El intenso ahora
Por David Ornelas | 24 de mayo de 2018
Sección: Crítica
Directores: João Moreira Salles
Si algo tienen de atractivo los ensayos fílmicos –y los literarios, claro– es que asistimos, no tanto al resultado de un proceso creativo como al acto mismo del pensamiento. João Moreira Salles, en su última película, El intenso ahora, piensa en el lejano 1968, en el efervescente Mayo Francés, en el frustrante final de la Primavera de Praga, en la mística Revolución Cultural de China y en otros eventos de aquel mítico año. Lo hace a partir de material fílmico de archivo, amateur y profesional, de donde se desprende el eje central de su ensayo: ¿cómo repensar la historia a partir del archivo?
Antes de pasar a las imágenes fílmicas de los momentos históricos, a manera de hipótesis y ejercicio didáctico, João Moreira Salles (Río de Janeiro, 1962) propone que las imágenes no informan si no se les sabe mirar cuantas veces sea necesario y que no hablan si no se les hacen las preguntas precisas. Con dos breves fragmentos de cine casero, el director demuestra que, aun sin conocer a los sujetos filmados ni al autor de las imágenes, podemos inferir cosas a varios niveles: desde la felicidad evidente por las amplias sonrisas, hasta la división de clases por aquellos que quedan fuera de los encuadres.
Por otro lado, analiza de manera más amplia las imágenes que su madre filmó durante un viaje a China en 1966. El caso es distinto, aquí conocemos con precisión al autor de las imágenes y su historia, así como a los sujetos filmados; incluso contamos con un sensible relato de las impresiones personales de la madre de Moreira Salles –quien por cierto, vivía en París en mayo del 68 y, significativamente, no registró ni una sola imagen de los acontecimientos– respecto al viaje.
Fue el descubrimiento de estos rollos lo que motivó la realización de El intenso ahora (No intenso agora, 2017). La reflexión de Moreira Salles sobre el viaje de su madre a China, llena inquietudes y de guiños cariñosos, se extenderá durante la película como un contrapunto lleno de implicaciones entre lo que tiende a pensarse como opuesto y quizá no lo sea tanto: la sensibilidad de la experiencia íntima y la trascendencia del momento histórico.
Con estas ideas en mente, las de volver a las imágenes, a sus autores, a los sujetos filmados y sus circunstancias, a lo que se filma y lo que no, Moreira Salles propone una nueva crónica del mayo parisino en 1968, pensada desde un ánimo equilibrado, sin enaltecimiento romántico ni condescendencias, pero evitando también las críticas venenosas. Se destacan las figuras de líderes estudiantiles como Daniel Cohn-Bendit o la del propio general De Gaulle, intentando descubrir lo que aún nos pueden decir de ellos las imágenes mil veces vistas y la forma en que sus figuras se iluminan o ensombrecen a la luz de las palabras y las ideas, propias y ajenas.
Desde lo colectivo, se revisa la espontaneidad, la inconsistencia de algunas ideas de unión entre obreros y estudiantes y la inquietante ausencia de ciertos actores sociales en las imágenes icónicas: afrodescendientes y mujeres, principalmente. Tras reconocer lo revitalizante de aquel periodo, Moreira Salles parece preguntarse, al analizar las consignas que resumen la esencia de la época («Sous les pavés, la plage!» [«Bajo el pavimento, ¡la playa!»]), si la efervescencia de aquellos años no terminó por disolverse al no superar lo espontáneo, absorbida fácilmente por el periodismo mercantil y las agencias de publicidad.
A través de dos rollos cinematográficos anónimos, el director narra los actos de resistencia en Praga tras la ocupación soviética en agosto del 68. Aun sin conocer a los autores, las imágenes y el pensamiento intuitivo de Moreira Salles, hacen palpable la urgencia con que fueron filmadas las secuencias, la necesidad de registrar los detalles, los datos precisos en los periódicos y en las pintas de la calle, los últimos actos de resistencia y el temor evidente al filmar desde los escondites. Se filma ahora, lo que se puede y como se puede, porque quizá después ya no sea posible.
Pocas imágenes tan cotidianas como niños jugando en los parques, pero desde la Praga del 68 repensada en El intenso ahora, estas secuencias resultan la prueba más inquietante de una sociedad habituándose a la opresión. Por ello, el autoinmolamiento de Jan Palach resultaría tan devastador, porque supuso un acto simbólico del estado anímico de una ciudad entera, incapaz de expresar de otra forma la evidente resignación. Los rostros desolados en las imágenes de su funeral se transforman desde aquí en rostros de frustración y vergüenza.
Sobra decir que no hay intención alguna de abarcarlo todo, ni de alzarse con la verdad última en El intenso ahora. A cincuenta años de aquel periodo global de agitación, se trata de una propuesta distinta para pensar e imaginar, desde el cine, cómo se vive la intensidad del presente en los momentos históricos, en lo íntimo y en lo colectivo.
David Ornelas trabaja en el departamento de difusión de la Cineteca Nacional y ha escrito sobre cine en algunas publicaciones digitales.