Inicios del cine ruso

Inicios del cine ruso

Por | 10 de abril de 2018

El crepúsculo del alma de una mujer (Súmerski zhenskoi dushí, Yevgueni Bauer, 1913)

El breve periodo de cine ruso prerrevolucionario está lleno de incógnitas y momentos perdidos. Sin embargo, lo poco que ha podido ser reconstruido por los historiadores demuestra que vale la pena seguir escarbando. Inicialmente, podemos hablar de una industria trabajando por una consolidación frente a las compañías extranjeras que llegaron a producir y distribuir sus cintas en el país y que, al mismo tiempo, comenzó por generar una competencia que impulsó la calidad y la cantidad de las producciones. Una particularidad aparente de este cine es una conciencia estética temprana de los pintores, dramaturgos y escritores que decidieron incursionar en el cine.

Pero si incluso en las tradiciones francesa y estadounidense, que son las más documentadas, el primer cine es mayormente un misterio, en Rusia ha sido casi borrado por la influencia posterior y toral del mundo soviético. Por dar un ejemplo, hay una obra futurista perdida, Drama en el cabaret número 13 de los futuristas (Drama v kabaré futurístov No. 13, Vladímir Kasiánov, 1914), que, por la poca información a la que hoy tenemos acceso, parece haber sido un filme insólito.

Además, durante este tiempo se fundó una serie considerable de publicaciones especializadas en cine, iniciando por la efímera revista de Vsévolod Chaikovski fundada en 1907. ¿Esta escena intelectual podría haber tenido algún impacto en las ideas de los maestros del montaje?

En un esfuerzo por reunir las piezas del rompecabezas en la medida posible, recuperamos aquí algunos de los momentos de este periodo, en el que comienzan a vislumbrarse algunos de los rasgos sobre los que se edificaría una de las cinematografías más sólidas de la historia.

 

Władysław Starewicz (Vladislav Starévich, en ruso)

La venganza del cinefotógrafo (Mest kinematografícheskogo operátora, 1912)

En 1909, tras haber hecho cuatro pequeños documentales sobre insectos, Władysław Starewicz, el director del Museo de Historia Natural de una ciudad menor del Imperio Ruso, Kovno (ahora Kaunas, Lituania), se enfrentó a un problema: los escarabajos que quería filmar en su quinto intento, morían tatemados cuando encendía las luces que permitían hacerlos visibles. Para resolverlo copió parcialmente la técnica de stop-motion del francés Émile Cohl, sólo que en vez de dibujos fotografió insectos muertos con patas de alambre pegadas con cera. Dos años después estaba haciendo animaciones para la compañía de Aleksándr Janzhónkov. Su trabajo más discutido del periodo es una comedia de enredos sobre infidelidades (entre insectos), La venganza del cinefotógrafo (Mest kinematografícheskogo operátora, 1912). La razón de su notoriedad está en que se trata de un ejemplo temprano de una película dentro de una película. La obra rusa de Starewicz es muy amplia y también incluye animación mezclada con actuación y películas fotográfico-actorales estándar. De cualquier modo ha trascendido como animador, faceta en la que alcanzaría el culmen de su carrera en Francia, adonde el director migró a consecuencia de la Revolución de Octubre.

 

Defensa de Sebastopol (Oborona Sebastópolia, Vasili Goncharov, 1911)

Defensa de Sebastopol es el primer largometraje ruso. Se ocupa de la defensa del puerto del título, sitiado durante Guerra de Crimea (1853-56), cuando los otomanos, con apoyo francés, británico y sardo, intentaron recuperar ese territorio, entonces de mayoría turca (los tártaros crimeos), que les había sido arrebatado el siglo anterior, durante el reinado de Catalina la Grande. La película contrasta las desventuras de un militar herido y un soldado capturado por los turcos. Su importancia fuera de Rusia está en que fue la primera película en la historia en usar dos cámaras.

Vasili Goncharov, su director, trabajó alternadamente para la oficina rusa de Pathé y para el productor local Aleksándr Janzhónkov. Si bien elegimos esta película, su carrera fue amplia y mayormente exitosa. Posiblemente Goncharov haya establecido dos paradigmas en la historia de los cines ruso y soviético más populares: por un lado adaptó una importante cantidad de clásicos literarios de su lengua y por otra realizó épicas históricas.

 

Yákov Protazánov

La partida de un gran hombre (Ujod velíkovo startsa, 1912)

Yákov Portazánov es uno de esos directores hiperprolíficos del primer cine. Entre 1910 y 1920 dirigió unas 80 películas, entre las que los historiadores suelen destacar La partida de un gran hombre (Ujod velíkovo startsa, 1912), sobre los últimos días de Lev Tolstói, Un drama en el teléfono (Drama u telefona, 1914), donde divide la pantalla, y la película más taquillera de la Rusia prerrevolucionaria, Las llaves de la felicidad (Kliuchí schastia, 1913), codirigida por Vladímir Gardin, adaptación de la serie homónima de novelas bestsellers escrita por Anastasía Verbítskaia.

Recientemente Mark Cousins rescató una cadena de sus películas en su historia de las búsquedas creativas en el cine, por su tono lúgubre y trágico, donde mezcla la sordidez literaria rusa con el melodrama del primer cine nórdico. Las películas que este historiador destaca son difíciles de localizar porque utiliza títulos que no necesariamente coinciden con ningún otro recuento de la obra del ruso –destaca, sin embargo, La reina de espadas, (Píkovaia dama, 1916), según él “maravillosa”. Después de la Revolución dirigió Aelita (1924), el clásico de la ciencia ficción, pero entonces, al menos entre los más entusiastas, ya había comenzado la Historia.

 

El crepúsculo del alma de una mujer (Súmerski zhenskoi dushí, Yevgueni Bauer, 1913)

En la obra de Yevgueni Bauer, un desconocido que se está revalorando, ya son visibles tanteos de planos secuencia, encuadres y puesta en escena muy cuidados, un uso muy intencionado de las luces y una especie de montaje o protomontaje. Pero sobre todo, parece que se trata de un maestro del drama psicológico. Elegimos como representante de su cine el mediometraje El crepúsculo del alma de una mujer, provocados, en este caso también, por Mark Cousins, debido al desarrollo del plano secuencia. La historia se centra en Vera Dubóvskaia, una joven condesa que deja todo para ocuparse de los pobres. Durante su apostolado sufre el abuso de un cerrajero del que se enamora; un año después se casa con el príncipe Dolski, quien la recluye al enterarse de su pasado. Vera escapa y se convierte en cantante de ópera en el extranjero. La aspereza sexual y machista de esta película hace eco del naturalismo fatalista de la literatura rusa del siglo XIX, sin embargo, el personaje femenino parece más cercano al teatro de Henrik Ibsen. Colocamos aquí El crepúsculo del alma de una mujer como el hilo más visible de una madeja que hay que ir jalando…

 

Redacción: Abel Muñoz Hénonin y Ana Laura Pérez Flores.