Entre el sueño y la realidad: Una lectu

Entre el sueño y la realidad: Una lectura filosófica de Largo viaje hacia la noche

Por | 23 de abril de 2021

Cada vez que la veía sabía que estaba soñando otra vez.
Y cuando te das cuenta de que estas soñando,
es como una experiencia extracorporal.
Largo viaje hacia la noche.

Al protagonista de Largo viaje hacia la noche los sueños le hacen sentir que su cuerpo está hecho de hidrógeno, que puede flotar. El segundo largometraje de Bi Gan abre mostrando una mano que sostiene un micrófono, la cámara sube hacia el techo donde se observan luces de colores. Sin ningún corte visible, la cámara continúa su movimiento ascendente hasta mostrar un hombre semidesnudo, acostado boca arriba en la cama. Hay dos momentos distintos: el del sueño, en el que se observa una fiesta vacía, y el de la realidad, cuando el personaje despierta del sueño. Los dos unidos por un movimiento imperceptible. Sueño y realidad, convergen. La película está dividida en dos partes. Cada una construye una forma de entender los sueños, como un enigámtica dimensión que arroja luz a nuestra realidad. La primera parte se sitúa en la realidad del personaje; la segunda, en sus sueños.

¿Sabemos que soñamos cuando soñamos? ¿Cómo se diferencia el estado del sueño del estado de la vigilia? En las Meditaciones metafísicas, René Descartes utiliza el cuestionamiento anterior para fortalecer el argumento escéptico del sueño. Lo que esta teoría propone, de acuerdo con Jonathan Dancy, es que «nadie sabe nada de hecho, porque nadie puede saber nada».[1] El escepticismo cuestiona el hecho de que sea posible adquirir conocimientos acerca del mundo, puesto que no es posible dar cuenta de cómo esos conocimientos fueron adquiridos. La táctica argumentativa de Descartes consistía en fortalecer el argumento escéptico. Si era capaz de encontrar una verdad clara y evidente que ningún argumento escéptico pudiera cuestionar, entonces podría, a partir de esta verdad, fundar conocimiento verdadero.

El filósofo francés pensaba que si había razones para dudar de algo, entonces había que rechazarlo. Por ejemplo, en ocasciones, cuando caminas por la calle puedes percibir que un local está más cerca, aunque no sea así. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestros sentidos no nos engañan? En este momento, estoy frente a mi computadora, es de día, escribo con mis manos, no hay forma posible de dudar de estas impresiones sensoriales. El argumento del sueño le sirve a Descartes para dudar de nuestra experiencia sensorial ordinaria. Sin embargo, tanto en el sueño como en la realidad, una operación matemática como “2+2=4” siempre será verdadera. Por lo cual, Descartes introduce el argumento del genio maligno para dudar incluso de las operaciones matemáticas.

En algunas ocasiones, soñamos que nos levantamos para ir al trabajo o la escuela, aunque en la realidad sea todo lo contrario. Entonces, parece plausible afirmar que las percepciones que tenemos en la realidad pueden aparecer también en el sueño. Las experiencias que tenemos de la realidad serían idénticas a las que tenemos en los sueños. Si no podemos distinguir cuando estamos soñando de cuando estamos despiertos, no podemos saber que no estamos soñando.[2] La clave de este argumento escéptico reside en que si no podemos saber que no estamos soñando, no hay nada más que podamos saber.[3] Por ejemplo, si Juan sabe que el cielo es azul, entonces sabe que no está soñando. Juan no sabe que no está soñando, por lo tanto, Juan no sabe que el cielo es azul.[4]

La realidad en Largo viaje hacia la noche (Di qiu zui hou de ye wan, 2018) está fragmentada. Es un rompecabezas que espera ser armado. La primera parte de la película contiene imágenes con espejos rotos, rejas, líneas, cuadros dentro del cuadro a través de los cuales observamos a los personajes. La poca cohesión entre las escenas también apunta a una realidad fragmentada. Una escena construye en pocos planos una breve historia que culmina en un momento climático: una pregunta sin respuesta, un hombre que apunta a otro dentro del cine. Cuando se alcanza alguna tensión, se corta a una escena distinta: no observamos la resolución. Tras apuntar un arma a una mujer, un hombre camina en un mercado por la noche. Tras el vaso apunto de caer, un hombre maneja en la carretera. La información que obtenemos de la historia por medio de nuestros sentidos es insuficiente para conocer realmente lo que está sucediendo. Los sentidos nos engañan: cuando creemos ver a los personajes, la cámara se aleja del reflejo, revelando que se trata de un espejo. La realidad se vuelve ilusoria. No sabemos que no estamos soñando.

