Tu piel tan suave
Por Eduardo Zepeda | 1 de marzo de 2018
Los hombres (como modelos) de los estadios y cabarets
no revelan en absoluto su origen.
Están compuestos por elementos
que sólo son piedras de una confrontación.
Siegfried Kracauer
No revelar su origen, mostrarse como cuerpos acabados o naturalmente constituidos, parece ser el aspecto fundamental sobre el cual los concursos de belleza o tonificación muscular intentan descansar. En la sesión fotográfica, en el concurso fisiculturista o en el cuadrilátero de lucha, el ser humano que aparece ante la masa de espectadores y jueces presenciales –también televidentes y lectores de revistas– realiza su sesión, de tal manera que contemplarlo implica conocer sólo la parte final de un largo proceso que se manifiesta como eso, como una conclusión que, al negar al espectador las imágenes del camino recorrido por ese personaje, tiende a naturalizarse como consecuencia de anular el origen que da paso a una confrontación sobre la cual los cuerpos tonificados han sido construidos.
En Tu piel tan suave (Ta peau si lisse, 2017) la lógica que consiste en mostrar únicamente los cuerpos acabados, semidesnudos y en pasarela se invierte y los seis hercúleos protagonistas nos son presentados no sólo en la sesión fotográfica, en el espectáculo de lucha libre o en el concurso fisiculturista respectivo sino, al contrario, nos son expuestos en su vida cotidiana, en el desayuno, con la familia o en el gimnasio. De este modo, la audacia del film de Denis Côté radica en saber situarse en la confrontación, en ese momento constitutivo que da forma a la conclusión del proceso pero que es desvanecido cuando el cuerpo se exhibe como acabado frente a la masa que lo contempla. Un ejemplo claro de esta confrontación lo podemos encontrar en el misterioso desayuno de uno de los protagonistas o en la plática que una pareja tiene sobre la necesidad rigurosa del entrenamiento.
Asimismo, la importancia de que Côté (Perth-Andover, Canadá, 1973) sitúe la cámara en ese intersticio constitutivo radica en que la observación de ellos –desde su intimidad hasta el espectáculo– carece de un cuestionamiento o confrontación directa, ofreciendo como horizonte un desarrollo sobre el cual crece en el film un aspecto más importante, a saber, la sensibilidad aprehendida por la cámara, sensibilidad que permite sugerir, mas no explicitar, si los personajes sufren, gozan o cuestionan el modo de vida que llevan.
Siendo así, siguiendo la alusión a Kracauer en el inicio de este texto, es posible afirmar que la virtud de Tu piel tan suave de Denis Côté radica en dos puntos principales: el primero lo encontramos en romper con la naturalidad del cuerpo propio del mundo del espectáculo de masas, en develar que ese cuerpo fue constituido por una confrontación continua que es difuminada cuando la importancia del espectáculo recae en su conclusión expositiva; el segundo, y no por ello menos importante, cómo Denis Côté introduce la cámara con la intención no sólo de develar sino de observar la intimidad de cada uno de los hercúleos personajes, intentando resaltar el ámbito sensible, su crecimiento y culminación en el film, mismo que al desplazarse entre uno y otro aspecto ofrece una mirada respetuosa que no increpa directamente a los involucrados, sino que deja en el misterio cuáles son los impulsos que los mueven a hacer lo que hacen, pero que a través de la aprehensión de lo que está tras bambalinas, es posible encontrar una sensibilidad misteriosa y un humanismo inesperado materializado en una reunión de estos amigos musculosos en medio un lugar desconocido.
Eduardo Zepeda estudia la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue ganador del VII Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” 2017, categoría “Licenciatura”, en el marco del Festival Internacional de Cine UNAM.