La “época de oro” del cine mexicano

La “época de oro” del cine mexicano como estorbo

Por | 3 de junio de 2016

Este es el primero de una serie de textos que se valdrán del texto llamado “El invisible cine mexicano y la Secretaría de Cultura” que Paul Leduc leyó durante la LVIII entrega de los Arieles, tres recibir el Ariel de Oro a su trayectoria. Leduc apunta a muchos problemas importantes que, por el formato y el espacio, no pudieron tratarse abundantemente. Esperamos que estas reflexiones contribuyan a profundizar en una discusión muy relevante.


Quiero referirme a las menciones que Paul Leduc hizo al cine mexicano que llamamos de la “época de oro”. Lo cito directamente:

  1. «Se declara que el año pasado fue superado el récord de películas producidas desde la “época de oro” del cine nacional. Pero se omiten dos datos: primero, aquel cine se veía». [Como el segundo dato se refiere al presente lo dejaré fuera.]
  2. «Hace 70 años, el cine mexicano se veía. Aún se ve. El actual no».
  3. «El público de hoy no es el de antes. El de la época de oro. El del cine de estreno a 4 pesos. Hoy no se prefiere lo mexicano. Hoy no gusta lo mexicano. Hoy quizá no se quiere ser mexicano».

Me gusta que en su primera mención, Leduc le ponga comillas a la etiqueta. Como si dudara de ella. Como si enfatizara su carácter de mito. No estoy seguro de que lo piense así, por sus siguientes menciones. Sin embargo, estos fragmentos apuntan a la “época de oro” como a un fantasma o como a un pasado que siempre fue mejor.

Ahora, bien, ¿qué fue la “época de oro”? En términos generales se asume que una época donde se producía mucho cine mexicano, que era muy bueno y se veía. Todo esto en parte es cierto. Sólo que requiere matices. Aquí enumero los que me parecen fundamentales:

  1. Si el cine mexicano de la época de oro se veía –y como bien apunta Leduc se sigue viendo– es porque era del gusto popular, es decir, no del gusto de los de abajo, sino del gusto de muchos, probablemente de «todos». Pero entonces,
  2. si era del gusto de muchos no necesariamente era un cine de calidad en términos ilustrados o artísticos, sino un cine que movía a emociones. Sus géneros los confirman: en gran medida se trataba de dramones y comedias. Y, la verdad,
  3. sí, se producían muchas películas, muchas de ellas infames, porque la gente iba a verlas y el mercado era autosustentable.

En ese contexto, vale preguntarse si al público mexicano le gustaba lo mexicano o lo popular. Y si juzgamos por el impacto que este cine tuvo en el resto de Hispanoamérica sólo comprobaremos que lo que atraía era el carácter popular, como pasó después con El chavo del ocho (Roberto Gómez Bolaños, 1971-80).

Con esta base, digamos, el cine de la “época de oro” sólo sirve para comprender los escasos pero constantes fenómenos de taquilla del cine mexicano reciente. Pero no al cine mexicano en general, porque en su mayoría se trata de un cine autoral y, por lo tanto, del gusto de un grupo pequeño.

Independientemente de lo anterior habría que averiguar si el cine mexicano era más, menos o igual visto que el cine estadounidense durante la supuesta “época de oro”. Probablemente no. Pero probablemente no hay fuentes para hacer el estudio porque quizá los indicadores no estaban de moda.

Y hay algo más que tomar en cuenta. El Gran Cine Mexicano también es un invento de críticos y académicos que, ansiosos por promover la agenda política autoral promovida por el nodo Cahiers du cinéma/Nouvelle vague/Festival de Cannes, construyeron una historia autoral retrospectiva del cine mexicano. Y sin duda, como en otras cinematografías, esa mirada al pasado encontró autores indiscutibles (pongo dos: Fernando de Fuentes –mi favorito– y Roberto Gavaldón), pero en México también sirvió para ocultar el cine mexicano que seguía teniendo taquilla: las ficheras, la sexycomedia, Capulina, la India María, el videohome.

Lo urgente es preguntarnos si el cine de la “época de oro” sirve de algo para entender al cine hecho en México del presente. Sinceramente, yo creo, que casi no.

Aquí pueden leerse la segunda y la tercera entregas de esta serie.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).