Adolfo Sánchez Vázquez sostiene que en Primero sueño, Sor Juana Inés de la Cruz realiza un ejercicio filosófico similar al de Descartes.[5] La diferencia reside en que la poeta no parte de la duda, sino del sueño. Lo que propone Sor Juana es que no es en la vigilia donde percibimos las cosas clara y distintamente, sino en el sueño. «Lo que es la duda para el filósofo francés es el sueño para la poeta mexicana: un repliegue transitorio de la conciencia para poder acercarse racionalmente a la realidad».[6] Sor Juana no concibe una dicotomía entre el sueño y la realidad. Los sueños, comúnmente, se conciben como una dimensión fuera de la realidad que no opera con principios lógicos. En el sueño se te pueden caer los dientes, o puedes flotar por encima del mar, pero en la realidad, parece que esto no es muy probable. Ella rechaza esta concepción del sueño y nos sumerge dentro de éste para rescatar la claridad de la razón.

Si los sentidos no nos garantizan que percibamos la esencia de las cosas, porque nos pueden engañar, entonces es posbile concebir la realidad como una ilusión. El dilema ya no es si se distingue el sueño de la realidad, sino cuál de los dos nos permite captar la esencia de las cosas. Y es en el sueño en donde nos libramos de los sentidos, la percepción se suspende, por eso es posible acceder a la esencia de las cosas. Sor Juana sugiere que no es la vía sensible por la que accedemos al conocimiento, sino por medio de la razón. En suma, la realidad es caótica, oscura, desordenada, pero es en el sueño, donde encontramos lucidez.

En una vena similar, Largo viaje hacia la noche sugiere que los misterios de la realidad se aclaran en el mundo de los sueños. Si la realidad es fragmentada, el sueño es unidad. Si la primera parte de la película se constituye de escenas sin cohesión alguna, la segunda parte es un plano secuencia que dura alrededor de una hora. Si en la primera parte explora la historia desde el corte; la segunda lo hace desde el paso del tiempo. Un plano de larga duración, con coreografías complejas, desde una cámara que inicia dentro de una mina, que vuela por encima de un pueblo en dos momentos, que sigue a los personajes entre calles y pasillos, hasta terminar en una luz de bengala, mostrando la fugacidad del tiempo.

Los elementos que integran el plano secuencia fueron observados o mencionados en la primera parte. La mesa de ping pong, el carro del protagonista –que aparece en miniatura dentro del sueño–, la reminicencia de su viejo amigo, Gato Salvaje, en la forma de un niño, el remolque del circo de ensoñación, el karaoke, las manzanas, cierto platillo culinario, la casa de dos amantes, un hechizo, la mujer que el protagonista ha buscado durante toda la película. Así como Descartes encuentra en el sueño las mismas experiencieas sensoriales que en la realidad, el protagonista de Largo viaje hacia la noche, encuentra la unidad de las piezas del rompecabezas; la respuesta a su búsqueda.

Si la realidad para Sor Juana es desordenada, caótica y dispersa, Bi Gan (Kaili, 1989) muestra lo anterior a partir de fragmentar el cuadro desde dentro y entre las imágenes. Si el sueño para Sor Juana es el estado de lucidez, Bi lo muestra con un plano secuencia que recoge y resuelve las pistas sembradas en las secuencias previas. Es en el sueño donde el protagonista resuelve el conflicto. En este mundo es dónde encuentra mayor lucidez. Si era díficil dar cuenta de lo que ocurría en la realidad, en el sueño se disipan las dudas, aparece lo que estaba escondido en el subconciente. El protagonista, si quiere tener alguna relación personal, tiene que aceptar el abandono de su madre, o de otra forma, no podrá manifesar amor hacia otra persona. Lo que busca, en el fondo, es ser amado. Aun así, al despertar del sueño, ¿qué nos garantiza que se conserve aquello que hemos encontrado?


Carlos Avendaño estudia Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.


[1] Jonathan Dancy, “1. Escepticismo”, en Introducción a la epistemología contemporánea, Tecnos, Madrid, 1993, p. 21.

[2] Cfr. René Descartes, Meditaciones metafísicas, seguidas de las objeciones y respuestas, Gredos, Madrid, 2011, p. 166.

[3] Cfr. Dancy, op. cit., p. 24.

[4] La prueba de este argumento se realiza por un simple modus tollem, el cual nos dice que, si tenemos la negación del consecuente del condicional, obtenemos la negación del antecedente. (1) P->Q (2) -Q (C) -P

[5] Cfr. Adolfo Sánchez Vázquez, “El ‘sueño’ metódico de Sor Juana”, en Incursiones literarias, UNAM, México, 2009, p. 216.

[6] Op. cit., pp. 216-217.