El cuerpo femenino y el cine de horror

El cuerpo femenino y el cine de horror

Por | 11 de febrero de 2016

Sección: Ensayo

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La venganza como tema para la ficción cinematográfica es fascinante: los espectadores disfrutamos ver cómo un justiciero hace pagar sus fechorías al maleante. Sin embargo, cuando quien toma la justicia en sus manos es una mujer, el tema se vuelve complejo y adopta muchas vertientes. Es curioso cómo una de las más recurrentes es la del horror.

La complejidad del asunto inicia desde el detonante mismo de las historias, el cual suele estar ligado a una transgresión en el cuerpo femenino. La mayoría de las veces, la venganza tiene su origen en el trauma producido por una violación. Es desde este momento en que el tema se vuelve escabroso y delicado: ¿Cómo representar el hecho? ¿De quién es la mirada? Y más adelante sólo se complejiza más, al entrar a los terrenos de la violencia ejercida por las mujeres hacia sus victimarios.

Sin la intención de ser completamente exhaustiva, me parece que es posible, a partir de la observación de unas cuantas cintas, poder responder tal vez de manera general a las preguntas antes mencionadas. Un filme paradigmático como Carrie (Brian de Palma, 1976) sienta algunos de los tópicos de este cine en donde una mujer cobra venganza por las vejaciones recibidas. En la primera secuencia vemos a un grupo de jóvenes jugar voleibol, y al terminar el entrenamiento, la tímida y frágil Carrie (Sissy Spacek) es maltratada verbal y físicamente por sus compañeras de equipo. Más adelante, Carrie es –por así decirlo– atacada también por su propio cuerpo: sin saber nada acerca de la menstruación, la joven no hace sino entrar en pánico cuando mira cómo de entre sus piernas sale un flujo de sangre. Pero antes de dicha escena, hemos visto los créditos de la película sobre una toma en ralentí de varias mujeres desnudas en el vestidor de la escuela, todas juguetean y parecen a gusto con sus cuerpos, hasta que sucede el shock de Carrie. Traigo a colación esta escena porque me parece que De Palma establece una idea que será base para este tipo de cine: este cuerpo que produce placer a la vista también puede convertirse en una fuente de horror. No es gratuito, por supuesto, que la venganza de Carrie se detone a partir de la aparición de otro chorro de sangre.

Hay algo en este cine de horror que se vislumbra como un punto de partida, y es el hecho de que el cuerpo femenino es algo que los hombres tienen que, en cierto momento, desacralizar. Y aquí es justo donde encuentro un punto cuestionable, no por el hecho de que el ataque al cuerpo de la mujer en sí mismo no sea aberrante, sino porque en este tipo de representaciones las mujeres parecieran ser sólo eso: cuerpos. Por ejemplo: en Escupiré en tu tumba (I Spit on Your Grave, Meir Zarchi, 1978), obra representativa del subgénero rape-revenge, Jennifer (Camille Keaton), la protagonista, es una escritora que renta una cabaña en el bosque para llevar a cabo su trabajo lejos de la ciudad. Estando ya en el bosque, es atacada por cuatro individuos que la golpean, violan y dejan casi muerta. Previo al ataque, hemos visto cómo Jennifer se baña desnuda en el lago, mientras la cámara pareciera adoptar la mirada distante de alguien que la está espiando. En algún momento, incluso, uno de los hombres le reprochará a Jennifer el ser ella la que propició todo, al pasearse y asolearse, es decir, al estar ahí a la vista de los demás. El martirio sufrido por la protagonista es gráfico y muy largo, el director se tomó su tiempo para mostrar cómo la mujer podía ser sometida a todo tipo de vejaciones, no así su venganza, que si bien también es violenta, nunca alcanza los niveles de exposición ni de duración que el ataque sufrido hacia ella.

No me gustaría tampoco restarle mérito al género, creo que I Spit on Your Grave propone un personaje cinematográfico interesante: el de la mujer sobreviviente que planea y lleva a cabo su venganza ella sola, sin embargo, creo que Zarchi no logra alejarse de esa mirada que ya le habíamos visto a De Palma, esa cámara que pareciera rozar el cuerpo femenino para convertirlo en un objeto de deseo. Incluso, plantea un tópico que volverá a repetirse en otras historias: la mujer utilizará su cuerpo y su sexualidad como carnada para poder llevar a cabo su venganza.

Por otro lado, esta representación sexualizada no es privativa de directores hombres, en American Mary (2012), la protagonista (Katharine Isabelle) es poco a poco convertida en una especie de femme fatale tras sufrir un ataque sexual por parte de un profesor. Con un planteamiento interesante en un inicio –una estudiante de medicina que es abusada y que decide vengarse de su agresor sometiéndolo a una serie de cirugías–, las directoras Jen Soska y Sylvia Soska deciden desviarse del tema de la venganza para enfocarse en la de la nueva ocupación de Mary, la modificación corporal. La historia le resta así importancia al hecho que detona todo y se tambalea al carecer de la fuerza suficiente para hacernos sentir empatía por la protagonista.

