Un repaso de 2018

Un repaso de 2018

Por | 8 de enero de 2019

Sección: Opinión

Temas:

Al otro lado del viento (The Other Side of the Wind, Orson Welles y Peter Bogdanovich, 1970-76/2018)

Otra vez nos negamos a seleccionar «lo mejor del año» y a hacerlo en diciembre, antes de que terminen los estrenos –el último relevante, aunque no necesariamente «bueno», «Bandersnatch», salió el 28 de diciembre. Más bien, entre la redacción y los colaboradores de Icónica, quisimos poner sobre la mesa lo que nos hizo pensar, nos provocó, nos intrigó, nos maravilló… de las imágenes en movimiento de 2018, independientemente de que se trate de obras maestras o no. Ojalá la discusión sirva para que ustedes también quieran repasar sus selecciones personales.

 

Border (Gräns, Ali Abbasi, 2018)

Rebeca Jiménez Calero

Siguiendo la propuesta de nombrar lo que encontré más interesante o provocador en este 2018, acá va mi selección, en estricto orden alfabético.

Películas:

Border (Gräns, Ali Abbasi, 2018). Una mezcla entre cuento fantástico y thriller, que contiene la escena sexual más extraña que vi el año pasado.

Burning(Buh-ning, Lee Chang-dong, 2018). El más reciente filme de Lee Chang-dong es la historia más enigmática que vi en 2018. Seguro lo seguiré pensando por muchos meses más.

El legado del Diablo (HereditaryAri Aster, 2018). La forma en que Ari Aster reinventa varias convenciones del cine de horror me pareció sumamente refrescante.

Mandy (Panos Cosmatos, 2018). Aunque la primera mitad del filme de Panos Cosmatos es algo lenta, su segunda parte es una especie de auto sin frenos que no se detiene hasta que se impacta con una pared. Creo que nadie había sabido aprovechar tan bien la capacidad actoral/locura de Nicolas Cage.

Roma(Alfonso Cuarón, 2018). No sólo por el filme en sí, sino por todas las discusiones que provocó a su alrededor: formatos, distribución, exhibición, trabajo doméstico, racismo, clasismo, etc.

Sorry to Bother You (Boots Riley, 2018). Aunque creo que el final está desbordado por completo, la opera prima de Boot Riley es una de las críticas al racismo más originales y atrevidas que he visto últimamente.

Thunder Road (Jim Cummings, 2018). Jim Cummings, director, guionista y actor de este filme no teme caer en el exceso para mostrar la decadencia de su protagonista, este proceso resulta incómodo e hilarante al mismo tiempo y sorpresivamente, se convierte en una feel good movie nada chantajista.

Tiempo compartido (Sebastián Hoffman y Julio Chávezmontes, 2018). Por lo inusual de su tono dentro del cine mexicano, entre comedia negra, farsa y cine de horror. Y por su banda sonora.

Vox Lux (Brady Corbet, 2018). El largometraje dirigido por el también actor Brady Corbet sigue el nacimiento, ascenso y caída de una estrella pop con un estilo un tanto provocador, pero sin caer en la gratuidad.

Viudas (Widows, Steve McQueen, 2018). Aunque el filme más reciente de Steve McQueen no es del todo logrado, creo que contiene varias tomas y escenas que lo diferencian de cualquier otra heist movie, como la de la discusión entre el personaje de Colin Farrell y su asistente en el auto.

Series:

Better Call Saul (Vince Gilligan y Peter Gould, 2015 a la fecha). Capítulo tras capítulo y temporada tras temporada, el spin-off de Breaking Bad no sólo no decae, sino que se acrecienta y pareciera ser más propositiva que su predecesora.

BoJack Horseman (Raphael Bob-Waksberg, 2014 a la fecha). La calidad de esta serie de dibujos animados se mantiene estable desde que inició y de vez en cuando ofrece episodios que son una obra maestra, como el titulado “Free Churro”, que es básicamente un monólogo de BoJack durante el funeral de su madre.

