Blade Runner 2018, 2036, 2048

Blade Runner 2018, 2036, 2048

Por | 19 de octubre de 2017

Black Out 2022 (Shinichirō Watanabe, 2017)

Múltiples son los temas que Blade Runner (1982) de Ridley Scott supo poner en la agenda de problemas a reflexionar. En dicha película, la bioingeniería ha abandonado el ámbito de experimentación en seres vivos distintos a los seres humanos para darse la tarea de crear seres orgánicos con un parentesco físico e intelectual similar a ellos. A pesar de las medidas de seguridad implementadas en el laboratorio (infertilidad y cuatro años de vida para evitarles recuerdos), los modelos Nexus-6, a través de un cuestionamiento a su condición mercantil, reivindican su derecho de vivir en tanto son capaces de sentir, de pensar y de crear lazos afectivos como cualquier ser humano. De este modo, podemos afirmar que el interés de Ridley Scott es de carácter eminentemente filosófico, pues si un ser vivo creado artificialmente es capaz de afirmar su humanidad –«más humanos que los humanos»– ¿en qué consiste la humanidad de la que tanto alardeamos?

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Hilvanando los largometrajes de Ridley Scott (South Shields, Inglaterra, 1937) y Denis Villeneuve (Trois-Rivières, 1967), Shinichirō Watanabe (Kioto, 1965) y Luke Scott (¿?, 1968) son los encargados de dirigir tres cortometrajes intermedios cuya importancia aparentemente secundaria no debe escapar a pequeñas observaciones respecto a los problemas que derivan del cuestionamiento fundamental que hemos señalado.

En el primer cortometraje titulado Black Out 2022, el animador de manga Watanabe nos presenta a Iggy, un fugitivo Nexus-8 que era combatiente en los campos de Callampa –un lugar del cual nunca se especifica su ubicación. La vida de Iggy cambia cuando se percata de que en dichos campos de combate los contrincantes son todos replicantes. Replicantes contra replicantes, en palabras de Iggy: «Soldados de juguete en una caja de arena». Este es el acto fundacional de su insurrección a su condición objetual o mercantil, aspecto que Sabina Finn ya puso en relieve en un artículo anterior.

«Más humanos que los humanos», «¿Si morimos vamos al cielo?», «Puede que vivamos más que un Nexus anterior, pero vida no es lo mismo que vivir, yo quiero vivir, por eso lucho» son algunas de las inquietudes filosóficas que Iggy discute con su compañera Trixie, otra replicante que ha escapado de Callampa. Pero el problema existencial es acompañado por otro de orden más concreto. La autoafirmación de los androides como sujetos libres es susceptible de ser considerada por ciertas leyes y grupos humanos como una reivindicación peligrosa, volviéndolos un enemigo a eliminar. De este modo, Watanabe aborda el problema del supremacismo y la violencia inmanente al mismo cuando se considera que la vida del otro pone en riesgo la vida propia. Eliminar la base de datos a partir de un apagón permitirá a los replicantes terminar con la caza de la que son objeto.

Quizá la secuencia mayor lograda por el animador japonés es aquella en que se sintetizan ambos aspectos que he mencionado. En ella Trixie da un salto con la finalidad de esquivar la metralla policial y, al imaginar un ave volando en el límpido cielo nocturno, es herida de muerte poniendo fin a su sueño de «ser más humana que un humano».

Ambientado 14 años después del apagón, Luke Scott dirige el cortometraje 2036: Nexus Dawn. A pesar de durar escasos seis minutos, Scott crea una atmósfera llena de misterio apoyándose de pequeños travellings que permiten aprehender la tensión en el negociación entre Niader Wallace (Jared Leto) y un grupo de funcionarios públicos. Asimismo, con planos fijos dirigidos al rostro del inexpresivo CEO, Scott delinea su carácter frío y calculador dejando en entredicho la voluntad humanista de su petición.

En un momento del cortometraje, Wallace les dice a los funcionarios: «Mis replicantes vivirán tanto o tan poco como esté dispuesto a pagar el cliente». Este aspecto que nos permite establecer una relación con la entrevista entre Deckard y Eldon Tyrell en el film de Ridley Scott. En dicha entrevista Tyrell le dice a Deckard «Nuestro objetivo es el comercio. Nuestro lema es ‘Más humano que el hombre’». Desde luego, en el contexto de Blade Runner la bioingeniería siempre ha sido vista por sus impulsores como un negocio. Así, dicha secuencia permite señalar que toda actividad científica, en el mundo capitalista en el que nos encontramos, no puede ser desprendida de su rentabilidad mercantil, lo cual en muchos sentidos pone en duda su carácter ético.

2048: Nowhere to Run es el último cortrometraje de esta pequeña trilogía. A pesar de durar escasos cinco minutos, de manera similar al cortometraje dirigido por Watanabe, Scott explora el aspecto emotivo del androide. En una primera secuencia Sapper (Dave Bautista) aparece en primer plano sumergido en una atmósfera de metrallas y combate –Sapper también ha escapado de Callampa. La inevitable humanidad del androide lo lleva a inmiscuirse en una riña callejera con la finalidad de salvar a una niña y su madre de los abusos de un grupo de delincuentes. Al dejar algunos heridos y otros muertos, tras verse expuesto, Sapper se pierde entre la multitud. Sin embargo, la indignación del androide ante el abuso y la injusticia le ha hecho salir de su clandestinidad, ocasionada por el apagón del año 2022. De este modo, Scott ofrece una visión humana del ser vivo creado artificialmente.

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El el film de Villeneuve el agente K llega a “retirar” a Sapper, pero así como el Nexus-8 marcó su destino al defender a una niña y su madre, él encontrará el suyo planteándose las cuestiones fundamentales que Blade Runner inauguró: ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿En dónde reside esta humanidad que defendemos? En un mundo como en el que vivimos, ¿de qué forma es posible afirmar nuestra libertad? Así el film del director quebequés nos reitera que los problemas sobre los que Ridley Scott puso el dedo siguen estando tan vigentes como en 1982.


Eduardo Zepeda estudia la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue ganador del VII Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” 2017, categoría “Licenciatura”, en el marco del Festival Internacional de Cine UNAM.