La llegada

La llegada

Por | 24 de noviembre de 2016

Sección: Crítica

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Denis Villeneuve es un director de imágenes potentes, sin embargo sus logros visuales no se habían equiparado con un argumento poderoso y necesario como en La llegada (Arrival, 2016). En su más reciente filme, la ciencia ficción es un pretexto para pensar en la comunicación, un tema que nos domina y rebasa y sobre el que pocas veces reflexionamos.

En donde Sicario: Tierra de nadie (Sicario, 2015) falló al abordar una historia con un enfoque repetido, acierta La llegada, película en la que el director quebequense evita la violencia que caracteriza a los filmes sobre humanos que hacen contacto con alienígenas para centrarse en los riesgos de la interpretación, en la desconfianza hacia lo intuitivo y en la desdicha que supondría entender que el tiempo no es lineal.

El lenguaje de la película, en la que se juega de forma recurrente con la escasa profundidad de campo y cuyo montaje enfatiza la exterioridad y la interioridad, apoya los planteamientos de la misma al manifestar que las imágenes, entre otros signos, a través de los que conocemos la realidad, comunican y dan pie a equívocos. La fotografía de La llegada es similar a la de la vista de alguien que recién despierta, es decir que no es clara, efecto que se prolonga con la profundidad de campo cuando se encuentran varios personajes dentro de un mismo encuadre, en el que no se distingue realmente de quiénes se trata.

Amy Adams interpreta a la doctora Louise Banks, una lingüista que ante la aparición de doce extrañas naves es requerida para intentar comunicarse con los alienígenas. Villeneuve (Trois-Rivières, 1967) plantea dos enigmas que guían su película: quién es esa mujer y cuál es el propósito de esos seres en la Tierra. Banks se enfrenta con miedo a lo desconocido, aunque ¿es verdad que la situación le es ajena?

El director zanja la idea del complot en la ciencia ficción y se adentra en el mundo interno de la lingüista. Vemos su intranquilidad, su desazón, su tristeza. Tres secuencias llaman la atención. La primera es aquella en la que se sube a su auto, luego de salir de la escuela en la que imparte clases. La cámara logra pasar del exterior al interior del auto sin mostrar una cesura. La segunda corresponde a la panorámica en la que se muestra la enorme ventana de su casa y como ésta (el interior) se queda vacía mientras se ve alejarse al helicóptero que la lleva a cumplir una misión en calidad de intérprete, en el exterior. Ambos lados son posibles e intercambiables, según la tesis de la película. Un tercer movimiento presenta el muro de cristal en la nave alienígena que separa a los seres de los humanos que, a la postre, penetrará Banks. Lo que es interno para algunos es externo para otros y viceversa.

El verdadero problema se produce cuando, ante la impaciencia por el largo proceso que requiere el establecimiento de la comunicación entre dos entes que no manejan el mismo código, algunos países (China a la cabeza, como la primera potencia mundial) amenazan con atacar las naves. La falta de entendimiento entre uno y el otro, que siempre se representa con la figura del alien, es simple y tocante en la película porque mientras Banks se acerca a una traducción eficiente de lo que pretenden, es verosímil que no se trata de una amenaza. La lingüista problematiza en la semejanza y la diferencia entre herramienta y arma, cuya connotación violenta es lo que lleva a pensar a sus pares extranjeros que se trata de la alerta ante un inminente ataque.

Adams representa a una mujer extraña, incomprendida, que pronto se da cuenta de la simultaneidad de su presente, pasado y futuro. La condena que le impone su pareja, el padre de su hija, un físico, por las revelaciones sobre un acontecimiento que cambiará la percepción del hombre, la acompaña. La ciencia y la mística se enfrentan, se juntan. Estas concepciones se remarcan cuando la hija le pregunta a la madre por qué se llama Hannah. Ella le revela que se trata de un palíndromo, una palabra que se lee igual de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. No importa desde qué lado se lea, no se convierte en otra palabra, ambos extremos revelan lo mismo.

La llegada es un filme importante porque manifiesta los problemas de sentido que se generan en la comunicación, que gobierna nuestra vida, y la posibilidad/imposibilidad de discutirlos debido a que el tiempo parece apremiar en todo momento, el tiempo lineal que se consume y que no se detiene. El filme, que guarda similitudes con Interestelar (Interstellar, 2014), de Christopher Nolan, es la obra que valida el involucramiento Villeneuve en la secuela de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), que se estrenará en octubre de 2017, otra cumbre de la ciencia ficción.


Carlos Rodríguez es reportero cultural. Colabora en La Tempestad y Picnic.