Cazador cazado: El deseo en El cazador,

Cazador cazado: El deseo en El cazador, de Marco Berger

Por | 22 de octubre de 2020

Sección: Crítica

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No es mejor cazador el que más caza,
si no el que mejor conoce a su presa.

Una sigilosa cámara, que nos muestra imágenes nocturnas de un bosque vacío, deambula por entre los árboles y la maleza. La música, fuerte y vibrante, advierte que algo se encuentra oculto en la naturaleza. Lo que en otro contexto pudiera transmitir paz, aquí genera todo lo contrario. Desconocemos lo que se oculta en las sombras y, de algún modo, nos encontramos expuestos. Sin saberlo nos hemos convertido en presa fácil de un cazador que anda al acecho.

Marco Berger se ha caracterizado por realizar un cine de miradas y deseo, donde el cuerpo y los silencios ocupan el protagonismo. Las palabras se consumen en los labios de sus personajes mientras atestiguamos la forma en que los afectos entre dos hombres transitan los espacios con libertad. La masculinidad es puesta en jaque: el hombre latinoamericano, en el que todavía reina la hegemonía del macho, observa cómo se tuercen su ideología, vicios y placeres.

La introspección juega un papel fundamental en los hombres de Berger (Buenos Aires, 1977): es a través de sus acciones y gestos que conocemos sus emociones. Sus bocas callan lo que sus cuerpos gritan, y es que la tensión sexual que el director crea entre sus protagonistas es uno de los hilos conductores principales de sus relatos. El cine del argentino es cotidiano, pero está lleno de un erotismo que eriza la piel.

Sus películas son subversivas con el género como lo entendemos, ya que simplemente se remite a mostrar a seres humanos que se encuentran y, con dicho cruce, pueden, o no, cuestionar la forma en que desean y exploran su –además de que se exploran con– libertad. Su cuerpo es el medio a través del cual expresan sus pulsiones y logran encontrarse en el otro o, simplemente, descubrir algo de ellos mismos.

A diferencia de sus cintas anteriores, El cazador (2020) se aleja del entramado cotidiano y se aloja en las misteriosas aguas del thriller. Hay un diálogo más abundante y una banda sonora eléctrica que reemplaza (por momentos) los sonidos ambientales que son preponderantes en su filmografía. A pesar de esto, el sello característico de Berger no se pierde, sólo adapta las nuevas herramientas que un género cinematográfico distinto le permite usar.

Ezequiel (Juan Pablo Cestero) siente deseos por otros hombres. Invita a un amigo a su casa, lo observa a lo lejos, lo invita a nadar para satisfacer su mirada. Sus movimientos y palabras son calculados, su objetivo es claro y no dejará ir con vida a su presa, pero algo ocurre ya que, cuando el joven hace su movimiento, el otro lo elude y escapa. Es difícil encontrar a otro con los mismos deseos que tú, y más cuando tu identidad sexual es un secreto. ¿Cómo saber que otro hombre también desea de la misma forma que tú sin revelar tus intenciones en primera instancia por miedo al rechazo, la discriminación o, incluso, las agresiones? ¿Cómo identificar las señales de aceptación por parte del otro cuando ni siquiera te has aceptado a ti mismo?

Como cualquier joven de quince años, Ezequiel, se encuentra lleno de dudas. Se ha alejado de sus padres, quienes se encuentran de viaje, y ha decidido aprovechar la oportunidad de ocupar su vivienda vacía para tener un poco de libertad. En su día a día observa a otros que le atraen con la esperanza de establecer rapport con ellos, y es así que encuentra al Mono (Lautaro Rodríguez) en un parque skate. Es claramente mayor que Ezequiel, quizás esté por cumplir la mayoría de edad. Ezequiel lo observa a la distancia y, con el pasar de los días, lo busca con la mirada. Pero ignoraba que el otro lo veía desde antes. El Mono se acerca y Ezequiel cae en su trampa.

La urgencia por encontrar a otro y por satisfacer sus deseos sexuales, hace que Ezequiel se enamore ciegamente del Mono. Los vemos compartir secretos, historias y caricias. Por motivos evidentes, Berger filma de manera distinta los cuerpos de los jóvenes. Los desnudos completos no son opción, la mirada se postra en los torsos y caras de sus personajes. Por supuesto que el erotismo se encuentra presente en el filme, pero, como es costumbre del director, nunca parte de la objetivización del cuerpo, sino más bien de un encuentro natural que, en este caso, brilla por la inocencia que desprende.

Si bien El cazador nos muestra la forma en la que sus personajes se mueven con sigilo y planean la forma de saciar sus deseos, no pierde de vista las emociones, las sensaciones y el sentido moral de cada uno de ellos. Este último elemento cobra vital importancia cuando El Mono invita a Ezequiel a pasar un fin de semana en la casa de su primo El Chino (Juan Barberini), un hombre en la treintena del que desconocemos absolutamente todo y que es, muy posiblemente, el tipo de amistades que tus padres desaprobarían en tu adolescencia, pero a Ezequiel no le importa e ignora todas las banderas rojas que saltan a la vista.