Cobra Kai (Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg y Josh Heald, 2018). Extender la historia de un filme tan emblemático como Karate Kid sonaba a desastre y como evidencia están las desastrosas secuelas. Pero esta serie acierta en invertir los papeles y jugar con los tropos que ya conocemos, con resultados afortunados.

Dear White People (Justin Simien, 2017 a la fecha). Un acercamiento irreverente a temas como el racismo y el privilegio dentro de una universidad de élite que en su segunda temporada siguió renovándose.

Killing Eve (Phoebe Waller-Bridge, 2018 a la fecha). El juego del gato y el ratón entre una despiadada asesina a sueldo y una policía resultó una variación inteligente/femenina/feminista de las ya gastadas series policiacas.

La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House, Mike Flanagan, 2018). A pesar de su edulcorado final, la serie de Mike Flanagan es una de las mejores historias de terror en formato episódico.

La maravillosa Sra. Maisel (The Marvelous Mrs. Maisel, Amy Sherman-Palladino, 2017 a la fecha). Lo que encuentro emocionante de la serie de Amy Sherman-Palladino es tratar de seguir el hilo de los interminables e hilarantes diálogos y encontrar en ellos, bastante seguido, temas que atañen a la condición de la mujer en los ámbitos familiar, laboral y social.

Wild Wild Country (Juliana Lembi, 2018). Creo que ningún otro relato sobre cultos religiosos me había  provocado tanto nerviosismo como éste. La tensión se acrecienta episodio tras episodio, y con cada testimonio es más difícil de creer que esta fue una historia verdadera.

Finalmente me gustaría mencionar Nanette (2018), el standup de Hannah Gadsby, porque creo que expone muchos temas relacionados con la violencia contra las mujeres y termina siendo una especie de catarsis para el espectador.

 

“Bandersnatch” (Charlie Brooker, 2018)

Abel Muñoz Hénonin

No creo que en 2018 haya habido nada más digno de cavilación que el lado valioso (y más o menos pequeño) de esa institución que se llama Netflix, y que por segundo año consecutivo ha puesto en jaque a las instituciones tradicionales de las imágenes en movimiento. Así como el año pasado cuestionó al circuito de festivales, este año cuestionó al circuito del cine comercial. Me parece que el caso paradigmático fue Aniquilación (Anihilation, Alex Garland, 2018), una película de ciencia ficción interesante y ya, que merecería una calificación de 7.5 u 8, y que es perfectamente visible, de muy fácil acceso, pero con un final ambiguón. Ese final hizo que Paramount no la quisiera lanzar en cines, y Garland, que odiaba pensar en que se la destruyeran como con su película anterior, Ex Machina (2014), consiguió lanzarla en la plataforma de streaming. La reflexión, en realidad, es muy sencilla: Netflix está demostrando que, a pesar de lo que piensen las majors y los oligopolios de exhibición, la tradición cinéfila setentera, popular y formalmente atractiva a la vez, está vigente y tiene espectadores –y no tiene nada que ver con la cinefilia festivalera.

Hay tres piezas más que me llamaron mucho la atención:

Al otro lado del viento (The Other Side of the Wind, 1970-76/2018), pieza semiinconclusa de Orson Welles y terminada por Peter Bogdanovich, donde un director de cine festeja una fiesta mientras intenta proyectar los fragmentos de una película informe para la que ha ido perdiendo el apoyo económico. Muy en espíritu setentero, hace metarreferencias al cine europeo del momento, y se niega a narrar una historia, mientras pasa de 3:5 (la fiesta) a 16:9 (el pietaje inconcluso) y visibiliza el aparato cinematográfico, no sólo por medio de los cambios en el cuadro, sino por el uso de diversos materiales fílmicos en blanco y negro y a color.

