Breve historia del cine nigeriano

Breve historia del cine nigeriano

Por | 30 de octubre de 2020

Sango (Obafemi Lasode, 1997).

El cine nigeriano, hoy conocido principalmente por Nollywood, se ha consolidado como una de las principales industrias fílmicas del mundo en los últimos años. Sin embargo, pensarlo como un proceso constante, homogéneo y que responde a las lógicas de producción estadounidenses, reduce completamente las particularidades que lo determinan y las riquezas que muestran las posibilidades que ha abierto para todo tipo de producciones.

Para entender los procesos que están en juego hacemos un recuento de su historia. En el texto que complementa este díptico nos detenemos en cuatro películas en concreto.

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Desde la época colonial, en Nigeria hubo una producción modesta a cargo de la Unidad de Cine Colonial, organismo que tuvo como función realizar propaganda a favor de la Corona Inglesa y que estuvo en funciones entre la Segunda Guerra Mundial y 1955 en los “territorios británicos” de África. Uno de los primeros impulsores de este proyecto, en especial en Nigeria, fue el funcionario de salud William Sellers, que con la intención de evitar la propagación de plagas y enfermedades, comenzó a realizar películas educativas, además de documentales con un lenguaje cinematográfico que en general consistía en evitar los primeros planos, las conversaciones largas y los movimientos de cámara, por la idea falsa de tener una audiencia primitiva.

La mayor parte de las películas estaban habladas en inglés, a pesar de que un amplio porcentaje de la población habla yoruba, igbo y hausa (hay registro de alrededor de 490 lenguas más), con la intención de decretar el inglés como el idioma oficial. Se estima que estas películas llegaron a unos 140,000 espectadores, tanto en Nigeria como en algunos otros países africanos. Los miembros de la Unidad de Cine Colonial no eran los únicos que realizaban películas, algunos directores ingleses filmaron ficciones en las décadas de los 30 y los 40. Destaca entre ellas Sanders of the River (Zoltan Korda, 1935), con un reparto afroamericano.

Durante los años siguientes, e incluso después de la independencia de Nigeria (1960), no hubo mucha producción a causa de la inestabilidad económica y política en la que estuvo sumergido el país por cerca de 15 años. En cambio, en la década de los 80, gracias a la llegada de la televisión, comenzó la producción de películas hechas en formatos mucho más asequibles para los cineastas, distribuidores y espectadores, que si bien no ocurrió de manera masiva, sí fue bastante importante. Una de las primeras películas realizadas en video fue Evil Encouter (Jimi Odumosu, 1980), una historia de terror que se lanzó exclusivamente en televisión y sentó el precedente para romper con la idea de las películas para las salas tradicionales. De hecho, la mayor parte de estas cintas se distribuían en VHS. A Evil Encounter, le siguieron, sólo por mencionar a algunas, Soso Meji (Ade Ajiboye, 1988), Sango (Obafemi Lasode, 1997) y Living in Bondage (Chris Obi Rapu, 1992-93), probablemente el más grande clásico nigeriano, una película de casi seis horas divididas en dos cassettes.

Desde 1980 y hasta la primera década de este milenio se producían, dependiendo el año, entre 500 y 1,000 películas, distribuidas primero en VHS y después en DVD. Esto ayudó a que algunos realizadores pudieran consolidarse y sentar las bases para las producciones que se realizan hoy en día. La mayor parte de las películas que se hacían, no saltaban a canales que las transmitieran de manera oficial, y las que sí, eran transmitidas sin pagar regalías y sin ningún tipo de control. En general, las películas se comercializaban y se copiaban en los mercados, donde podían llegar de manera directa con los vendedores y consumidores que a su vez las copiaban y volvían a lucrar con ellas.

Aunque se pudiera pensar que este modelo no sería redituable para los productores, se estiman ganancias millonarias, tanto que el Estado en 2007 intervino e intentó incentivar la creación de un nuevo cine “más profesionalizado” y más cercano a los estándares estadounidenses y europeos. Estas películas, que podrían pensarse como amateurs en un primer momento, tenían una gran variedad tanto en el lenguaje cinematográfico como en sus tramas. Pero sobre todo se convirtieron en un modelo, aunque no institucional, sí social, para una democratización real de los medios audiovisuales, donde cualquier persona que tuviese la capacidad de obtener una cámara podría hacer una película y distribuirla de manera relativamente exitosa. Por esta razón, durante este periodo hubo una mayor representación de la diversidad étnica y lingüística de Nigeria, aumentando significativamente las propuestas cinematográficas en yoruba, igbo y hausa.

