Cómo nos volvimos hitchcockianos en México
Por Raúl Miranda | 4 de diciembre de 2018
De entre los muertos (Vertigo, 1958)
Alfred Hitchcock es muy popular en México, su obra se ha exhibido en su totalidad en nuestro país, con algunas excepciones: Number 13 (1922), proyecto inconcluso, y The Mountain Eagle (1926), cinta que se considera perdida. Sin embargo, sus primeras seis películas no se exhibieron aquí en su momento.
Champaña (Champagne, 1929) fue el primero de sus films proyectado en México, el viernes 4 de abril de 1930 a las seis de la tarde en el cine San Juan de Letrán. Parecía que los cinéfilos mexicanos de la primera mitad de la década de los 30 conocerían por fin a Hitchcock, pero no fue así: las siguientes diez películas del realizador tampoco llegaron a las pantallas mexicanas, incluida la afamada Blackmail (1929).
Fue hasta 1935 con la prestigiosa cinta 39 escalones (The 39 Steps, 1935), estrenada ese mismo año en el cine Palacio, cuando se empezó a exhibir regularmente la producción de Hitchcock (Londres, 1899-Los Ángeles, 1980), nuevamente con una excepción, Young and Innocent (1938). Sus últimas películas rodadas y producidas en Inglaterra antes de incursionar en el cine hollywoodense, a finales de la década de los 30, como Agente secreto (Secret Agent, 1936), Sabotaje (Sabotage, 1936) y La posada maldita (Jamaica Inn, 1939) se exhibieron normalmente en los cines Rex, Palacio y Alameda, gracias al interés de la distribuidora mexicana Camus y Cía. La ausencia de cerca de veinte cintas del primer Hitchcock en los circuitos mexicanos se explica, en parte, por la atomización de las casas productoras inglesas que producían sus películas: Gainsborough Pictures, Associated British Corporation, Gaumont y British Films, entre otras.
Así, el reconocimiento no llegaba en México para este maestro del cine; sus películas eran populares por los actores que aparecían en la pantalla más que por la dirección. El diario El Universal en su sección “Página de cine”, buscaba atraer a los lectores reseñando la presencia de Madeleine Carrol, Sylvia Sidney, Robert Donat, Peter Lorre y John Gielgud. Eso sucedía, por ejemplo, en la crítica del célebre escritor mexicano Xavier Villaurrutia, en la que menciona, al abordar Sabotaje, la gran actuación de Sylvia Sidney en un párrafo completo; en cambio, para Hitchcock, sólo tiene la frase: «Dirigida con maestría».
En 1939, Hitchcock se mudó a Estados Unidos con el apoyo del millonario productor independiente David O. Selznick para realizar la magnífica Rebeca (Rebecca, 1940), estrenada en México ese año en los cines Alameda y Balmori con una permanencia en cartelera de cuatro semanas. Bajo el mando de este productor, con el cual tuvo una relación creativa ríspida, filmó Cuéntame tu vida (Speellbound, 1945), actualmente recordada por la secuencia onírica creada por Salvador Dalí; y la magistral cinta Tuyo es mi corazón (Notorious,1946), plena de romanticismo, contraespionaje e ideología antinazi, que Selznick con su carácter impositivo terminó cediendo a la RKO.
En esa década, el tipo de cine por el que pronto será llamado “Mago del Suspenso” iba viento en popa, volviéndose habitual ver sus películas en la cartelera mexicana. Espectadores de clase media que acudían a los cines del circuito para ese estrato social, y quizá sin saberlo se empezaban a volver hitchcockianos. Durante su larga estancia en Hollywood, Alfred Hitchcock trabajó con las más importantes casas productoras: Warner Brothers, Paramount y Universal. Entonces el mencionado poeta Xavier Villaurrutia, amante del séptimo arte, comenzó a darle más peso al director en sus reseñas periodísticas, por ello se convirtió en el pionero de la crítica “hitchcockiana” de nuestro país. Sobre Corresponsal extranjero (Foreign Correspondent, 1940), el autor escribió que «su maestría para conducir y sostener las escenas que crean la suspensión en el ánimo del espectador» enfatizan sus principales cualidades cinematográficas dentro de un “film de expectación, intriga y misterio”, llevando su obra a algo más que mero entretenimiento.
