Hollywood frente al precipicio

Hollywood frente al precipicio

Por | 19 de julio de 2017

Un fantasma recorre Hollywood: el fantasma de la saturación. Su paquidérmico aparato económico sigue moviéndose con su cada vez más cara parafernalia detrás, en un mundo que multiplica las ventanas de exhibición y que parece decidido a transformar los hábitos de consumo audiovisual de todo el mundo.

La crisis de Hollywood, por supuesto, está lejos de ser terminal, no podría serlo si el año pasado se embolsó más de 38 mil millones de dólares, la cifra más alta de su historia. Sin embargo, la creciente dependencia de las superproducciones y el descenso constante de la asistencia a los cines de Estados Unidos son factores de preocupación. Se sigue haciendo mucho dinero, pero cada día cuesta más lograrlo. Un comparativo entre 1977, 1997 y 2016 puede acercarnos a lo que el viejo Carlos Marx llamó hace siglo y medio la «tendencia decreciente de la tasa de ganancia», señal del cercano fin del ciclo económico.

En 1977, La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas) transformó a la industria cinematográfica, su éxito mundial vislumbró lo que después se convertiría en la política del blockbuster. La mítica cinta ganó en su estreno casi 775 millones de dólares alrededor del mundo; cerca de 461 millones en su propio país (un 59% del total) al exhibirse en 1,750 pantallas. Dos décadas después, en 1997, la película del año fue Titanic (James Cameron), con ingresos globales de 1,259 millones de dólares; 600 millones en Estados Unidos, proyectándose en 3,265 pantallas. Para 2016, el año del récord de ingresos globales, la película más taquillera fue Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, Marvel, 2016), que ingresó 1,153 millones de dólares en todo el mundo. En Estados Unidos generó 408 millones (35% del total) al proyectarse en 4,226 pantallas. Cada pantalla exhibiendo Star Wars en 1977 generó un promedio de 263,428 dólares; el año pasado, el rendimiento por pantalla de Capitán América fue de aproximadamente 96,545 dólares.[1]

Hollywood requiere cada vez de más y más pantallas para mantener su rentabilidad. Para lograrlo, las productoras agrupadas en la Motion Picture Association of America (MPAA) confían en varias estrategias: incentivar la construcción de nuevas pantallas alrededor del mundo –en 2016 sumaron casi 164 mil, con un crecimiento de 8% respecto de 2015–; la digitalización, que ahorra el costo físico de las copias y que ya se ha logrado en 95% de las pantallas; y por último, su capacidad política para imponer su agenda en la mayor parte del mundo y acaparar un gran porcentaje de pantallas para los blockbusters, cuidadosamente ordenados para no competir entre sí, incluso a costa de reducir la rentabilidad del exhibidor. El caso de México es ilustrativo: el rendimiento por pantalla pasó de 182 mil 561 pesos, en 2012, a sólo 78 mil 372 pesos en 2016, es decir, cayó 57% frente al lustro anterior. La exhibición cinematográfica global de cine es una burbuja destinada a reventar.

¿Hollywood no está haciendo nada para remediar la situación? De hecho lo hace. Mientras tensa la cuerda, blinda sus negocios: recauda miles de millones de dólares entre fondos externos de inversión de riesgo, atraídos por la promesa de ganancias exorbitantes y rápidas; y amplía su presencia en negocios más suculentos, como la televisión, el mercadeo de productos o, incluso, las plataformas digitales.[2] Carece, por tanto, de motivaciones para evitar el colapso. El productor Joe Roth lo describió así en 2015: «El negocio cinematográfico ya no es el central para los estudios, es sólo una fracción de lo que generan. No hay razón para asumir un riesgo en un área que genera sólo el 8% de los ingresos, lo que creo que es una forma equivocada de pensar. [Pero] es sólo el 8% de los ingresos [porque] todo lo que hacen es de bajo riesgo y obvio».

Los que ponen el mayor riesgo son los exhibidores, ahora mismo deslumbrados por los altos réditos de Hollywood. Cuatro grupos tienen cierto margen de negociación: AMC Entertainment y Regal Entertainment Group, con siete mil pantallas cada una, y Cinemark y la mexicana Cinépolis, con cinco mil salas. El resto de los exhibidores, prácticamente todos con menos de mil pantallas, presentan una elevada dependencia de los designios de Hollywood. El mercado global de cine es un oligopolio que desafía todas las reglas del libre mercado. La necesidad de seguir creciendo el número de pantallas para los blockbusters en nuevos mercados, como China y Latinoamérica, no considera la vertiginosa penetración de las plataformas digitales, que facilita aún más el entretenimiento a la masiva audiencia adocenada por los hábitos creados por Hollywood. Un paso en falso reventará la burbuja y pasará factura a los exhibidores globales.

La MPAA, antes que poner en riesgo su negocio, abandonará la política de construcción masiva de cines y se abrirá por completo a las nuevas plataformas de exhibición (en las que poco a poco ya va penetrando), creando un nuevo ciclo económico, con una nueva dinámica que excluirá poco a poco a miles de pantallas físicas de exhibición. La buena noticia es que esas pantallas abandonadas podrían interesarse, para subsistir, en apostarles a contenidos ahora relegados. Puede ser una oportunidad para los cines nacionales para regresar por sus fueros.


[1] Todos los números provienen del sitio de Box Office Mojo.

[2] Disney es el ejemplo paradigmático: en 2016 generó 23,600 millones de dólares con sus medios de difusión (ESPN, Disney Channel, ABC y la plataforma Hulu), 16,900 millones con sus parques temáticos, y sólo 9,400 millones con su producción fílmica.


Fernando Mino es periodista e historiador. Autor de La fatalidad urbana: El cine de Roberto Gavaldón (2007) y La nostalgia de lo inexistente: El cine rural de Gavaldón (2011). @minofernando