El laberinto del fascista
Por Luis Fernando Romo Olmedo | 20 de mayo de 2021
Sección: Ensayo
Temas: El laberinto del faunoFascismo en el cineFranquismo en el cineGuillermo del Toro
Ofelia, es una niña que lee libros de fantasía. Esto nos queda claro en los primeros minutos de El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006). Llega a un cuartel franquista en las montañas con su madre y el capitán Vidal, su padrastro, encargado del puesto militar, un hombre despiadado y obsesionado con la muerte de su padre, simbolizado en un reloj de bolsillo con el cristal roto que siempre carga consigo.
Paseando por los alrededores del cuartel, Ofelia descubre un laberinto, y dentro de él, a un fauno, quien le da la tarea de cumplir tres misiones para demostrar que no es mortal y que realmente es una princesa. Al ser tan sólo una niña, no es capaz de comprender por completo la situación en la que se encuentra. Se encierra dentro de sí misma, y utiliza el único recurso que tiene a su alcance para escapar del dolor de una situación que no puede comprender por completo, pero que definitivamente la está afectando: su imaginación, potenciada por sus lecturas.
Las misiones del fauno no son más que un medio de escape, una distracción para que Ofelia pueda vivir en otro lado. Cualquier lugar es mejor que donde está. No puede aceptar que su padre real ya no se encuentre con ella. Rechaza el entorno franquista, rechaza al capitán Vidal, rechaza los vestidos bonitos y los tratos aparentemente bondadosos. Rechaza esa vida y esa realidad.
Es por eso que existe el fauno. Es esta entidad imaginaria la que le otorga a Ofelia una explicación a la confusión de su atormentada vida, algo que podría resumise en: «Nada de esto es importante, porque eres una princesa y estás por encima de todo ello».
Ofelia, cierto, lee libros de fantasía, pero eso no le quita ningún mérito. Al fin y al cabo, los libros de fantasía pueden tener tanta verdad como cualquier otra ficción. Lo único que cambia es cómo se presenta la información: cuál es el código. Basándonos en la imaginación y la fantasía como medios válidos para entender la realidad, las misiones de Ofelia tienen todo el sentido del mundo. Son tres misiones las que debe completar para demostrar su nobleza:
1) Entrar bajo las ramas de un gran árbol que está en decadencia por culpa de un enorme sapo glotón que vive comiendo pequeños insectos y no permite que florezca la vida ni en el árbol ni a sus alrededores. Ofelia le da de comer tres piedras mágicas que le provocan la muerte y recupera una llave para la segunda misión:
2) Colarse en una especie de habitación tenebrosa donde reside una monstruosa criatura, que come niños y hadas, para retirar un artefacto especial: una daga, necesaria para cumplir la tercera misión. Debe escapar sin caer en la tentación de probar siquiera un pequeño bocado del festín que se despliega a lo largo de un gran comedor.
3) Derramar la sangre inocente de su hermano, un bebé de pocos días de nacido.
¿Esto qué tiene que ver con militares franquistas y los partisanos que se matan en las montañas? Todo.
En la primera prueba, Ofelia debe encontrar a una criatura ruin, y ponerle fin a su vida por “el bien mayor” de la naturaleza. La vida de esta criatura que no tiene ningún provecho más que para sí misma. Así que, Ofelia, naturalmente, debe encargarse de ello y ponerle fin a su vida. La segunda prueba, debe seguir a pie de la letra las instrucciones y retirar la daga, sin provocar a la “entidad de poder” en el comedor. Ofelia falla esta prueba, y la criatura casi la convierte en una más de sus víctimas. Y, finalmente, la tercer prueba, tiene un énfasis particular en hacer lo que el fauno diga, sin cuestionarlo.
Las misiones de Ofelia, son órdenes fascistas. El sapo es un rebelde: debe morir por ser un “parásito” o un “inferior”, que se aprovecha de la tierra en la que se encuentra.
