Samurai Jack, 5ª temporada

Samurai Jack, 5ª temporada

Por | 2 de octubre de 2017

Después de un hiato de 13 años, llegó finalmente el desenlace de Samurai Jack en su quinta y definitiva temporada. En ella se terminará de cerrar el viaje del héroe que ha venido forjando a Jack, mientras que se expande su psique y se le deconstruye/reconstruye, gracias no sólo a los nuevos personajes y dinámicas dentro de la diégesis, sino también a un tono mucho más sombrío, lúgubre y violento, que desemboca en una exploración mucho más compleja del personaje.

El primer capítulo retoma la historia 50 años después, con la espada para derrotar a Aku perdida, los portales para viajar en el tiempo destruidos y Jack, como Max Rockatansky, motocicleta incluida, rescatando nuevamente habitantes del mundo creado por Aku de los robots escarabajo –como si Jack o Genndy Tartakovsky hubiesen terminado de reventarse Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, George Miller, 2015) y hubieran decidido adoptar su estética en un ingenioso guiño visual. Pero los paralelismos no se quedan meramente dentro del terreno visual, el Jack de la quinta temporada (al igual que Max) es un hombre quebrado, que deambula por la tierra sin propósito aparente, perseguido por los fantasmas y visiones de aquellos quienes perecieron debido a su fracaso en eliminar a Aku.

Se establece un tono mucho más desolador que el de temporadas pasadas, con un Jack perdido en más de un sentido, que debe lidiar con estrés postraumático, su propia vulnerabilidad  y consigo mismo, pues no logra envejecer debido al efecto que tuvieron en él los portales. Al mismo tiempo, un Aku, sumido en el sinsentido y el ennui de saberse victorioso, estará ausente durante gran parte de la última temporada, amén de una genial viñeta donde él mismo descubre que la raíz de su sentir es la ausencia de Jack.

Surge entonces la necesidad de introducir nuevos personajes y, a diferencia de temporadas pasadas donde las aventuras del protagonista lo llevaban a conocer distintos habitantes y micromundos ampliando con cierta regularidad su universo, el mismo se encuentra ya asentado por la historia previa –volver a la misma dinámica sería redundante. Jack se verá acompañado tan sólo por un manojo de nuevos personajes durante gran parte de este arco de varios episodios, que se contrapone a las temporadas pasadas con la estructura de una aventura por capítulo.

La más grande adición al reparto de Samurai Jack (2001-04 y 17) son las siete hijas de Aku, nacidas de un ritual realizado por un culto en su honor, y cuyo nacimiento se ve ilustrado en un genial homenaje a El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, Roman Polański, 1969). Ellas serán las antagonistas principales durante el primer tercio de esta temporada y servirán para poner en efecto los cambios realizados a esta animación. Desde el adoctrinamiento por parte de la suma sacerdotisa, la violencia se vuelve mucho más explícita y gráfica en personajes como la pequeña Ashi (una de las hijas de Aku), que es sujeta a las torturas físicas que implica su entrenamiento para poder eliminar a Jack de una vez por todas.

Durante los primeros episodios Jack será perseguido por las hijas de Aku, dando lugar a las espectaculares secuencias de acción que homenajearán a El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo, Sergio Leone, 1966) de manera musical y visual, en un reflexivo ejercicio que alude a la influencia del cine de samuráis sobre el western. Otras viñetas harán gala del ya conocido virtuosismo visual de Tartakosvky –vaya, que todos los cuadros de la animación son hermosos–, como la secuencia de lucha dentro de un bosque en plena nevada, donde se aprovecha de gran manera el fuera de campo. Pero más allá de esto, las siete hijas de Aku marcarán un rompimiento discursivo, pues por primera vez en la serie Jack se enfrentará al hecho de matar seres humanos en lugar de máquinas.

Será precisamente Ashi, la única sobreviviente, quien se convertirá en la coprotagonista durante el resto de la temporada, como la acompañante de Jack en su búsqueda y reencuentro consigo mismo. En esta segunda parte, Jack logra dejar atrás la huida para embarcarse en una nueva dinámica donde no sólo tendrá que disuadir a Ashi de su ideología como fiel seguidora de Aku, sino reconocerse mediante las anécdotas y enseñanzas que irá compartiendo con ella. Uno de los aciertos de Tartakovsky (Moscú, 1947) y compañía es la manera en que Ashi está construida, pues no cae en el arquetipo de damisela en apuros, sino que se erige como una mujer capaz de competir con él y hacerle frente, ya que posee habilidades de pelea y un temperamento que rivalizan los suyos.

Si bien con su aparición se puede adivinar desde el principio que habrá alguna especie de relación romántica entre ellos, la misma es desarrollada de manera orgánica y paulatina, pasando del inicial odio a la empatía y de ahí al enamoramiento. Mientras ayuda a explorar otras facetas del personaje principal, Ashi le brinda al personaje de Jack el afianzamiento y anclaje necesarios que se contraponen a su abrumador sentimiento nómada y de desasosiego de los primeros episodios. También sirve para explorar aspectos que hasta el momento habían estado velados dentro de la serie, como la sexualidad de Jack, a través de situaciones como fársicos desnudos e incluso dobles sentidos –como el genial gag donde Jack y Ashi quedan pegados el uno al otro y ella le dice que siente que algo la está picando, solo para revelar el mango de la espada de Jack.

Tartakovsky va eliminando las dudas de su protagonista, no sin antes ponerlo en diferentes pruebas para deshacerse de sus miedos y desesperanza. Mientras tanto, las secuencias de acción van escalando en su violencia, y el romance continúa gestándose hasta llegar a su punto álgido donde se hace la mejor utilización de «Everybody Loves Somebody» de Dean Martin desde que Michel Hazanavicius la utilizara en una escena casi idéntica en la saga de OSS 117: Perdido en Río (OSS 117: Rio ne répond plus, 2009). 

De manera paralela la última temporada va entramando el encuentro final entre Jack y Aku, con viejos y conocidos aliados reapareciendo y Jack recuperando su espada y enfilándose hacia los últimos episodios. No sólo la reaparición de Aku hace aun más notoria su ausencia durante el grueso de los episodios, sino que sus interacciones con Jack son muy limitadas. Esto da paso a una batalla final que se siente más bien anticlimática. Y es que a pesar de que la intención de Tartakovsky es hacer quedar a Aku como el controlador de lo que acontece, lo cierto es que su peso no se hace presente en la batalla final, pues ésta parece más una extensión del arco de Jack y Ashi.

Y aunque se podía vislumbrar la derrota de Aku, existía cierta expectativa no cumplida de que el encuentro final fuera épico, pudiendo dejar la sensación de que el crescendo de los episodios anteriores fue en vano, pues no hay una amenaza real por parte del enemigo. Sin embargo no deja de resultar lógica la manera trágica en que concluye la saga, un final que dejará insatisfecho a más de uno pero que cobra sentido al comprender que los acontecimientos de la última temporada y aquel nuevo personaje eran necesarios para hacer crecer a Jack, pues su motivación inicial ya no era suficiente para que se completara el camino del héroe y se pudiera resarcir el daño de Aku. Al mismo tiempo no deja de haber una gran poética en la toma final que revela un estoicismo, esperanza y crecimiento que no pudieron haberse dado simplemente derrotando al mal.


Jeremy Ocelotl colaboró en el departamento de programación en distintas ediciones del FICUNAM. Ha escrito en publicaciones como Cultura Colectiva F.I.L.M.E.