La mierda que arrojan a nuestros ojos

La mierda que arrojan a nuestros ojos

Por | 10 de octubre de 2019

Tod@s caen (Ariel Winograd, 2019).

En la escena clave de Tod@s caen (Ariel Winograd, 2019), la pareja que conforman Martha Higareda & Omar Chaparro (versión petatiux hipster posmoderna de Evita Muñoz Chachita y Freddy Fernández, “El Pichi”), deciden intercambiar fluidos. No convencionalmente puesto que la película propone mantener vigente la guerra de los sexos. En consecuencia, él, muy macho alfa, con cuates-lacayos a su disposición; y ella, muy alfa también, creyendo que por hablar directo a cámara vuelve igual de cómplice al espectador que sus babosas e ineptas amigas urgidas de lecciones elementales para ligar en bares bien Condechi; ambos, pues, tras revelar su situación de dañadazos emocionales por fracasos amorosos previos y una ridícula compulsión erótica, abiertamente promiscua, caen en una especie de neopuritanismo misógino por parte de él, misándrico por parte de ella.

Pero he aquí que siguiendo la lógica del lugar común “los opuestos se atraen”, la improbable parejita de rivales acaban en socios y amantes. Aunque no pueden mantener una relación saludable, porque cada uno frustra los avances sexuales del otro, con cuánta artimaña, a veces pueril, para evitar consumar el deseado-repudiado acto carnal, tal cual lo exige la moral de la era Gansito T de 4ª.

Un día, sin embargo, el galán, arquitecto de éxito, se lleva a un puerto a su galana, exitosa productora de televisión. En ese lugar idílico consuman su intercambio de fluidos. Con el romanticismo del caso, ella se vomita en él, a consecuencia de un mareo. Él corresponde generosamente a pesar de que se supone es experto capitán de agua dulce.

El intercambio de vómito es la culminación de su relación. Un nexo que los une más allá de la ignominia, del ridículo, y de un final feliz idéntico a los artificiales accidentes y palizas que padece sin consecuencias el galán. O los conflictos absurdos y el telegrafiado clímax enredado que ella crea (incluso “canta”) tras aceptar una sexista chamba deplorable sin nunca preguntar un simple “por qué” antes de hacerla.

Por su parte, el también galán Vadhir Derbez, con instantánea compulsión erótica por la distraída Ximena Romo, que frecuenta el restorán del lujoso complejo turístico dominicano llamado Punta Cana, tendrá como estrategia de ligue ponerse a hablar de los tamaños de pene de diversos animales. ¿Algo gracioso o recurso de cantina que suena más a acoso? A saber, porque la película no se propone otra cosa que, como corresponde al cine camaján, reciclar una mala comedia de Adam Sandler, Como si fuera la primera vez (50 First Dates, Peter Segal, 2004). Sólo que la versión camaján T de 4ª homónima 2019 la despoja de cualquier sutileza.

Ante la imposible solución del conflicto (cada día la chica repite el olvidado día previo), el desesperado galán se la liga diario por meses hasta el bostezo, previo a en algún momento consumar la pasión de su torturada libido (debido a una orquitis perenne). Esto sucede con toda la rutina del caso. Así, el ligue de impulso animal, que sólo supo disertar sobre cuán grandes son algunos genitales, acaba en insólita aventura en alta mar, con hijo concebido en espacio más de ciencia ficción que romántico.

Esto es el cine de la T de 4ª, fifí en su propuesta o camaján en sus plagios. Sobre todo, representa un fuga nostálgica hacia el pasado, donde las parejas eran decentes, el sexo algo indigno de mencionarse y estaba perfectamente dividido entre machos y hembras que por instinto sabían asumir su papel sin hacerla de tos. Ellos están para ser agresivos, ellas para aceptar sumisamente su destino.

El asunto es que este tipo de comedietas se proponen sin esperar otra cosa que la “risa” “saludable”. Pero es mejor recibirlas con sonora e involuntaria carcajada. Porque nadie se divierte con tan simplón muestreo de mediocridades (sociales y estéticas: ninguna diferencia estilística hay entre ellas) que lo único que exaltan es la fe en el lugar común. Y esta mierda es el pan que ofrece la cartelera. Véase si no cómo se celebra lo mismo, la guerra de los sexos, en la versión camaján de Mamá se fue de viaje (Fernando Sariñana. 2019), remake de la homónima cinta argentina igual de pinche –cartel promocional idéntico incluido– hecha dos años atrás por el mismo director que ahora entrega Tod@s caen: ¿la serpiente mordiéndose la cola? O la apología de ese minimachismo narcisista irresponsable presente en Todas las pecas del mundo (Yibrán Asuad, 2019). Esto se arroja a nuestros ojos. Mes a mes.


José Felipe Coria colabora en El Universal y es maestro del INBA. Es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como ReformaRevista de la UniversidadEl País y El Financiero.