El monstruo sin ojos, en el comedor del festín irresistible, no es nada menos que una representación del capitán Vidal, una criatura con la cual se es incapaz de razonar. Esta misión es la única que se debe completar con la limitante de un reloj de arena, que se hace tan presente como reloj que el capitán trae siempre consigo. Además hay una referencia un tanto oculta a Cronos, el dios del tiempo en la mitología griega que devoraba a sus hijos (como puede verse en los murales de esta habitación, donde la criatura sale representada comiendo niños, y en los cientos de pares de zapatos de cuero en el muro de una habitación, representando que ha tenido múltiples víctimas previas). Ofelia, debe seguir las instrucciones, o va a provocar a la criatura/capitán Vidal, lo que resultaría en una muerte segura (de la misma manera que, el doctor Ferreiro, al rechazar una orden directa del capitán, es ejecutado inmediatamente).
Y, la última prueba, derramar la sangre de un inocente sin cuestionarlo, me parece la prueba más obvia de fascismo: los buenos soldados no cuestionan, siguen órdenes. Por ponerlo en términos muy simples el fauno es franquista.
Todas las misiones tienen trampa. Cumplir perfectamente y al pie de la letra las instrucciones del fauno sería ceder ante el fascismo: seguir órdenes ciegamente, con miedo al castigo y tomando las vidas que sean necesarias en el camino. Para ilustrarlo podemos recurrir al diálogo que tiene el capitán Vidal con uno de los residentes no-rebeldes de las montañas:
—Nosotros le asistiremos en todo lo que necesite capitán, sabemos que no está aquí por gusto.
—En eso se equivoca. Yo estoy aquí porque quiero que mi hijo nazca en una España limpia y nueva. Porque esta gente, parte de una idea equivocada: que somos todos iguales. Pero hay una gran diferencia, que la guerra terminó, y ganamos nosotros. Y si para que nos enteremos todos hay que matar a esos hijos de puta, pues los matamos, y ya está. Todos estamos aquí por gusto.
He ahí el laberinto del fascista.
El fauno no es un escape de la realidad: es la representación de todo lo que Ofelia trata de evitar: el mismísimo fascismo y la disciplina militar encarnados, reflejados a través de las misiones. Ante ello es que Ofelia forma parte de la nobleza (al menos dentro de su fantasía): no puede seguir las órdenes. Triunfa “fracasando”. La única misión que cumple –en términos de este escrito, es la única que falla– es la de aniquilar al sapo. Al probar del festín irresistible en el comedor, frente a la criatura sin ojos, se está alzando en contra del capitán Vidal. Y en, la prueba más importante de todas, la muerte de un inocente, al rechazar que le sacaran siquiera “un pinchazo” de sangre a su hermano de pocos días de nacido, Ofelia confirma que es incapaz de aceptar esas reglas que exigen herir a un inocente.
Así se “gana” su lugar con su familia noble: falla las pruebas. (Bueno, dos de las tres pruebas, y la muerte del sapo parece haber tenido efectos positivos sobre la naturaleza, así que realmente no hizo nada “malo” y sí merecía su lugar como la princesa del reino debajo de la tierra).
Ahora, ¿por qué “falla” las pruebas?, ¿por qué logra ser una princesa al final de la película? Todas las ideologías que parten del odio, o la exclusión, como es el fascismo, tienen un problema fundamental, y es que parten del miedo. Ofelia, la niña llena de imaginación, incorruptible frente a las tentaciones de violencia y seguimiento de órdenes bajo la promesa de una vida extraordinaria, logra llegar a ser una princesa, aunque sea por unos cuantos segundos mientras muere desangrada tras recibir una bala por su padrastro, el capitán Vidal, porque no vive bajo el rigor del odio, o de las cosas que le teme; vive con amor. Amor a su madre, amor a su hermano, amor a Mercedes y amor a la vida misma, aún cuando parece que nada es bueno ni “bello” en el contexto en el que se encuentra. Según Goethe «Estamos formados y conformados por aquello que amamos».
Fin.
Luis Fernando Romo Olmedo estudia cine en la Escuela Superior de Cine.