Corresponsal extranjero (Foreign Correspondent, 1940)
Varias de sus películas actualmente icónicas resultaron ser un éxito en la cartelera mexicana. Las generaciones de aquellos ayeres tuvieron la oportunidad de disfrutarlas en el cine Rex, Alameda, Balmori, Olimpia, Teresa, Magerit, Iris, Orfeón, Las Américas y Palacio Chino. Incluso un novedoso recinto cinematográfico, el cine Cosmos, se inauguró el 24 de junio de 1948 a las 9 de la noche con una cinta de Selznick-Hitchcock, Agonía de amor (The Paradine Case, 1947).
Curiosamente, reseñistas, críticos y la publicidad mexicana seguían refiriéndose a las películas de Hitchcock como de misterio, aunque su cine no tenía nada de este género, eran thrillers o más específicamente suspense: una apuesta evidente por la dilatación del entendimiento de la trama, donde el espectador sabía demasiado y la espera o desenlace vivía dos temporalidades: la de los personajes que desconocían para dónde o cuánto tardaría en manifestarse su destino y la espera fílmica que le corresponde al público involucrado y participante envuelto en malestar e inquietud; su angustia instalada cómodamente en una butaca, gozando por los vuelcos del sino creados por un dios perverso, amante de la arquitectura, del vestuario, del diseño de créditos, la música, los espacios insólitos, la aprehensión exacerbada, las tramas macabras, Hitchcock.
A partir de 1948, con la exhibición de La soga (Rope, 1948), la característica principal de sus películas fue el predominio del personaje que se encuentra en el momento y lugar equivocados, el “falso culpable”, cuya inmersión en el relato surge por observar algo indebido. Pero no destacaba solamente este personaje en sus películas, sino también la estilización del guión estructurado alrededor de un objeto-pretexto ante el que giran los personajes y permanecen moviéndose en la trama (el MacGuffin). Proveniente de la literatura universal, Hitchcock se lo apropió magistralmente.
De esta manera se instauró una nueva etapa fílmica: la del Hitchcock autor, creador de un estilo, sin lugar a dudas como lo era el de Welles, Chaplin, Ford, Hawks, Lang y Wilder. La soga llegó un año después a las salas mexicanas y fue proyectada durante dos semanas en el Palacio Chino. Bajo este mismo estilo o estilización, resultado de la mezcla entre didactismo, identificación, perversión y suspenso, aparecen títulos como Pacto siniestro (Strangers on a Train, 1951), proyectada en el Cine Alameda durante dos semanas y Con M de muerte (Dial M for Murder, 1954), presentada en el mismo cine por tres semanas.
El público mexicano se sintió mucho más atraído hacia la obra del director en esta etapa y el cine Chapultepec se convirtió en el lugar predilecto para sus películas: fue ahí donde se proyectó durante cinco semanas el más voyeurista de sus films: La ventana indiscreta (Rear Window, 1955), así como también sus dos películas más taquilleras: Psicosis (Psycho, 1962), con la que obtuvo el gran récord de tiempo en las salas mexicanas con once semanas de exhibición, seguida de Los pájaros (The Birds, 1962), con nueve semanas en cartelera. Sin embargo, la gran ausente de este recinto fue De entre los muertos (Vertigo, 1959), considerada por la crítica internacional como una de las mejores películas en la historia del cine, pero cuya exhibición duró sólo cuatro semanas en los cines Alameda y Polanco.