Todo parecía normal durante ese fin de semana. Ante la mirada de joven enamorado de Ezequiel, como espectadores, notamos esa misma sensación que produjo el inicio de la cinta, una en la que el chico era presa fácil de algo que desconocemos. Al volver a casa, El Mono desaparece por completo de la vida del protagonista sin dejar rastro. Ezequiel espera ansioso un mensaje que le dé señales de vida de su amante, pero cuando este llega no es precisamente el esperado. El Chino y El Mono lo han engañado. Su intimidad ha quedado grabada permanentemente en video y, para evitar que su identidad sea descubierta, él deberá hacer lo mismo que le hicieron. El cazador fue cazado.

La bomba que suelta Berger le añade un grado más de tabú a su discurso. No solamente muestra deseos homoeróticos, que además son juveniles, sino que también aborda un tema complejo, como lo es la pornografía infantil, sin caer en sensacionalismos o morbo. Se le encara como un problema, examinando las complicaciones que surgen para las víctimas. Deja que sus personajes actúen con libertad y ética propia, quedando expuestos a los ojos furtivos del espectador, quien será el responsable de dar un veredicto final.

Las secuencias nocturnas son aprovechadas por el director para hacer latente el peligro en el que se encuentran los jóvenes en pantalla, mismos que se mueven usando una máscara, ocultando su identidad, negando la visión del panorama completo de sus intenciones.

Uno de los aspectos de la cinta que saltan a la vista es la forma en que son mostradas las figuras adultas. Los padres de Ezequiel se encuentran ausentes durante la primera mitad del filme y, cuando vuelven, notan que algo ha cambiado con su hijo, pero son incapaces –un tanto por la falta de apertura del adolescente– de saber de qué se trata. Ellos y otras figuras que transitan por la pantalla siempre preguntan a los jóvenes por alguna chica con la que estén saliendo o propiamente una novia. Este hecho, por más simple que parezca, aumenta la imposibilidad de revelar la verdadera identidad sexual de la persona por miedo al rechazo, por no apegarse a la norma y deseos de sus progenitores. ¿Por qué no acude Ezequiel a sus padres ante el problema en que se encuentra? Porque ellos desconocen que es homosexual. El joven se enfrenta al dilema, no solamente de que su intimidad sea revelada, sino de que se descubra su orientación sexual. Salir del clóset es una experiencia, si bien liberadora, aterradora.

¿Por qué debería ser aterrador mostrar lo que llevamos dentro? Porque se sigue viviendo en una realidad donde el machismo y la homofobia son cosa de todos los días. Ezequiel se enfrenta al rechazo por parte de otros hombres cuando se sospecha que es homosexual, o bien, es llamado maricón o puto cuando mira a otro hombre. Entonces, al mostrar abiertamente su identidad sexual, las agresiones y la segregación se volverían parte de su realidad cotidiana. Estas dudas que viven en su cabeza lo obligan a seguir el juego y es así que conoce a Juan (Patricio Rodríguez), un chico todavía más joven que él, quien lo obligará a cuestionarse sobre la ética de su actuar.

A primera vista, El cazador pareciera estar alejada de los relatos liberadores y lúdicos que Berger acostumbra, pero la atmósfera del filme resuena con su película Ausente (2011), en la que un conflicto moral obliga a sus protagonistas a enfrentarse con sus acciones. Nosotros vivimos sus pensamientos en el celuloide. El protagonista de dicha cinta, Javier de Pietro, tiene una breve aparición simbólica en esta película y nos remite de inmediato a esta conexión. De igual forma, un póster con la palabra Hawaii aparece de fondo en el cuarto de Juan. Esto hace pensar en el filme que Berger filmó en 2013 y lleva el mismo nombre. Pudiera ser coincidencia, pero posteriormente se observa un viewmaster (objeto insignia del director) en el cuarto de Ezequiel haciendo una relación directa a dicho filme, donde ternura e inocencia, como las que desprende el personaje de Juan, son protagonistas.

El cazador otorga libertad tanto a sus personajes como al espectador, mientras transitan en un mundo lleno de peligros, en el que sus instintos y pulsiones dictan el rumbo a seguir. Las realidades que representa son abrumadoras y pesan sobre los jóvenes que observamos, los hunden hasta el punto en el que no es fácil respirar, y solamente el más fuerte será capaz de sobrevivir. Las conductas de agresión, las moralmente incorrectas, las discriminatorias, las siniestras, las ilícitas y las perturbadoras, forman parte de la misma rueda y, parafraseando a Daenerys Targaryen, no es suficiente con detener la rueda, es necesario romperla, pero ¿cómo destruimos problemas que se han instaurado en nuestra mente desde que pertenecemos a una cultura determinada?, ¿cómo vivir libres cuando nuestra identidad es un secreto y el miedo reina alrededor?


Francisco Marín cursa la maestría en Estudios Cinematográficos en la Universidad de Guadalajara. Ha colaborado en revistas electrónicas como LINNE Magazine y The New Gay Times, y participado en los proyectos editoriales Cuando el futuro nos alcance: Utopías y distopías en el cine (2018) y La otra mirada (2020). Escribe y edita el sitio web Miradas Múltiples.

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