Roma (2018). Alfonso Cuarón no es un intelectual, no lo va a ser y no tiene por qué serlo para ser un artista, como lo probó en esta obra de travelling, paneo y construcción barroca de un pasado posible e imposible a la vez. Si en las formas la película es muy bella –y de repente horrosamente fallida como cuando el alemán se pone a cantar en el incendio; en serio: ¡para qué, Cuarón!: ¡eres Cuarón, no Tarkovski, ¡y nunca te va a salir!!– logra apuntar algunas situaciones interesantes: las mujeres solas que abundan en México, las complejas relaciones entre etnias y clases, donde cariño y dominio pueden estar potente y auténticamente ligados, la incapacidad de los niños para asir el mundo adulto… En sus huecos, el gran cine popular siempre deja espacio para que la audiencia especule con la profundidad que guste, y eso tiene Roma, tal vez por eso ha sido tan relevante para tantas personas. Claro, además de por su insoportable campaña publicitaria. Cuarón, como Iñárritu y como Von Trier, es mayormente un artista de la promoción.

Ahora bien, que la película no se haya estrenado en el duopolio mexicano vuelve a poner en evidencia que ahí no entienden más que superhéroes, y eso que Cinépolis produce el festival más importante del país. Y, por otro, lado también demuestra que si los cineastas mexicanos no tienen fama mundial y pre-redes-sociales, muy difícilmente lograrán conectar con el público: Roma opacó al resto del cine mexicano que se estrenó a sus alrededores –le debo esta idea a Iria Gómez Concheiro, por cierto.

“Bandersnatch” (Charlie Brooker, 2018), de Black Mirror. Aún necesito dedicarle algún tiempo a pensar “Bandersnatch”, quizá verlo un par de veces más, pero esta película o episodio largo replantea, desde lo pop qué es o puede ser el cine. Hay sin duda videojuegos, videoinstalaciones y documentales interactivos más complejos e interesantes que este episodio, pero hasta ahora es la pieza interactiva de mayor impacto en la historia.

Y bueno, entré al doctorado así que vi muy poco fuera de las clases que imparto. Me detengo en:

El hilo fantasma (Phantom Tread, 2017). Paul Thomas Anderson renovó la historia del creador insoportable cuestionándola: los creadores son vampiros que se alimentan de la gente que les cumple sus berrinches, pero su verdadera libertad está en que sean tratados como personas comunes y corrientes. Aunque en la película Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) sea un diseñador de modas, Anderson cuestiona radicalmente la figura y el estatus del artista. Un asunto urgente.

En un solo cuadro de Joaquín (Joaquim, 2017), Marcelo Gomes consiguió el retrato más crudo de la historia americana en años: un portugués peninsular, un portugués americano y un mestizo hablan de dinero frente al fuego, mientras atrás de ellos un indígena y un negro viven en una realidad aparte. Y la película merece atención además.

Vi por primera vez Trois gouttes de mezcal dans une coupe de champagne (1983) y los Fragments de l’ange (1983-84) de Teo Hernández, gracias a la retrospectiva del director a cargo de Ambulante y el Centro de la Imagen, y recordé que en sus grandes momentos fue simplemente un artista soberbio.

La aparición de Paul McCartney en «Carpool Karaoke» es probablemente lo más emotivo que vi en el año. Una especie de juego con la nostalgia y una entrevista amable y cálida. Es un sketch cómico y un documentalito hermoso. Pero da para pensar en otra cosa, que no se puede responder aún: ¿con la fragmentación mediática postinternet puede seguir habiendo músicos tan famosos como los Beatles?, ¿los públicos del pop van a ser más pequeños, más cómplices?

 

Paquita Salas (Javier Calvo y Javier Ambrossi, 2016 a la fecha)

Ana Laura Pérez Flores

Este año sucedieron muchos fenómenos extrafílmicos que nos invitaron a reflexionar sobre asuntos como la tan explotada queja sobre las exageraciones en la corrección política, las representaciones de las mujeres, la sensibilidad de los públicos infantiles y las condiciones que rigen tanto la producción como la distribución de los productos. Para quienes nos dedicamos a revisar y cuestionar el panorama, estos eventos siempre resultan fascinantes –más cuando una se rodea de amigos y colegas con muchas ganas de debatir. Esta selección, entonces, va con un agradecimiento a mis queridos compañeros de butaca y discusión en espera de que este año sigamos viendo y pensando el cine hasta las últimas consecuencias.