No obstante, la crítica de la revista Nuevo Cine no recibió muy bien la llegada de Psicosis. Tras estrenarse en el cine Chapultepec, Emilio García Riera escribió: «Psicosis desilusiona no tanto porque sea un film de concesión, sino porque detrás de la concesión no hay nada efectivamente», y sobre Hitchcock anota: «He aquí pues, que en Psicosis se descubre a un Hitchcock débil e impotente (…). Reconozcámoslo: en el fondo, Hitchcock nos interesa bien poco. Aunque a veces nos divierta». En tanto, en la sección de cine del diario El Universal, la opinión sobre este film era enaltecedora, o más bien promotora: «Esta producción radica en su estupenda realización, que le ha servido ser aclamada como la mejor cinta dirigida por el amo del suspenso».
Psicosis (Psycho, 1962)
Lo que no comprendía, tanto la crítica exquisita de Nuevo Cine, como la crítica chabacana de El Universal, era la enorme tarea que Hitchcock estaba asumiendo para el cine de Hollywood, y del mundo: construir la forma o estructura de la narración cinematográfica con la finalidad de hacer salir a los ciudadanos a ver películas y no quedarse cómodamente instalados viendo cine por TV en sus casas. Aunque para estos últimos también apostó Hitchcock, con su serie de televisión Hitchcock presenta, surgida en 1955, con relatos breves de lo sobrenatural o de fantasmales paradojas.
Después de Psicosis y Los pájaros comienza el periodo de declive en la carrera de Alfred Hitchcock, al menos desde la perspectiva de la recepción internacional. Uno de las principales causas de que Hitchcock se desplazara del paraíso al limbo, fue la negativa de Grace Kelly para colaborar en Marnie (1964), siendo sustituida por Tippi Hedren, con la que había establecido una turbulenta relación durante la filmación de Los pájaros. Hitchcock perdía el control de sus marionetas, es decir, de sus actrices. Pero el maltrato que ejercía Hitchcock no provenía de un vulgar misógino: el reconocido cineasta buscaba un resultado, crear personificaciones de unas heroínas contemporáneas herederas de situaciones impuras, o de casos clínicos, como se había manifestado en el mundo de su arte fílmico.
La cortina rasgada (Torn Curtain, 1966), Topaz (1969), Frenesí (Frenzy, 1972) y Trama macabra (Family Plot, 1975) son las últimas películas de la amplia producción del cineasta (54 en total). La crítica internacional no aclamó aestas cintas, pero ya era tal el gusto del público mexicano por sus films, que Trama macabra estuvo exhibiéndose por cinco semanas en los cines Pecime, Polanco, Las Américas, Cinema Uno y Villa Coapa.
El legado que dejó Hitchcock en el cine mundial no es sólo un catálogo vasto de buenas películas, sino también, podemos señalar, que su herencia incluye uno de los libros de mayor importancia en el mundo del cine. El cine según Hitchcock, basado en entrevistas que duraron casi una semana entre Alfred Hitchcock y François Truffaut (también director, e incondicional admirador de Hitch, como le decían de cariño los confianzudos), es todavía una de las publicaciones sobre cine más apreciadas por los cinéfilos de todas las épocas.
La publicación del libro en 1967 también llegó a ser de gran importancia en los países de habla hispana. En México hubo reseñas sobre este valioso material. El primero en reportarlo fue Emilio García Riera, quien lo leyó en la versión original francesa y escribió la primera crítica publicada en nuestro país. Lo resumía así: «Está cargado de emoción (de suspense incluso), […] también de humor, espléndidas ilustraciones y buena documentación (sinopsis de las cintas y filmografías) al mejor estilo Cahiers du cinéma». Una vez que este libro fue traducido al español y publicado en España por Alianza Editorial, en 1974, aparecieron más reseñas, o más exactamente artículos periodísticos de retrospectiva sobre el cineasta, como el de José de la Colina, publicado en Excélsior el 22 de julio de 1975; además de diversos ensayos aparecidos en el suplemento La Cultura en México, las revistas Imágenes y Cine.
