Birdman o (La inesperada virtud de la ig

Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)

Por | 1 de enero de 2015

Alejandro González Iñárritu se adentra en los terrenos de la comedia negra para contar la historia de Riggan Thomson (Michael Keaton), un actor famoso por haber interpretado a un superhéroe y que actualmente lucha por montar una obra de teatro en Broadway. Cerca del día de estreno, atraviesa por una crisis que lo hace enfrentarse con su ego mientras intenta recuperar su carrera, su familia y a sí mismo.

En términos psicológicos, el ego es la instancia psíquica que se reconoce como “yo” y que media entre las regiones conscientes e inconscientes de la persona. En Birdman (Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), 2014) distinguimos al ego desde dos niveles: el fílmico, materializado en el superhéroe al que Riggan trata de ignorar; y el extrafílmico, representado por el personaje de Keaton, quien, digamos, responderá a las inquietudes artísticas de Iñárritu (ciudad de México, 1963). Desde la técnica, Birdman es un conglomerado de planos secuencia que dan la sensación de estar insertados en un flujo interminable de momentos. Aquí sale a relucir otro de los personajes principales de la cinta: el teatro, ese espacio físico donde se monta la obra y donde se desenvuelve la mayor parte de la película. «Con frecuencia el inconsciente se simboliza con pasillos, laberintos o encrucijadas»[1]; podemos decir, entonces, que el teatro y sus interminables corredores representan el inconsciente de Riggan. En el inconsciente todos los contenidos son borrosos y se funden unos con otros, y nunca se puede saber exactamente qué es o dónde está cada cosa o dónde empieza y dónde termina; tal vez por eso, en Birdman no existen los cortes directos entre escenas: el espectador nunca sabe cuándo empieza y cuándo termina cada una de ellas.

En la teoría del psicólogo Carl G. Jung encontramos dentro del inconsciente individual el arquetipo de la sombra, ese lado de la personalidad integrado por cualidades tanto positivas como negativas que el ego ha reprimido o desconoce por completo. A partir de ahora entenderemos a Birdman como la sombra de Riggan, el cual aparece para convencerlo de abandonar su proyecto personal y, en cambio, glorificarse desde el reconocimiento de taquilla. Siguiendo la misma teoría, existe otro tipo de inconsciente determinado por la sociedad que afecta directamente al individuo: el inconsciente colectivo. En Riggan, es aquel que sueña con el reconocimiento que otorga la celebridad, y que en la película se distingue por las alusiones que se hacen a la farándula y a otras estrellas hollywoodenses. En la parte extrafílmica hay una serie de coincidencias actorales que Iñárritu supo aprovechar: Keaton fue Batman, Edward Norton fue Hulk y Emma Stone fue la novia de Spiderman. Tres antecedentes que realmente no importan para la película, pero que el público no podrá evitar relacionar, sobre todo con Keaton y su batifilmografía.

¿Por qué Birdman acecha constantemente a Riggan? La sombra contiene valores necesitados por la consciencia, pero que existen en una forma que hace difícil integrarlos a la vida de la persona. A pesar de sus esfuerzos por adaptar la obra, la crisis de Riggan no es únicamente profesional, se extiende a su círculo familiar y emocional. El actor mantiene una relación distanciada con su hija y está desorientado sentimentalmente con respecto a su exesposa. «Si la gente observa sus propias tendencias inconscientes en otras personas, se le llama proyección».[2] La proyección de Riggan se puede encontrar en el personaje de Mike (Edward Norton), un actor dotado de una fuerza histriónica envidiable y que a diferencia de Riggan, consigue conectarse con el público, la prensa y hasta con la hija de éste. Riggan choca con la personalidad exigente de Mike, desatando discusiones que culminarán en una pelea a golpes. No está de más decir que, fuera de las pantallas, es en las proyecciones donde empiezan los conflictos sociales.

