotomía de género, es común que un acto de travestismo sea una broma, o que incluso sólo sea posible en la broma. Y es un debate serio el que podría plantearse respecto al por qué elegir a un hombre para hacer de mujer.

Paquita, como se dijo ya, no es una mujer trans, pero el acto de interpretarla es travestismo y a pesar del tono vocal de Brays, eso se nota. Se nota también que no es la intención de sus creadores ocultar el género del actor ¿Por qué no entonces recurrir a una actriz trans para intepretar el papel, en lugar de darle bola a la vieja broma del hombre que se viste de mujer? Me parece que la pregunta fue respondida indirectamente por Abril Zamora, actriz trans de la serie Vis a vis (Globomedia, 2015 a la fecha), pues a pesar de reconocer que le «causa úlcera ver a un muchacho con peluca haciendo de mujer» y que una mujer trans debería ser interpretada por otra mujer trans, no deberían existir limitantes para que cualquiera pudiera interpretar un papel con el género que fuera. Pero que una mujer trans haga en televisión a una mujer cis, que yo sepa todavía no sucede, y el travestismo sigue siendo principalmente una broma de espectáculos de masas, incluso en el caso de Paquita, a pesar de la complejidad que, valga reconocer, sus creadores le han dado al personaje.


Mauricio García García estudió la maestría en Estudios Culturales en la Universidad Veracruzana y trabaja como asistente editorial en Larousse.