Bohemian Rhapsody: La historia de Freddi

Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury

Por | 14 de noviembre de 2018

Sin saberlo, Brian Harold May y Freddie Mercury fueron vecinos cerca de diez años.

Brian May era un estudiante brillante, un hijo modelo, su rostro sereno y figura gentil ocultaban cualquier atisbo de insurrección adolescente, sin embargo, su Red Special, esa guitarra que él y su padre –ingeniero en electrónica– fabricaron, delataba la rebeldía interna que su inteligencia se empeñaba en expresar. La guitarra, era el alter ego que transformaba sus conocimientos de física en incipientes riffs y solos. Paralelamente a sus estudios, Brian formó dos bandas, la primera llamada 1984, mientras terminaba la preparatoria y la segunda, Smile, ya en la universidad, mientras estudiaba física y matemáticas en el Kensington Imperial College de Londres. Ambas bandas fueron formadas con su amigo Tim Staffell. A Brian y a Tim les faltaba un baterista para formar Smile, así que May puso un anuncio en el Imperial College que decía “WANTED: Ginger Baker type drummer”.

El anunció con esta solicitud ambiciosa fue atendido por Roger Meddows Taylor, un estudiante proveniente de Cornualles, en el suroeste de Inglaterra, que estudiaba odontología en el Dental College de Londres. Roger cumplió el exigente requisito de tocar con el determinante estilo de Ginger Baker –el fino baterista que componía el trio formado por Eric Clapton y Jack Bruce en Cream y así Smile estaba listo para recorrer el circuito universitario de Londres y Cornualles, mientras sus miembros continuaban sus respectivos estudios.

No conforme con graduarse de físico matemático, y tener conocimientos en electrónica y música, Brian continuó sus estudios para doctorarse en Astronomía Infrarroja –pretendía estudiar la luz zodiacal de la que hablaba el escritor H. G. Wells– al tiempo que Smile tocaba en algunos clubs y pubs londinenses. Y Mientras Brian May destacaba en el mundo de las ciencias, Tim Staffell estudiaba en Ealing Art College de Londres, donde conoció a un sofisticado y extravagante estudiante de artes gráficas, de ascendencia persa que, además, tocaba el piano, llamado Farrokh Bulsara.

A través de Tim, Freddie conoció finalmente a su vecino de años, Brian y al nuevo baterista de Smile, Roger Taylor, con quien trenzó buena amistad, al grado de que mientras estudiaban y hacían tocadas en Londres –Roger en Smile y Freddie en otro grupo llamado Wreckage– montaron un puesto de ropa en el Kensington Market, un emblemático mercado londinense, famoso, no sólo porque en él se podía traficar con terciopelos, abrigos viejos con pieles de zorra traídos desde Rusia y con toda clase de objetos vintage, sino porque los puestos eran manejados por músicos, escritores y artistas de diversas disciplinas que buscaban un ingreso adicional. El Kingston Market fue un crisol de subculturas, primero hippies y bohemios, después punks y new romantics, siguiendo con metaleros, góticos y demás culturas subsecuentes. El Kensington Market, en Londres, en 1969, transitado por Freddie Mercury y Roger Taylor, definitivamente sería una parada interesante para cualquier viajero del tiempo, o al menos para un cineasta visionario.

Mediante estas andanzas Freddie estuvo siempre cerca de los miembros de Smile, les daba consejos y asistía a sus tocadas, hasta que un buen día, Tim decidió abandonar la banda ante la incertidumbre de su éxito, y fue ante esta decisión afortunada para la música, que Freddie, quien en ese entonces ya era una especie de George Martin de la banda, tomó el lugar de Tim.

Como podemos ver, ni Freddie se presentó con Smile a la salida de una tocada, ni John Deacon era ya parte de la banda cuando Freddie ingreso al grupo; ni Londres o el Kensington Market eran escenarios omisibles en un filme sobre Queen o cualquier otra banda inglesa de semejante importancia. Además, como veremos más adelante, Jim Hutton, la última pareja de Freddie, no era un camarero sino un estilista que trabajaba en uno de los hoteles más distinguidos y antiguos de Londres, el Savoy; y lo conoció tras acecharlo periódicamente en un club gay. Por cierto, en una ocasión, Hutton estaba sumamente molesto porque un cliente nuevo hizo cita en el Savoy para cortarse el pelo y no llegaba, cuando el cliente finalmente llegó, Jim se dio cuenta de que ese cliente nuevo era David Bowie. Lamentablemente, como veremos líneas abajo, hay más datos falsos en la película.