Gracias al éxito de los videohomes, a partir del nuevo milenio el gobierno de Nigeria comenzó a otorgar incentivos para la creación cinematográfica con pocos resultados. Pero si la política pública no fue eficiente, sí lo fueron las inversiones de algunas empresas que comenzaron a producir un cine mucho más cercano de la estética, el lenguaje y los estándares del cine hollywoodense; esto es lo que se conoce como Nollywood.

Nollywood ha tenido un avance importantísimo y, aunque su distribución sigue siendo complicada por la piratería y la escasez de salas en el país, es un cine que no sólo se ve, sino que también es redituable para los productores. The Wedding Party (Kemi Adetiba, 2016) y The Wedding Party 2 (Niyi Akinmolayan, 2017) son las películas que más recaudación han tenido en la historia de esta industria. Pero no son los únicos éxitos comerciales: Chief Daddy (Niyi Akinmolayan, 2018), Sugar Rush (Kayode Kasum, 2019), Dear Affy (Samuel Olatunji, 2020), 30 Days in Atlanta (Robert Peters, 2014), Fifty (Biyi Bandele, 2015), han sido grandes éxitos. La mayoría de estas películas está hablada en inglés, y a veces tienen diálogos en yoruba e igbo.

Las salas de cine se encuentran en centros comerciales donde las empresas que los construyen también participan en la producción, haciendo que las películas tengan una distribución segura en el momento de su estreno. Sin embargo, ese no es su único circuito de distribución: muchas de estas películas se han servido de la televisión satelital y los nuevos servicios de streaming para facilitar su acceso a los espectadores.

Al mismo tiempo, hay una importante producción programada directamente en televisión, producida por la cadena Africa Magic, que cuenta con un catálogo impresionante separando idiomas y tomando en cuenta aspectos culturales de los espectadores. Sus tres principales canales regionales son Africa Magic Igbo, Africa Magic Yoruba y Africa Magic Hausa, que contrastan con sus canales nacionales, generalmente de habla inglesa. Por otro lado, se encuentra iRoko que funciona de manera similar y tiene dentro de su programación clásicos de la época del videohome, además de películas y series originales. Ambos canales tienen alcance internacional, sobre todo en el Reino Unido donde la cantidad de migrantes nigerianos hace posible que se sostengan económicamente estos servicios.

Aunque parece que la industria nigeriana se consolida cada vez más, es importante decir que esto sólo aplica para las personas que participan de la experiencia cinematográfica en un sentido completamente tradicional. En los últimos años, y como consecuencia de la democratización temprana de los medios audiovisuales con el videohome, hay gente produciendo más películas, aunque no necesariamente largometrajes, y distribuyéndolas a través del internet. Se pueden encontrar muchísimos cortometrajes tanto originales como parodias de películas tanto estadounidenses como locales, donde el mayor interés parece estar en la sobredramatización de las escenas y la imitación del lenguaje que se ha establecido.

A pesar de que internet es aún una ilusión en la mayor parte de las casas del país, estas obras se distribuyen en memorias y discos duros que la gente puede comprar uno por uno y luego compartir con las demás personas en su comunidad. De igual manera, las personas que tienen acceso a internet descargan los cortos y los comparten. Este negocio no parece ser tan redituable como los videohomes de los 80 y 90, pero la necesidad de nuevos contenidos por parte de los espectadores invita a trascender cualquier limitación técnica.

Esta dimensión de la cultura fílmica de Nigeria abre una pregunta, sobre todo para los países que carecemos de industrias propias o de industrias maduras. Tal vez la experiencia cinematográfica esté más allá de las salas de cine y los presupuestos elevados. La gente podría consumir cine –si redefinimos lo que entendemos por ese concepto– en muchas otras formas. Eso implicaría que la producción también se aleje de la idea convencional.

Nigeria es un país que aparentemente se ha apropiado, en medida de lo posible, de sus limitaciones y las ha explotado en un abanico que va desde un neoliberalismo que replica los modelos de las industrias clásicas y consolidadas, hasta nuevas formas de producir, distribuir y experimentar lo cinematográfico.


Hiram Islas estudia cine en la Escuela Superior de Cine y forma parte de la redacción de Icónica. Estudió Filosofía en la UNAM.


Revisión: Abel Muñoz Hénonin y Grecia Juárez.