Lords of Chaos (Jonas Åkerlund, 2018). Una de las joyas menos comentadas del Festival Internacional de Cine de Los Cabos recapitula de manera incómodamente divertida la historia de Mayhem. Iglesias quemadas, muerte y pedacitos del cráneo de uno de sus integrantes exhiben lo absurdo en el espectáculo de la violencia: el capitalismo rige hasta la irreverencia juvenil.

Roma. Más allá de lo entrañable que me pareció Roma –mea culpa–, creo que la avalancha de opiniones y sentencias llevó el fenómeno a un nivel muy relevante. Entre aquellos que cuestionaron, muchos probablemente sin haberse planteado el problema antes, las condiciones de exhibición en México; el eterno debate sobre la belleza de Yalitzia Aparicio –tema que no debería estar en discusión y pone en evidencia ideas muy preocupantes tanto de los defensores como los detractores–, el valor simbólico del acceso a la cultura, los cuestionamientos sobre los créditos y la autoría, las relaciones de poder en los hogares mexicanos y el clasismo, la realidad es que, el cuestionamiento del mundo a través del cine fue llevado fuera de la burbujita de los críticos y expertos. Escribió Badiou que si se habla de una película es porque es relevante, porque nos permite preguntarnos qué más podría haber ahí. En ese sentido, yo creo que lo sucedido con Roma es muy valioso.

Ana y Bruno (Carlos Carrera, 2017). En octubre escribí sobre mis experiencias acompañando a mi sobrina de cuatro años en sus primeras aventuras cinéfilas, entre las cuales Ana y Bruno ha jugado un papel clave. Esta cinta me llevó a pensar sobre la condescendencia con que solemos dirigirnos a los públicos infantiles. (Desmantelando todo mi escepticismo previo, terminé eligiéndola como mi película mexicana favorita del año cuando mis amigos de Derretinas me invitaron a repasar lo visto.)

Las reglas del todo (The Rules for Everything, Kim Hiorthøy, 2017). Con una narración muy cortazariana, esta película se detiene en detalles  minúsculos de la vida para diseccionar la cotidianidad del dolor. Además, juega con la imagen en movimiento, el humor y las referencias de una manera que encuentra fuerza en su sencillez.

Paquita Salas (Javier Calvo y Javier Ambrossi, 2016 a la fecha). Paquita tiene una pena, Paquita quiere más. Paquita es una representante de actores que se resiste a aceptar que el mundo como lo conocía ha dejado de existir. Una serie que logra que veamos más allá del actor vestido de señora cincuentona para transmitir la nostalgia de los tiempos que se desvanecen frente a nuestros ojos. Tan divertida como conmovedora.

Spider-Man: Un nuevo universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse, Marvel, 2018). Además de tener una historia infalible, la animación de esta película es verdaderamente alucinante: una cátedra para quien quiera comprender cómo trasladar un cómic a la imagen en movimiento sin morir en el intento.

La maravillosa Sra. Maisel, Desde Gilmore Girls quedó muy claro que el ingenio de Amy Sherman-Palladino es inigualable. Lograr que un capítulo de 50 minutos atascado de diálogos no sólo funcione, sino que cautive, no es cosa fácil. Además, en este, su nuevo proyecto, Sherman-Palladino ha dominado el arte del ritmo entregándonos, episodio tras episodio, una coreografía impecable donde confluyen los emplazamientos y movimientos de cámara, el diálogo, el movimiento de los personajes y el montaje. Por si esto fuera poco, los personajes, desde la protagonista Midge y su cómplice Susie, hasta los padres inicialmente antipáticos, alcanzan profundidades psicológicas raramente vistas en productos de comedia.

