Desobediencia

Desobediencia

Por | 5 de julio de 2018

Nada tienen de especial, dos mujeres protagonizando una película dirigida por Sebastián Lelio. El matiz viene después, cuando lo hacen hablando inglés. Desobediencia es la primera producción del director chileno ambientada fuera de su país (en el Reino Unido) y estelarizada por actrices reconocidas internacionalmente (Rachel Weisz y Rachel McAdams). El director fue invitado a dirigirlas después de que la productora Frida Torresblanco viera Gloria (2013), donde Lelio (Mendoza, Argentina, 1974) demostró gran sensibilidad para construir una historia en torno a una mujer madura capaz de superar las limitantes de su edad, la soledad y las relaciones amorosas. Luego vino el Óscar de Una mujer fantástica (2017) y con ello se confirmó su capacidad para retratar personajes femeninos enfrentados a la adversidad, pero poseedores de una fuerza interna motivante. En este sentido, Desobediencia (Disobedience, 2017) continúa con esta galería de mujeres reclamando su derecho a la libertad de ser y amar a quien quieran y como quieran. Si en Gloria el obstáculo era la edad ante la posibilidad de pedirle más a la vida, y en Una mujer fantástica la sociedad y sus instituciones impedían la validación afectiva de una mujer transexual, en Desobediencia es la religión la que restringe la orientación sexual de una de las protagonistas. Se trata de un amor por ocultarle al dogma, aunque en el cine del chileno no hay por qué esconderlo.

Adaptada de la novela de la escritora británica Naomi Alderman, Desobediencia sigue los pasos de la fotógrafa Ronit (Weisz) que regresa de Nueva York a su Londres natal, después de enterarse de que su padre, un rabino judío, ha fallecido. Una vez ahí es sorprendida cuando descubre que sus amigos de la juventud Dovid (Alessandro Nivola), quien sucederá al rabino muerto en la sinagoga, y Esti (McAdams), con quien mantuvo un vínculo amoroso en el pasado, están casados. Dentro de la rigidez de la comunidad ortodoxa se revelará poco a poco la tensión sexual entre Ronit y Esti, mientras tienen lugar los preparativos para que Dovid asuma su nuevo cargo. La anécdota se desarrolla bajo la estructura de un triángulo amoroso, sin embargo, los vértices que representa cada uno de los personajes están unidos por diferentes motivos que los hacen presos del dogma: Ronit es tratada con frialdad por haber renunciado a la fe en busca de su libertad, por lo que su reconciliación con la muerte de su padre es dificultada por el resentimiento; Esti está dividida entre su naturaleza lésbica y el deber moral de la vida que ha decidido llevar bajo el judaísmo; y Dovid debe sobrellevar la contradicción que siente por el amor hacia su esposa y el peso del compromiso que significará su nuevo rol religioso.

Aunque la aparición del personaje de Weisz es el detonante de la acción, en realidad es la mujer interpretada por McAdams la que posee la transformación más trascendente de todas, muy similar a la que atravesaron sus sucesoras filmográficas en la obra de Lelio. Ella es la que llama a Ronit para que vuelva a Londres; la que obedeciendo su deseo pide el primer beso entre ellas, y la que exige con benevolencia y firmeza la libertad a su esposo. Como en el discurso de apertura pronunciado por el rabino fallecido, Dios creó en un principio a los ángeles (quienes actúan obedeciendo la ley divina, y en la película son encarnados por Dovid), a los demonios (que sólo conocen el camino de los instintos, ligados al personaje de Ronit) y los seres humanos (poseedores de libre albedrío, y representados por Esti), Desobediencia coloca en el personaje de Esti la fuerza intrínseca de la mujer para liberarse no sólo a ella, si no a los otros dos personajes principales.

El contexto europeo, el idioma ajeno y hasta la fotografía (a cargo de Danny Cohen en su primera colaboración juntos) se apartan de las películas anteriores de Lelio solamente en términos de producción: permanece su destreza para la construcción de personajes desenvolviéndose en su complejidad y la forma grácil de retratarlos, en este caso enclaustrados en la religiosidad y en tomas opresivas de sus rostros en los momentos más críticos. Una historia de mujer contra mujer, pero no entre los personajes de Weisz y McAdams, sino entre el conflicto interno de una de ellas, dividida por el pecado de no aceptar su propia naturaleza y el deseo de conectar no con ángeles ni con demonios, si no con seres humanos.


Israel Ruiz Arreola forma parte del equipo editorial de la Cineteca Nacional desempeñándose como investigador especializado.

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