Ahora bien, ¿es tan grave que una película sobre la biografía de un artista tenga errores o manipulaciones? Veamos. Andrés Pérez-Simón, profesor de español y director del Centro de Investigación Taft en la Universidad de Cincinnati, en su ensayo “Conceptualizing the Hollywood Biopic” explica que los eventos representados en la pantalla serán percibidos como recreaciones de eventos reales. «El elemento crucial de juicio es la veracidad de cierta secuencia de eventos […]. El espectador juzgará la copia en relación a un original preexistente». Recrear el génesis de una banda tan emblemática en la historia del rock en una biopic debería ser una las partes vertebrales de la narración; el origen es uno de los misterios que despierta mayor curiosidad en el público y del que generalmente se tiene poca información a la mano. Por ejemplo, cuando uno recorre la ciudad de Liverpool, Inglaterra, en un camión disfrazado de submarino, el guía del tour, un hombre mayor que aun parece habitar en los años 60, narra con detalle, el lugar donde Paul y John se conocieron, donde George y Ringo vivían, o las incursiones del cuarteto en Strawberry Fields y, al final de cada testimonio, el hombre de los 60 remata diciendo con voz melancólica «The rest is history». Lo que significa que, lo demás es del dominio público.

De manera que la primera incógnita surge. ¿Por qué los productores de la película decidieron alterar la historia sobre la formación de Queen, un momento cultural trascendente en la historia del rock?

 

El personaje

Pérez-Simón nos recuerda que «el mayor nivel estético es alojado en la reproducción de los manierismos físicos y vocales del sujeto a ser personificado»: la actuación de Rami Malek es estupenda, tal vez impecable, lo mismo su caracterización, sin embargo el parecido físico con Freddie guarda cierta distancia, el espectador tiene que poner de su parte para aceptar la semejanza, empezando por la talla del actor: si bien Freddie no era clasificable como alto (como May, Bowie, Jagger, Page o Plant) tampoco era bajo, y aunque delgado, siempre lució embarnecido en el escenario, a diferencia de Rami, que luce algo pequeño y casi enclenque en comparación con Ben Hardy, que interpreta a Roger Taylor y a Joseph Mazzello que interpreta a John Deacon. Según el sitio CinemaBlend, hubo gran queja de parte de los fanáticos cuando se enteraron de que Adam Lambert no sería quien caracterizaría a Mercury, posiblemente menos actor que Malek, pero más parecido a Freddie. La falta de parecido se puede sustituir cuando el actor tiene ya un fuerte reconocimiento del público, logrando que el espectador pase por alto las diferencias físicas porque, momentáneamente, el actor en cuestión logra construir un personaje surgido de la fusión del actor con la persona a la que intenta representar, es decir, el prestigio del actor sustituye el parecido físico de la persona.

Pérez-Simón expresa que el arte de la obra está sujeta a los parámetros del mundo no como una posibilidad, sino como algo histórico, y agrega la explicación del teórico literario checo, Lubomír Doležel: «un mundo en el que cohabitan e interactúan personajes y situaciones históricas (reales) con personajes y situaciones ficticias no puede considerarse un mundo histórico». No significa que, con fines estéticos o incluso como eslabones para dar continuidad a la historia, una biopic no pueda o no deba tener algunos elementos ficticios, especialmente cuando la persona pertenece a un pasado lejano, y no queda más que tratar de unir los puntos posibles (un simulacro, según Jean Baudrillard), por ejemplo la historia de Napoleón o de alguna reina medieval. Sin embargo, como afirma Pérez-Simón, «la imposibilidad de una narración histórica totalmente neutral y objetiva, no implica la inexistencia de una especie de verdad consensuada». Por desgracia las alteraciones incrustadas en Bohemian Rhapsody (2018) anulan el filme como un documento confiable y afectan incluso el aspecto artístico de la obra: «Entre más confiable es la recreación, mas artístico es el filme», sentencia Andrés Pérez- Simón.

  

Ficción histórica [Spoiler incluido]

Ignoro cuál era el propósito de alterar fechas y eventos en el filme, en especial, uno particularmente importante y grave: durante los ensayos del famoso concierto de Live Aid, Freddie informa a sus camaradas que se ha contagiado de SIDA y, a partir de ese momento se desencadena una serie de escenas emocionales que pretenden conmover al auditorio, tal vez para bajarle la guardia ante próxima secuencia polémica, la del concierto, y de la cual hablaremos nos quejaremos más adelante. El concierto ocurre el 13 de julio de 1985, en esa fecha, Mercury aun no sabía que era portador del VIH, él se entera más de un año después del icónico evento, en octubre de 1986, guardando por un buen tiempo el secreto terrible. En abril de 1987, el periódico The Sun, revela que dos de los amigos cercanos de Freddie han muerto de SIDA. ¿Por qué inseminar a una historia real con un hecho falso, que nada aporta al ejercicio estético de la obra y que desprestigia la seriedad de una película que, ¡versa sobre una parte de la historia de un personaje real! No sé si tenga caso mencionar además que, Jim Hutton, su última pareja, estuvo presente en Live Aid, e incluso partieron juntos al concierto en limusina; de manera que es falso el hecho de que Freddie lo tuvo que buscar en las páginas amarillas. Si el objetivo era conmover forzadamente al público, lo pudieron haber hecho, utilizando otros momentos que realmente sucedieron en la historia de nuestro estimado Freddie, y que fueron aterradores, por ejemplo: la manera en que va sospechando que es altamente probable que porte el virus, mientras, se va enterando paulatinamente de que un amigo tras otro muere lenta y dolorosamente, y se va enterando, también, de que hasta ese momento no había cura posible para el virus. Ver a sus amigos caer uno por uno era presenciar lo que le esperaba, consciente de que su turno llegaría inexorablemente, una experiencia traumática, digna de La peste de Albert Camus.

