Treinta almas
Por Santiago Gómez Fernández | 27 de julio de 2018
Todas las civilizaciones a lo largo de la historia han tenido sus propios cuentacuentos: narradores dotados con alguna virtud, encargados de guiar y dar sentido a la existencia de su sociedad y los individuos que la conforman. Los griegos tenían a los oráculos, los católicos a los sacerdotes. Los celtas, por su parte, hallaban esta figura en los bardos, poetas capaces de escuchar las enseñanzas de sus antepasados en los pinos, mismas que luego compartían con su pueblo en busca de un futuro glorioso.
Similar a los relatos de los bardos, Treinta almas (Trinta lumes, 2017) busca responder las preguntas de Alba, una niña de trece años que se cuestiona constantemente por el paradero de los muertos. No obstante, manteniéndose fiel a la tradición celta, la cinta más reciente de Diana Toucedo ofrece respuestas que se asemejan más a cantos líricos que a una explicativa narrativa en prosa.
Situada en Ribas de Miño, una comunidad gallega que permanece al margen de la modernización, la cinta mezcla elementos documentales con una sutil trama ficticia que brota de entre las tomas del bosque y las exploraciones etnográficas de los pobladores. Con un enfoque que nunca termina de sentirse cómodo, la directora retrata a los habitantes cazando jabalíes y desplumando gallinas mientras que la voz en off de Alma nos hace preguntarnos cómo y por qué, en pleno siglo XXI, debería seguir existiendo una comunidad así.
Las explicaciones del sacerdote y la maestra de la escuela del pueblo se quedan cortas. La pequeña fábrica, por su parte, ofrece como única razón de ser el hecho de seguir produciendo. Insatisfecha con esto, Alba comienza su propia búsqueda de sentido, explorando cuevas y casas abandonadas a lado de un joven amigo, hasta que cerca del final, la niña desaparece.
Contada con una tribal estructura cíclica, la película termina con la escena del comienzo: de entre la neblina del bosque, escuchamos gritos: «¡Alba! ¡Alba!». Los pueblerinos buscan sin éxito a quien buscaba darles sentido. De esta manera, Toucedo (Pontevedra, 1982) parece llegar a la enseñanza de su canto: la razón de ser de toda sociedad es justamente buscar significado, aunque al final sólo esté una inminente desaparición. Así, durante hora y media, la directora logra otorgar sentido a Ribas de Miño mientras vemos cómo sus pobladores sólo piensan en irse.
Santiago Gómez Fernández estudia Comunicación en la Universidad Iberoamericana y forma parte del equipo de redacción de Icónica.