Aniquilación
Por David Ornelas | 5 de abril de 2018
Se sabe que en Paramount no estuvieron contentos cuando vieron el primer corte de Aniquilación y le pidieron a Alex Garland, director y guionista, que realizara algunos cambios de argumento y montaje. Garland (Londres, 1970) se negó y después Netflix decidió asumir el riesgo de comprar y exhibir la película, sin modificaciones, en su plataforma.
No es nuevo que las majors, o lo que queda de ellas, minimicen, como toda empresa, los riesgos de pérdidas cuantiosas que las pongan en la cuerda floja. Lo que puede resultar interesante es imaginar cuáles fueron algunos de los focos rojos que se encendieron para los guardianes de las finanzas de la productora.
Un meteorito cae en la costa de Florida en un faro sobre la playa. Del punto donde impactó, emana un resplandor iridiscente que altera toda ley natural conocida. Lena (Natalie Portman), exmilitar y profesora universitaria de biología, y otras cuatro mujeres, se ven involucradas en una tarea de investigación en la zona afectada. Juntas conforman un nuevo comando para una misión clasificada de la que sólo un hombre ha regresado con vida: el esposo de Lena.
Entiéndase que cuando se hable de los riesgos que corre Garland, será en oposición a ese cine sustentado en fórmulas ampliamente probadas; ese cine diseñado e impulsado por empresas similares a la que no quiso llevar Aniquilacion (Annihilation, 2018) a la pantalla grande. Dicho esto, las distinciones saltan desde el principio de la película, que arranca en el final de la historia contada, cuando vemos las dificultades que tiene Lena para precisar lo ocurrido en la misión a la que fue enviada. No hemos visto nada, pero intuimos que estamos pisando terrenos inciertos y hostiles. La duda, y los miedos que ésta evoca, ya no se dispersarán el resto de la cinta, que se mantiene siempre en un ir y venir entre la ciencia ficción y el terror psicológico. ¿Incomoda esta dualidad en el género y la narrativa no lineal a los mercados de exhibición?
La zona afectada por el impacto del meteorito se convierte en un territorio de transgresión de las normas biológicas. Un microuniverso en expansión donde las mutaciones genéticas se desbocan, para dar paso a todo tipo de mezclas fisiológicas y comportamientos animales. Garland explora sin tapujos las posibilidades visuales de violencia y las atmósferas de terror que permite la naturaleza exponencialmente desbordada, más bella y aterradora por su misterio que nunca.
No hay descanso ni contemplaciones duraderas en sus parajes, porque en esos paisajes que embelesan, se agazapan también temibles criaturas. No hay límite para las formas ni los colores. Tampoco parece haber explicaciones precisas de lo que ocurre, mucho menos culpables visibles. ¿Tanta libertad irritaría a los patrocinadores?
Evidentemente, las obras de ciencia ficción permiten un comentario al presente en que se crean. En el cine con el que estamos contrastando la cinta de Garland, abundan los argumentos centrados en imaginar futuros caóticos si los problemas del mundo siguieran el curso actual o si la humanidad entrara en conflicto con vida extraterrestre.
Aniquilación hace su mejor esfuerzo para escapar a estas premisas gastadas. Es decir, aquí también hay una amenaza del exterior y el gobierno estadounidense se ve forzado a tomar cartas en el asunto, pero las misiones clasificadas en esta historia tienen más un animo de investigación que bélico. ¿Paramount pedía guerra?
Más allá de eso, Garland se interesa por las motivaciones íntimas de las cuatro mujeres que se internan con Lena en la zona afectada, pues parece, de entrada, un acto suicida. La incertidumbre de atravesar el territorio transgredido funciona entonces como ese camino arduo que se recorre cuando se afrontan las heridas internas; y el faro al que se quiere llegar, donde impactó el meteorito en la playa, se convierte en un destino anhelado, no para salvar a la galaxia, sino para encontrar respuestas en esa luz iridiscente que lo transforma todo. En el camino, muta la naturaleza, pero también cambian las protagonistas –al menos lo que pensábamos de ellas desde nuestros prejuicios– y se alumbran detalles autodestructivos en sus pasados. ¿Les molesta a los magnates del cine que los personajes parezcan persona reales? ¿O quizá les moleste que las protagonistas sean mujeres a las que no pueden colgarles etiquetas?
Quizá todo sea un movimiento calculado: hacer una película para venderla y olvidarse del resto del control de daños. La ley del mínimo riesgo financiero. Como sea, ya está empezado el ejercicio de pensar en algunos puntos que separan considerablemente a Aniquilación del resto de su clase, distinguiéndola como una cinta de valores importantes que, al menos por ahora, nos perderemos la oportunidad de apreciar en salas de cine.
David Ornelas estudió Comunicación Social de la UAM-X. Trabajó en el Centro de Documentación de la Cineteca Nacional y ha escrito sobre cine en algunas publicaciones digitales.