Por su parte, Lucky McKee pareciera querer ofrecer un punto de vista distinto en cuanto a su personaje femenino protagonista, sin embargo, no puede evitar caer en ciertos clichés. En The Woman (2011), un padre de familia aparentemente convencional, sale un día de caza y se encuentra a una mujer salvaje en el bosque a quien secuestrará y encerrará en su sótano con la intención de “civilizarla”; sobra decir que, como se espera de un filme de horror, sus planes no resultarán como esperaba. Este punto es interesante, porque en esta ocasión, a diferencia de los ejemplos anteriormente citados, no estamos ante una mujer inocente e indefensa que cae en las garras de un villano, sino ante un ser que es incluso monstruoso. Pero el director pareciera querer dejar en claro que a pesar de todo es una mujer y una mujer es su cuerpo, por eso, mientras el cazador la espía, la vemos bañándose en un río con tomas intercaladas a sus senos y a su pubis. De este modo, esta mujer salvaje se convierte de nuevo, en un objeto de deseo de quien la mira.

No es fácil escapar de esta mirada, en ocasiones es complicado ampliar el horizonte de expectativas cuando hablamos del cine de horror. Por ejemplo, el abordaje propuesto por Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi en Viólame (Baise-moi, 2000), las acerca más al thriller, a pesar de compartir premisas con los filmes mencionados. En esta historia dos mujeres son violadas por un grupo de hombres y más tarde, ellas se enfrascarán en una especie de venganza sangrienta contra los hombres que se cruzan en su camino. Viólame no sólo rompe con la idealización del abuso sexual al presentarlo de manera cruda –de hecho, se trata de close-ups reales al acto sexual–, sino que plantea, quizá de manera un tanto fría, el cómo enfrentar el hecho: una mujer le dice a la otra que lo que les sucedió sólo le ocurrió a sus cuerpos, lo importante es no dejar que las dañen por dentro. Pero, de nuevo, Viólame no podría calificar como cine de horror, su visión descarnada, curiosamente, la aleja de las convenciones del género.

No así ocurre con Teeth (Mitchell Lichtenstein, 2007), la cual decide volver realidad una de las leyendas más conocidas que derivan del miedo al cuerpo femenino: la vagina dentata. Aquí, Dawn (Jess Weixler) es una adolescente que pertenece a un grupo que promueve la abstinencia hasta encontrar a la pareja destinada para el matrimonio. Dawn entra en la categoría de chica inocente que en cierto momento se verá acosada por hombres que quieran abusar de ella. Lo curioso aquí es que Dawn no tiene que planear ni esperar para su venganza, su arma está en ella y la utiliza al instante, al principio incluso sin poder controlarla. Así, al ser penetrada por un hombre sin su consentimiento, su vagina simplemente mostrará los dientes y arrancará el miembro del intruso. Aunque la trama suene totalmente desquiciada –lo es–, Teeth no deja de plantear puntos interesantes, sobre todo, porque a fuerza de malas experiencias, Dawn pronto aprenderá a utilizar sus armas para castigar a quienes pretendan abusar de ella. Se trata pues, de una especie de empoderamiento a partir del propio conocimiento del cuerpo y la sexualidad, quizá un tanto burdo y trastornado, pero recordemos que estamos hablando de cine de horror, y aquí sí, la cinta se apega a todas las convenciones del género, haciendo de Dawn una especie de vengadora excesivamente sangrienta, como era de esperarse.

El cine de horror está diseñado para provocar emociones, para sentir el dolor de quien es violentado y para sentir satisfacción cuando se hace justicia. El terreno es pantanoso, sin embargo, cuando esta justicia se lleva a cabo con la misma violencia que la primera agresión; y es que a nadie le gusta aceptar que es sádico. Más allá del nivel de violencia que uno esté dispuesto a aceptar en pantalla, siempre será gratificante ver que el ser indefenso e inocente que vimos al inicio sea capaz de llevar a cabo acciones sangrientas para saciar un deseo de justicia. Lo problemático desde mi punto de vista es justamente la representación de la mujer en este tipo de cintas, pues aún no encuentro una historia que me haga sentir que esa mujer que es violentada no está ahí como una especie de carnada ante la cual los hombres que la atacan parecieran tener un justificante de sus acciones, porque, vaya, pareciera que nadie puede sucumbir ante la imagen de una mujer desnuda.


Rebeca Jiménez Calero es comunicóloga. Es profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se dedica a la traducción y edición de subtítulos para festivales de cine.