Televisa, Netflix y la mayonesa McCormic

Televisa, Netflix y la mayonesa McCormick

Por | 28 de junio de 2017

Tenemos una relación ambivalente con la televisión mexicana. La añoramos y la renegamos simultáneamente. Y cuando digo «tenemos», me refiero a los televidentes que antes del internet manteníamos una relación estrecha con ella, sobre todo en la etapa infantil y la pubertad. Muchas generaciones crecimos a su lado: nos aplacaba el estrés producido durante las horas de escuela; era el refugio perfecto en las vacaciones de verano (las de Semana Santa no tanto, por eso de Los diez mandamientos [The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956] y así) y fiel proveedora de entretenimiento durante los fines de semana. Control remoto en mano, nuestra odisea del zapping emprendía la búsqueda de las mejores caricaturas y programas, evitando en la medida de lo posible telenovelas, noticiarios o talk shows dirigidos a señoras que, de todos modos, terminábamos viendo aunque sea un poco. En el proceso, la televisión fue parte de la formación de nuestra apreciación artística y estética. Pero esos años quedaron atrás. Ahora nos gusta recriminarle y responsabilizarla de muchos de los males que aquejan al país. Y aunque la televisión mexicana siga viva, diversificada y todavía con bastante influencia sobre la sociedad, es verdad que nuestros vínculos con ella han cambiado radicalmente en una época donde se puede ver lo que sea, a la hora que sea y sin cortes comerciales. La era de Netflix y YouTube.

Hay que precisar que al hablar de “televisión mexicana” me refiero antes que nada a los canales de Televisa (el 2 y el 5 principalmente); después, en un escalón más abajo, los de TV Azteca y, al final, canales poco comunes como el 11 y el 22. Y más preciso aun, estoy hablando de televidentes que a mediados de la década de los ochenta, los noventa y principios de los dos mil eran sus espectadores. Millennials, pues. No es que los espectadores en décadas anteriores no entren en la discusión, pero creo que sus relaciones con la televisión obedecen a otro contexto. Somos una generación en tránsito continuo: de la señal monopolizada en un par de cadenas, al gran panorama de los sistemas de cable (hasta el 89 que apareció MVS inició un crecimiento y competencia en la TV de paga), y finalmente al streaming, continuamos modificando nuestros hábitos de consumo.

Horas frente a la pantalla irremediablemente terminan por sembrar en la memoria personajes, historias, eventos, formatos, estéticas, etc. Existe, pues, una cultura televisiva habitada por íconos edificados en su mayoría sobre una fama construida con ratings, repeticiones, méritos propios y escándalos mediáticos. En su momento tenían el brillo que sólo la farándula puede otorgar y permanecían distanciados del público, ahora, gracias a las redes sociales, figuras míticas como Chabelo y Silvia Pinal en Mujer, casos de la vida real (1985-2007), son la materia prima para ingeniosos memes. Y por ese camino transitamos, conscientes de lo que alguna vez fue la televisión, jugamos con el recuerdo de forma irónica. ¿Alguien puede explicar la creciente adoración a Pedrito Sola, a pesar de trabajar en uno de los programas más criticados?

Netflix ha reconocido tal efecto de la cultura televisiva mexicana. Es por ello que inteligentemente ha emprendido una campaña publicitaria para promover su contenido original utilizando estas figuras emblemáticas. Algunos ejemplos son Itatí Cantoral reviviendo –sin decir su nombre- a su personaje de Soraya Montenegro para colarse en el mundo de Orange is the New Black (Jenji Kohan, 2013 a la fecha); Jaime Maussan autoparodiándose a él y a su programa Tercer Milenio (1997-2016) para promocionar Stranger Things (Matt y Ross Duffer, 2016 a la fecha); Paquita la del Barrio cantándole a Pablo Escobar para anunciar la segunda temporada de Narcos; o las “fuertes declaraciones” de Isabel Iglesias (Club de cuervos, Gary Alazraki, 2015 a la fecha) en La jugada (¿? a la fecha). La compañía ha aplicado la estrategia en otros países como Brasil y Argentina reclutando figuras públicas de cada región, pero en el caso de México la selección es más variada y con pretendidas intenciones de evocar viejos programas de Televisa. Incluso lo hace para burlarse de ella directamente como con el spot de “Servicio a la comunidad” para localizar a Will Byers y Barbara Holland, o el comercial que anunciaba la salida de Rebelde (2004-06) y el resto del contenido de la televisora. En el último caso, el efecto estuvo acompañado de una interminable lista de memes con la línea “Netflix vs. Blim”. El resultado es gracioso, nostálgico y efectivo. Le funciona a la compañía porque, a final de cuentas, se trata de un promocional. Una señora (o señor, ¿por qué no?) que veía María la del barrio (1995-96), tal vez quede intrigada(o) por volver a escuchar «¡Maldita lisiada!» y tenga curiosidad por ver Orange is the New Black. Nosotros lo celebramos por hacernos recordar cuando las telenovelas eran las reinas de la barra programática y por mofarse de un gigante cada vez más pequeño.

Nos medimos por imágenes. Hoy, un meme lo dice todo. Y nos guste o no, la televisión mexicana forma parte de nuestro acervo visual; por eso compartimos gustosos los memes de Carmen Salinas para expresar nuestros dilemas cotidianos, a pesar de que al mismo tiempo la odiemos por ocupar un innecesario curul en la Cámara de Diputados. Esta vieja y contradictoria relación de la que ha sacado provecho Netflix nos confirma lo que ya sabemos: sí, somos más conscientes de las faltas que ha cometido la televisión concesionaria con el público desde hace muchos años, sin embargo, aun así le guardamos cierto cariño. Por más que se quieran cambiar el nombre, la vieja televisión mexicana sigue viva y con muchos espectadores todavía. Pero sin contar los partidos de futbol o alguno que otro reality show de cierto impacto, es verdad que sus intentos por permanecer vigente son cada vez menos comentados. Y si lo consigue es porque nos burlarnos de ellos. Fue parte importante de nuestra vida (para bien y para mal), pero ahora preferimos quedarnos con los bonitos recuerdos, los maratones de Netflix y los memes de Pedrito Sola.


Israel Ruiz Arreola forma parte del equipo editorial de la Cineteca Nacional desempeñándose como investigador especializado.