El cine de Hitchcock ha sido estudiado ampliamente en innumerables textos desde perspectivas diversas alrededor del mundo. En México, la editorial ERA publicó en 1968 una traducción del libro de Robin Wood llamado El cine de Hitchcock. En 1990, la Universidad de Guadalajara, en su colección “Grandes cineastas”, publicó el famoso texto escrito por Guillermo del Toro, Alfred Hitchcock. Existen además críticas tardías que dan un recuento de muchos de sus films, como aquéllas de Tomás Pérez Turrent para El Universal, y trabajos de tesis en diferentes universidades de México sobre el cineasta.
En el verano de 1978, la Cineteca Nacional presentó el primer ciclo en México dedicado a su etapa inglesa, en el que se presentaron varias de sus películas sonoras del primer periodo, complementadas por algunas de las afamadas cintas de su etapa más estilizada.
Dos veranos después, Hitchcock falleció a la edad de 80 años. Su muerte significó una pérdida inmensa para la cinematografía y un evento notable para la prensa. Fue entonces que en México la fascinación por sus películas sumó legiones: en el Cine Bella Época se realizó un ciclo póstumo durante julio del mismo año. Seis años después, se presentó nuevamente un ciclo en la sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario (CCU), exhibiéndose varias de sus películas con el fin de reencontrarse con el suspenso hitchcockiano.
En abril de 1990, la Cineteca Nacional ofreció un ciclo para conmemorar “Una década sin Hitchcock”, junto con la publicación de un cuadernillo con fotografías y frases de Hitchcock. Se exhibieron catorce de sus películas estadounidenses. Todavía en agosto de 1999, el Maestro del suspenso dio de qué hablar, pues el día 13 del mismo mes se cumplieron cien años de su nacimiento, evento que ocupó a la prensa mexicana para recordarnos la importancia de este gran director.
Durante 2013 se proyectaron las primeras películas silentes de Hitchcock recientemente restauradas por el British Film Institute National Archive, en el ciclo «El Primer Hitchcock», organizado por la Cineteca Nacional con el apoyo de British Council. A partir del primero de octubre de ese año, el público mexicano asistió por primera vez a las funciones en pantalla grande, musicalizadas en vivo por la pianista Deborah Silberer, revelándose que la maestría del cineasta comenzó desde el principio.
En 2018, en Cineteca Nacional se inaugura la exposición Hitchcock: Más allá del suspenso, con más de doscientas piezas exhibidas, proveniente de España de Fundación Telefónica y curada por Pablo Llorca. Acompañan a esta exposición una retrospectiva organizada por Cineteca de más de 30 películas de Hitchcock en formato 2K y 4K, que incluye una publicación con breves ensayos, y la reedición del libro de Guillermo del Toro sobre el cineasta; además de conferencias en torno a la obra del afamado cineasta.
Así, la etiqueta “Mago del Suspenso”, después de no haber leído los cientos de libros sobre Hitchcock, o quizá sí, acerca del uso de la música, color y diseño de créditos, la traducción intersemiótica, o la cotidianidad anormal, adquirió otro más rico matiz en México. Tras intensos visionados domésticos o en pantalla grande, los hitchcockianos mexicanos, que no hitchcockistas (estudiosos profesionales del autor, tesistas, ensayistas), ya no desconocen que la obra del cineasta es sobre la búsqueda de un “cine puro” (tiempo cinematográfico, pulsiones provocadas por la angulación de la cámara, hallazgos de nuevas formas fílmicas), o si se quiere “puro cine” (emoción, espera, suspenso, vestuario de actrices rubias, sexo simbólico). Saben los hitchcockianos de nuestro país, que el cine del señor Hitchcock, verdadera estrella de sus películas, es esencialmente un arte de la técnica, entendida ésta como la exploración de la construcción de imágenes y sonidos, aderezado con temas “sospechosos” fuera de control, o de psicologías retorcidas, que han hecho desear pagar el boleto de taquilla, alquilar los VHS de la Universal en el videoclub, adquirir el clon DVD pirata, comprar la edición del Blu.ray o pasar tiempo en el visionado postardío en novedosas plataformas.
Raúl Miranda dirige el Centro de Documentación de la Cineteca Nacional.