 

El suicidio de la doble actuación

En YouTube hay varios videos con el performance de Queen en Live Aid.  ¿Por qué poner a competir a Rami contra el propio Freddie? Nadie podría representar uno de los mejores performances del propio Freddie o de cualquier otro artista. El acto en sí es casi metafísico: una cosa es representar a una persona, y otra es representar la representación que la persona original hace de su propio personaje cuando actúa o canta, es decir, el actor tiene que hacer una doble actuación, la del personaje, y la del performance del personaje. ¿No hubiera sido mejor recrear la historia detrás de los momentos previos o posteriores a la actuación de Live Aid? Por ejemplo: Jim cuenta que durante el concierto, se paseaba entre los tráilers, lo mismo Paul McCartney, que Sting, que U2, Dire Straits o Phil Collins, quien le pidió un autógrafo a Freddie para su hijo. Jim nos ofrece también la anécdota que vivió cuando David Bowie terminó su presentación y regresó a su tráiler, Freddie le pidió a Jim acompañarlo para saludar Bowie, cuando llegaron, Bowie estaba secándose el pelo con un ventilador (fan, en inglés) y el humor británico brotó cuando Freddie le preguntó que si ese era el único fan que había conseguido, ambos rieron [Inserte usted el emoji que guste].

Para Pérez-Simón una copia es considerada mala por tratar de replicar un fragmento de realidad que los fanáticos fundamentalistas como el que escribe no estamos dispuestos a ver recreado. En este caso un acto cuyo original está registrado y disponible, y que encima, es considerado por académicos, historiadores, críticos y fans, como uno de los momentos más granados en la historia de los conciertos de rock del siglo XX. Pérez-Simón cita el libro Whose Lives Are They Anyway? de Dennis Bingham, quien critica a Geoffrey Rush –un actor completo y exquisito, que interpretó a Peter Selllers en The Life and Death of Peters Sellers–, cuando éste compite contra el propio Sellers al tratar de interpretar una escena imprescindible, cuando el presidente Muffley (Peter Sellers) llama al premier soviético Kíssov para informarle que por accidente habían lanzado una bomba atómica en territorio ruso en Dr. Insólito (Dr. Strangelove, Stanley Kubrick, 1964). Tratar de recrear o representar lo que ya está representado de forma única e irrepetible es, simplemente, un suicidio artístico y un desperdicio. ¿Por qué no representar o reconstruir lo que no está registrado, lo que no tiene un original, evitando así comparaciones obvias sin poner en riesgo el prestigio de un actor joven?

Una biopic también nos puede comunicar si los vicios y costumbres de una época se mantienen, han evolucionado o se han diluido, el director Bryan Singer (Nueva York, 1965) desperdició la oportunidad al representar de manera ligera una de las fiestas de Freddie. La historia del rock está llena de anécdotas sobre las dantescas fiestas que los rockeros organizaban, y dentro de ese grupo de fiestas, hay dos categorías: la fiesta de Freddie en su cumpleaños 39 en Múnich y todas las demás.

Por último, Pérez-Simón nos recuerda ese ensayo fundamental de Jean Baudrillard “Simulacro y simulación”, en donde el filósofo francés expone que en una “simulación” se deben fingir las situaciones a tal grado que se dificulte saber cuál es la verdad, se trata de que el acto engañe los juicios de verdad o mentira. En el caso de una biopic la historia del personaje se debe simular con precisión para que el espectador trascienda sus dudas al menos mientras ve la película y quede absorto ante la historia que presencia. Dennis Bingham argumenta que el éxito de una biopic alcanza la perfección cuando la síntesis se convierte en el estándar. De ahí la gravedad de que la biografía de un artista grandioso sea popularizada en una historia con varios eslabones falsos, porque en el futuro esta obra podría ser el referente histórico del cantante.

Al parecer el objetivo fue crear un filme apto para toda la familia y un tanto conservador, esto no es necesariamente negativo si al menos se hubiera apegado a la historia real. Si el objetivo era dar a conocer a las nuevas generaciones la magna obra de Queen, recordar a un artista, homenajear su trabajo y que cada quien recordara sus momentos de juventud con el soundtrack de la banda, entonces la película se agradecería con creces; sin embargo el director tuvo la gran oportunidad de crear una obra que pudo ser un clásico del cine de biografías, y ahora se recordará, al haber tantos documentos a la mano que comprueben las falsedades, como una “ficción histórica”. Un Danny Boyle como director hubiera sido deseable.

La mesa esta puesta para Netflix o Amazon Prime, tienen una oportunidad dorada para lanzar una serie de Queen, sin descafeinar, con el subtítulo “La verdadera historia”.


Mario Todd es autor de la novela Hipermnesia (2013). Estudió la maestría en Estudios de Ciencia Ficción en la Universidad de Liverpool. Ha colaborado en revistas como Conozca Más, Replicante e Indie Rocks!