Historia del cine nigeriano en cuatro mo

Historia del cine nigeriano en cuatro momentos

Por | 30 de octubre de 2020

Nigeria Flash (Joshua E. Umia, 2019).

El cine nigeriano, hoy conocido principalmente por Nollywood, se ha consolidado como una de las principales industrias fílmicas del mundo en los últimos años. Sin embargo, pensarlo como un proceso constante, homogéneo y que responde a las lógicas de producción estadounidenses, reduce completamente las particularidades que lo determinan y las riquezas que muestran las posibilidades que ha abierto para todo tipo de producciones.

Hicimos una selección de cuatro puntos clave para entender rápidamente los procesos históricos y creativos que están en juego. En el texto que complementa este díptico narramos la historia del cine nigeriano con mucho mayor detalle.

 

La Unidad de Cine Colonial

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The Colonial Film Unit (1946).

Durante el periodo en que Nigeria estuvo bajo el yugo británico hubo algunas películas de ficción dirigidas por directores ingleses, sin embargo, el cine destinado a la población local provenía mayormente de la Unidad de Cine Colonial, un equipo que buscaba educar a los “súbditos” del Imperio al tiempo que intentaba generar una sensación de pertenencia entre todos los pueblos y los territorios. Su centro en América estaba en la Guyana Británica; el de África estaba en Nigeria, donde destacan las películas de William Sellers, un funcionario de salud que, para evitar la propagación de enfermedades y enseñar ciertos hábitos de higiene, comenzó a viajar por el país con un cine móvil.

El lenguaje que Sellers utilizó en estos pequeños cortos documentales, y de alguna manera de propagandísticos, era sencillo y sin demasiadas complicaciones: no usaba movimientos de cámara, así como tampoco diálogos muy largos, bajo el prejuicio de que los espectadores de África podrían confundirse. Lo interesante de este doble juego en relación con el público de las películas es cómo evidencia las contradicciones del imperialismo cultural: había una suerte de responsabilidad de los británicos hacia las poblaciones locales, que como, por ejemplo, los mineros galeses, requerían educación, pero al mismo tiempo se partía de un primitivismo intrínseco, derivado, de la “superioridad cultural” y el racismo. Y, naturalmente, las películas estaban narradas en inglés como una estrategia de homologación tan exitosa que la mayor parte de la producción reciente está hablada en esa lengua.

Después de este cine colonial –salvo por algunos intentos muy menores de realizar una producción cinematográfica en Nigeria– se tuvo que llegar hasta la llamada era del videohome para que este país pudiera mirarse con sus propios ojos.

 

El cine clásico (hecho en video)

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Living in Bondage (Chris Obi Rapu, 1992-93).

Durante los 80 y hasta la primera década del nuevo milenio, en Nigeria se produjeron muchísimas películas primero en videocassettes y después en DVD, la gran mayoría habladas en igbo y yoruba. Algunas eran completamente amateurs; otras estaban apoyadas por televisoras. En ambos casos terminaban siendo comercializadas en los mercados locales donde podían tener una distribución mucho mayor, ya que casi no existía producción de cine tradicional ni lugares para exhibirlo. Este es el caso de Living in Bondage (Chris Obi Rapu), una película de dos partes, la primera realizada en 1992 y la segunda en 1993, que supera las cinco horas de duración en total.

Es la historia de una pareja en la que, tras varios problemas económicos y en su relación, el marido, Andy, termina por asesinar a su esposa, cuando entra a una secta satánica donde le prometen riqueza a cambio de vender su alma y sacrificar la de su mujer. Después de levantar sospechas en la familia de su pareja, entre otras complicaciones, y comenzar una nueva relación, Andy encuentra la redención con un grupo cristiano. Aunque una sola película no basta para armar un panorama complejo, da una idea de un universo cinematográfico popular marcadamente particular.

 

Nollywood

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The Wedding Party (Kemi Adetiba, 2016).

Hoy Nigeria es una de las principales industrias cinematográficas del mundo. Pasando la época de los videohomes de estilo local, comenzó a producirse un cine con presupuestos más amplios y con intención de abarrotar las salas nacionales, internacionales y cualquier otra plataforma que le dé un espacio. The Wedding Party (Kemi Adetiba, 2016), es la película que consolidó este propósito. Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, con una trama sencilla –y corriendo el riesgo de ser reduccionistas hasta lo universal– se ocupa de una pareja proveniente de dos familias adineradas de Nigeria, que debe sortear diversas situaciones, todas en tono de comedia, para tener un final feliz (al menos hasta que llegue la secuela). Falsos adulterios, secretos familiares, bancarrotas, asaltos y huidas son situaciones que podrían pasar en esta y en cualquier otra película comercial del mundo.

La mayor parte del tiempo está hablada en inglés, sin embargo, algunos cantos de celebración, insultos y discusiones donde parece que la verdad se revela, están en yoruba e igbo, las lenguas con más hablantes en el país. El lenguaje cinematográfico es similar al estándar mundial, no cambia ni propone, aunque sí narra de manera clara y tiene un indudable tono local.

Mirar un cine que podría parecer lejano para nosotros, y darnos cuenta de que está hecho igual que nuestro cine comercial o como cualquier comedia hollywoodense, no puede no llevarnos a hacernos algunas preguntas, para comenzar, sobre la homogeneización de la cultura.

 

Otros cines populares

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Nigeria Flash (Joshua E. Umia, 2019).

Aunque el cine para salas es un éxito en Nigeria, no sólo dentro de sus fronteras sino también en el resto de África y en los países europeos donde hay migrantes nigerianos, lo cierto es que también se está viendo y produciendo un cine muy distinto. Las grandes producciones no pueden llegar a todos en el país, debido a que las salas están concentradas en las ciudades y sus costos resultan privativos para gran parte de la población. En cambio, internet y la tecnología móvil han logrado, en conjunto, penetrar hasta el último rincón. La mayor parte de las películas se fragmentan y son vistas como sketches hiperdramáticos, que no sólo se encuentran en línea sino que son descargados por alguien y compartidos con el resto de su comunidad generalmente en celulares. Bajo esta lógica se producen todo tipo de cortos, que van desde parodias de los éxitos locales hasta sketches originales y todo tipo de aproximaciones audiovisuales, en general en tono de comedia.

Ejemplo de esto es Nigeria Flash (Joshua E. Umia, 2019), corto producido por un joven y sus amigos, quienes realizan el sueño de cualquier fan: mezclar al universo Marvel, los poderes de algunos personajes de DC, lo que parece ser Terminator y hasta los sables de luz de Star Wars, para contar una historia en fragmentos que luego se suben a YouTube.

Es cierto que esto se hace en todo el mundo, sin embargo, el impacto que ha tenido en Nigeria parece particularmente importante, no sólo porque han trascendido internet, sino porque parece que, como en la época de los videohomes, los creadores se han aprovechado no sólo de los medios de producción sino también de distribución, para democratizar las herramientas audiovisuales. Nigeria Flash es apenas un ejemplo. Quién sabe qué otras aproximaciones, historias y lenguajes podrían detonarse con estos ejercicios.


Hiram Islas estudia cine en la Escuela Superior de Cine y forma parte de la redacción de Icónica. Estudió Filosofía en la UNAM.

 

Revisión: Grecia Juárez y Abel Muñoz Hénonin.