El encuentro con la sombra implica una confrontación con uno mismo: un proceso de individuación. «Si la figura de la sombra contiene fuerzas valiosas y vitales, tienen que ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al ego renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que parece oscuro, pero que en realidad puede no serlo».[3] El proceso que describía Jung viene cuando ese pedazo de la mente es integrado adecuadamente para ejercer un efecto transformador de sentido positivo, potencializando así aspectos como la creatividad. En la película este proceso llega a su culminación en aquella escena donde Riggan se reconcilia con su sombra: se deja seducir por Birdman. Iñárritu hace explotar la metarrealidad que venía experimentado el protagonista, mediante la receta fílmica de productos hollywoodenses como la franquicia Transformers (Michael Bay, 2007 a la fecha) de la que también hay guiños, llena de violencia visual y auditiva. La sombra es poderosa porque la incitación del sí-mismo se dirige en la misma dirección y, de ese modo, no se puede saber si es éste o la sombra quien está detrás del impulso interior. ¿Este delirio es real o imaginado? ¿A quién estamos viendo volar realmente, a Riggan o a Birdman? En este momento en específico se funden las tres capas del ego: Riggan-Birdman-Iñárritu. La integración de la conciencia (Riggan-Iñárritu), el inconsciente personal (sombra/Birdman) y el inconsciente colectivo (Hollywood y el reconocimiento a través de la celebridad).

Hay tal dirección apasionada dentro de la parte sombría que no queda mucho espacio para la razón, y para controlar esos impulsos se requiere de un esfuerzo sobrehumano (tal vez por eso Iñárritu recurrió a la figura de un superhéroe), y sólo es posible si el hombre (el sí mismo), ayuda al individuo a llevarlo a cabo. Esto también lo encontramos en dos niveles: Riggan lo hace sobre el escenario, integrando esa pulsión que había estado reprimiendo tanto tiempo; Iñárritu lo consigue desde el cine, integrando diferentes recursos de la industria fílmica a los que los “autores serios” suelen rehuir. Que la sombra se convierta en un aliado o enemigo depende en gran parte del sí mismo. Es exactamente igual que otro ser humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo… según lo requiera la situación. Por eso es que, finalmente, Riggan puede convivir con la suya sin que lo atormente más: lo acepta como parte de sí. Y una vez que esté bien consigo mismo consigue salir al escenario para actuar bajo ese impulso y reconocer el amor de su familia.

En su libro Psicología de la transferencia, Jung afirmaba que sea cual fuera la cosa que estuviera mal en el mundo, el hombre que también es consciente del problema dentro de sí mismo y aprende a solucionarlo, habrá logrado dar respuesta a una pequeña parte de los problemas del presente. ¿Un problema del presente? Tomemos el caso de las redes sociales. En la película, hay menciones a Facebook y Twitter, plataformas virtuales que en ciertos términos responden a una necesidad de reafirmación personal. Recordemos la escena cuando Riggan atraviesa desnudo por Times Square y es captado por las miles de cámaras de teléfonos celulares: el reconocimiento del público le llegó de nuevo pero no por su talento, sino por la viralidad de su infortunio en la red. El reconocimiento y aceptación ahora se miden en likes y retuits, un comportamiento que responde al inconsciente colectivo del que hablamos anteriormente. Sin tener la certeza de que ésta haya sido la intención de Iñárritu, me atrevo a decir que actualmente, el proceso de individuación se ha amoldado a estos medios, sin embargo, es pertinente regresar al individuo desde la confrontación de la sombra. Esa integración supone no tomarse demasiado en serio, lo que está unido al humor para consigo mismo. Iñárritu lo consiguió con esta comedia que invita a reconocer a ese oscuro compañero que llevamos dentro, aceptar la incomodidad de la duda, y continuar observando nuestros sueños.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 11, invierno 2014-15, pp. 36-37) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Israel Ruiz Arreola es el editor web de Icónica. También es redactor en el área de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional. Formó parte de Talents Guadalajara 2014.


[1] Marie-Louise von Franz, en el libro de Jung y otros autores, El hombre y sus símbolos, Paidós, Barcelona, 1995, p. 171.
[2] Idem., p. 172
[3] Idem., p. 173.

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