 

Rostros y lugares (Visages, villages, Agnès Varda y JR, 2018)

Gustavo E. Ramírez Carrasco

RomaNo hacen falta mayores explicaciones. Producida por Netflix, ganadora del León de Oro, y distribuida en salas externas al gran circuito comercial, esta película ha logrado llevar el tema de la producción cinematográfica de México al centro de la gran discusión nacional. Las razones son varias entre el público, nunca más heterogéneo: posicionamientos políticos, interés en el “cine de arte”, nostalgia, o simplemente curiosidad. Un fenómeno.

Rostros y lugares (Visages, villages, Agnès Varda y JR, 2018). La figura de Agnès Varda es imprescindible para el cine contemporáneo. Junto a su película de hace diez años Las playas de Agnès (Les plages d’Agnès, 2008), Rosotros y lugares construye un monumento sobre la visión personal de la cineasta, su tremendo amor por la vida y su pensamiento revolucionario en torno al arte, la historia, la poesía, el sentido del humor y la libertad. Ojalá no sea la última.

Museo (Alonso Ruizpalacios, 2018). Si en su impresionante Güeros, de 2014, Alonso Ruizpalacios demostró que era uno de los directores que habría que seguir a partir de ese momento, en Museo queda completamente reafirmado. La producción de esta película mexicana de alto presupuesto no sólo envuelve a Gael García en el papel protagónico (lo que le asegura visibilidad) sino que se suma a Roma de Cuarón en su lucha por un nuevo paradigma de distribución. A partir de esta semana –la primera de 2019– va por la plataforma de pago de YouTube.

El otro turismo (Dark Tourist, David Farrier, 2018). En el terreno del documental de corte más periodístico Netflix no se ha quedado atrás. Estrenada en julio de 2018, El otro turismo es una serie de viajes con clara influencia del periodismo a la Vice: una mezcla de sensacionalismo y periodismo de investigación que toca distintos temas de actualidad alrededor del mundo. Como muchos de los productos de su tipo puede resultar algo superficial, pero no deja de ser interesante.

Dark (Baran bo Odar y Jantje Friese, 2017 a la fecha). En el tono fantástico-nostálgico de series como Stranger Things (Matt y Ross Duffer, 2016 a la fecha), Netflix lanzó esta propuesta alemana en diciembre de 2017. La capacidad envolvente de su guión sobre viajes espaciotemporales, misterio y teorías cuánticas, además de una realización de muy alta calidad y música de Apparat, la convierten en uno de los productos más refinados de la plataforma internacional.


Un extraño enemigo (Gabriel Ripstein, 2018). 1968 fue un año icónico. A cinco décadas de ese importante momento, el cine reaccionó con diferentes propuestas, casi siempre documentales. Producida por la plataforma de streaming Amazon Prime Video, Un extraño enemigo es una especie de anomalía: su guión no sólo dramatiza los hechos del 68 en México desde una perspectiva más cercana a la de la clase política dirigente en ese momento, sino que a partir de ello imagina (¿teoriza?) un estimulante juego que emparenta su trama con la de producciones como House of Cards (Beau Willimon, 2013-18).

«Ahora» / «Reggaeton» (J Balvin, 2018). A pesar de su fuerza en la música contemporánea, la estética y discurso de los videoclips de reguetón ha sido más bien plana hasta ahora. Todo es un poco lo mismo: hombre (el cantante) liga mujer(es) sensual(es) y alardea sobre su masculinidad/riqueza. Hasta hace poco, y todavía con bastante frecuencia, J Balvin ha seguido esta línea clásica, pero las cosas empiezan a cambiar. Para los videos de sus canciones «Ahora» y «Reggaeton», la apuesta es más cinemática; en el primero, incluso, la resolución resulta elegante y anticlimática. No sólo su música es bastante buena, también el concepto que se arma a partir de sus recientes complementos audiovisuales.